Pasando por encima de lo previsto en la
Constitución, el diputado que preside la Asamblea Nacional en desacato se
autoproclamó Presidente de la República. No es la primera vez que en Venezuela,
desconociendo la autoridad legítima, alguien usurpa un cargo. No es la primera
vez que, violando la normativa vigente, alguien se arroga una potestad sin
estar legalmente facultado para ello. Tal cosa ocurrió en el pasado, en tiempos
de Bolívar. Afortunadamente, la respuesta del Libertador no se hizo esperar. De
inmediato, como mandatario legítimo ejerció la defensa de la ley, dejó que los
conjurados se consumieran en su propia salsa y todo terminó mal para ellos.
Veamos los hechos.
En 1817 en Venezuela unos políticos descontentos que
pretenden desconocer la autoridad suprema del Libertador y restablecer los
principios que orientaron la Primera República (1810-1812) organizan el
Congreso de Cariaco. Allí los insubordinados designan nuevas autoridades en
sustitución de las legítimamente establecidas, y reeditan una versión maquillada
de la obsoleta Primera República, cuyas prácticas (gobierno federal,
triunvirato ejecutivo, flexibilidad) fueron la causa de su disolución. La
reunión se produjo entre el 8 y el 9 de mayo en San José de Cariaco, provincia
de Cumaná y actual estado Sucre, mientras Bolívar se encontraba en el Sur, en
la provincia de Guayana, como parte de una estrategia geopolítica dirigida a
darle base económica a la lucha patriota, habida cuenta de las grandes riquezas
con que contaba esa región, y como preámbulo a la lucha encaminada a conquistar
la independencia de la Nueva Granada (Colombia actual) para luego emprender la
liberación de toda América del Sur y así desasirnos del colonialismo español.
Los facciosos, cuyo teatro de operaciones se
concentraba en el nororiente del país, pretendieron ignorar que Bolívar en
persona estaba al frente de la Campaña de Guayana, declararon sus “ausencias y
faltas” en el territorio, y procedieron a su defenestración. Nombraron, para
llenar el vacío del Poder Ejecutivo, a un triunvirato compuesto por Fernando
Rodríguez del Toro, Francisco Javier Mayz y… Simón Bolívar. Pero como éste se
encontraba “ausente”, sería suplantado
por uno de los sediciosos hasta que, según ordenaban, “se dirija al lugar que
se designe para la residencia del Gobierno”. Además, Bolívar es relegado de la
comandancia del ejército patriota, y en su lugar es nombrado un subalterno
suyo, Santiago Mariño, a quien nombran Jefe Supremo del Ejército. Se instó a
Bolívar a presentarse en Margarita tan pronto como lo permitiesen “sus
atenciones militares” a fin de ocupar su lugar en el Triunvirato Ejecutivo.
En su proclama los sediciosos se plantearon, por
medio del congreso, formar un gobierno que “ejercería el poder únicamente ad interim”, es decir, un gobierno de transición. Expresaron:
“hacemos saber a todo el pueblo de la Confederación, invocando al Ser Supremo
como testigo de la pureza y honradez de nuestras intenciones que el único y
exclusivo objeto de nuestros constantes esfuerzos es mantener el goce de la paz
y de la verdadera libertad”.
Se daba así un golpe de Estado “suave” a Simón Bolívar,
quien venía ejerciendo el Mando Supremo desde 1813 y en el año 1816 había sido
ratificado como Jefe Supremo de la República en el pueblo de Villa del Norte de
Margarita, por los máximos jefes patriotas. En el Congreso de Cariaco en
consecuencia, se pretendía reducir su poder como máximo representante del
Ejecutivo y como Jefe Supremo del ejército, relegarlo a ser uno más en la
Presidencia entre varios con el mismo rango, y eso cuando llegara al destino indicado
por los complotados.
Todo esto fue, al parecer, un proyecto de los imperios
inglés y estadounidense, que preferían tratar con líderes anodinos sin firmes
convicciones independentistas y con gobiernos débiles, para poder someterlos a
su dominio y obtener así jugosas ganancias. En contraprestación el Congreso de Cariaco dictó un
decreto que concedía una rebaja en los derechos de importación a los productos
de Gran Bretaña y Estados Unidos, así como otras ventajas a los navegantes y
comerciantes de estos países.
A lo interno, detrás de la conspiración estaban el
sacerdote José Cortés de Madariaga, uno de los más feroces enemigos del Libertador,
y Santiago Mariño, con quien Bolívar
sostuvo siempre unas tensas relaciones. En lugar de Bolívar como representante
del Poder Ejecutivo, se colocaba en la Presidencia a unos señores prácticamente
desconocidos, sin mérito alguno para presidir la nación y dirigir la guerra por
la independencia; y al frente del ejército a un subalterno del Libertador que
le disputaba la autoridad. La cosa parecía risible: el Libertador en minoría,
sometido a las decisiones tomadas por una mayoría circunstancial proclamada en
un congreso sin base legal, formando parte de un triunvirato ejecutivo dominado
por dos ignotos personajes que pronto serían olvidados por la Historia. En pocas
palabras: Rodríguez del Toro y Mayz presidentes de la República, y Bolívar supeditado
a sus mandatos. Dos contra Bolívar. Guaidos contra uno.
Sin embargo el Libertador no se tomó el asunto a
broma. Declaró ilegítimos y nulos los actos aprobados por el gobierno impostor,
surgido del fraudulento congreso, al que catalogó de “congresillo”. Demandó
castigo para los conjurados y procedió con firmeza a restaurar el orden. No
obstante, antes de que Bolívar actuara, dicho congresillo y su fraudulento
gobierno se disolvieron “como el casabe en caldo caliente” dijo Bolívar (6 de
agosto de 1817). Insistió en que el mismo “de verdad fue efímero. Nadie lo ha
atacado y se ha disuelto por sí mismo”. Agregó en forma contundente: “Aquí no
manda el que quiere, sino el que puede”.
Los conjurados de hoy debían aprender la lección:
Aquí no manda el que quiere, sino el que puede. En Venezuela todo el poder
político está en manos del pueblo, que lo ejerce a través del gobierno
bolivariano y la organización popular. No aceptamos la injerencia extranjera. Toda
la fuerza moral reside en el pueblo, que eligió libremente un Presidente
Constitucional y no está dispuesto a dejarse arrebatar sus conquistas por una
minoría al margen de la ley que pretende asaltar el poder. El Presidente
libremente electo en comicios nacionales es el Comandante en Jefe de la Fuerza
Armada. Cualquier otra decisión es usurpación de cargos. Por tanto, todo el
peso de la ley debe caer sobre los embaucadores y sus aliados, así estos
invoquen “al Ser Supremo como testigo de la pureza y honradez de nuestras
intenciones”, y afirmen que “el único y exclusivo objeto de nuestros constantes
esfuerzos es mantener el goce de la paz y de la verdadera libertad”.
¡Impostores!
Excelente opinión estimado Profesor.
ResponderEliminarSaludo radicalmente chavista.
Es Oscar, el Profesor, estudiante suyo de la Escuela Venezuela de Planificación.
¡Bolívar Vive!
¡Chávez Vive!
¡Viva nuestro presidente constitucional Nicolás Maduro!
Nada ni nadie detendrá la Revolución Bolivariano al Socialismo.
Nosotros Viviremos y Venceremos!!!
Fuerte Abrazo!
¡¡¡Hasta la victoria siempre!!!