José Gregorio Linares: Historiador. Profesor investigador de la FEVP. Docente de la UBV. Responsable Académico de la UNEXCA .
Gregor Mac Gregor (1786- 1845) fue un
oficial escocés que participó activamente en las guerras de independencia
suramericanas. Llegó a Venezuela en 1811 y de inmediato se incorporó a la lucha
militar, primero bajo la dirección de Francisco de Miranda, y luego de Simón
Bolívar, con cuya prima Josefa Aristeguieta se casó en 1812. Participó en
hechos emblemáticos de la independencia suramericana: la Campaña del Magdalena
que dio lugar a la Campaña Admirable (1812-13), la defensa del Sitio de
Cartagena de Indias en 1815, la Expedición de Los Cayos de 1816, las
batallas que permitirán la liberación de la Provincia de Guayana entre 1816
y 1817, y la toma de la Florida en 1817. Por su destacada
trayectoria Bolívar lo asciende a General de División y le honra con la Orden
de los Libertadores.
Pero hay un hecho del que poco se
habla. En 1820 Mac Gregor urdió un plan para engañar a los británicos y sacarles
dinero. Les ofreció la venta de tierras ubicadas en una quimérica nación
llamada Poyais, situada en la Costa de los Mosquitos en Centroamérica. Les aseguró que él era la máxima autoridad
del país, donde había sido designado Príncipe Soberano, y que estaba facultado
por sus ciudadanos para vender terrenos y auspiciar la inmigración. Les
garantizó que los indígenas que allí vivían estaban deseosos de trabajar para
amos británicos. Les hizo creer que dicha nación contaba con grandes cantidades
de oro y plata, tierra muy fértil, y que además poseía una gran capital llamada
Saint Joseph, con castillo, edificio de parlamento, teatro, catedral, puerto
moderno y una economía boyante apoyada en una moneda nacional (el dólar de
Poyais) que generosamente ofreció intercambiar por libras esterlinas a quienes
quisieran aprovechar esta oportunidad.
Para lograr
sus fines llevó a cabo una intensa campaña publicitaria que incluyó anuncios en
la prensa, folletos, libros e incluso una canción que se hizo popular en las
calles de Londres. Mostró una bandera, un himno, una Constitución Nacional e
hizo circular un mapa detallado del territorio. Obtuvo así préstamos bancarios
por miles de libras con la garantía de acciones en el Estado de Poyais que se vendían
en la Bolsa.
Los ingleses llevados por su codicia
mordieron el anzuelo. Querían indios para someterlos a la servidumbre y
creyeron que allí los encontrarían; querían tierras ubérrimas a bajo costo y se
convencieron de que allí las hallarían; deseaban riqueza fácil y supusieron que
allí la obtendrían; anhelaban obtener ganancias usurarias a cambio de sus
monedas, y así creyeron conseguirlo; finalmente aspiraban a establecer
protectorados dirigidos por gobernantes pro británicos y allí, rigiendo la
floreciente república centroamericana estaba nada más y nada menos que Gregor
I, el mismísimo Mac Gregor en persona.
De modo que los británicos se
entusiasmaron, compraron las tierras que les ofrecieron, cambiaron sus libras
esterlinas por dólar Poyais, invirtieron su dinero y organizaron expediciones
colonizadoras. Al llegar (1822) no encontraron más que selvas impenetrables,
fieras salvajes, mosquitos voraces, enfermedades tropicales y algunos indígenas
rebeldes que nada sabían de la quimérica República de Poyais. Furiosos, los
ingleses se percataron de que Mac Gregor los había engañado. Les había quitado
su oro a cambio de nada. Cuando regresaron a Gran Bretaña ya Mac Gregor se
había marchado con las maletas llenas.
Posteriormente Mac Gregor hizo un
periplo por diferentes países hasta que en 1838 decidió regresar a Venezuela,
donde pocos sabían de sus andanzas financieras. Murió en 1845: fue enterrado con
gran pompa en la Catedral de Caracas, y luego con mucha ceremonia fue trasladado
al Panteón Nacional donde actualmente reposan
sus restos.
Algunos, al conocer esta historia, pedirán al Estado venezolano que se saque a Mac Gregor del Panteón Nacional, bajo el supuesto de que su expediente de embaucador profesional le quita lustre a su trayectoria militar. Yo, por el contrario, sugiero levantar más estatuas y bustos en honor de este prócer que supo burlar a la Gran Bretaña, una potencia especializada en la rapacería y el robo contra las pequeñas naciones.
En todo caso Mac Gregor hizo uso del ardid y el ingenio para obtener dinero británico. En cambio Gran Bretaña hoy se apodera sin más ni más del oro venezolano que reposa en las arcas del Banco de Londres y se niega a reintegrárnoslo. Con premeditación y alevosía nos expropia nuestro capital y se queda con toneladas de nuestro oro. Comparando la actuación de Mac Gregor con la del gobierno británico actual, me parece mucho más decorosa la del escocés, quien hizo gala de ingeniosidad y tomó sus riesgos para cometer sus picardías, mientras que los ladrones de Gran Bretaña de hoy no son más que delincuencia organizada que roba inescrupulosamente a un país que ha le confiado el resguardo de su oro y sus fondos. Son millones de dólares que Gran Bretaña, meca del capitalismo y cuna de la propiedad privada, le roba al Estado venezolano, impidiéndole de este modo realizar las operaciones financieras con las cuales podría comprar los alimentos, medicinas, tecnologías e insumos que tanto necesita el pueblo venezolano para garantizar su bienestar.
Por eso abogo para que Mac Gregor permanezca en el Panteón Nacional. Desde allí debe estar riéndose de Gran Bretaña este pícaro escocés que con mentiras logró engañar a la potencia que había ultrajado a Escocia, su país natal, a cuyos habitantes originarios les arrebató sus tierras y sus heredades. Debe estar riéndose de Gran Bretaña, potencia que para entonces deseaba apoderarse, también con engaños, de las riquezas de las nacientes repúblicas suramericanas, imponiéndoles aquello de nación más favorecida en sus relaciones comerciales. Y no parará de reír porque logró que la codicia de los colonos británicos los impulsara a invertir grandes sumas de capital bajo el señuelo de obtener colosales dividendos en una ficticia república suramericana. Sí, eso hicieron los avispados antepasados de los británicos que hoy se apropian de nuestro oro y se niegan a devolvérnoslo.
Algunos, al conocer esta historia, pedirán al Estado venezolano que se saque a Mac Gregor del Panteón Nacional, bajo el supuesto de que su expediente de embaucador profesional le quita lustre a su trayectoria militar. Yo, por el contrario, sugiero levantar más estatuas y bustos en honor de este prócer que supo burlar a la Gran Bretaña, una potencia especializada en la rapacería y el robo contra las pequeñas naciones.
En todo caso Mac Gregor hizo uso del ardid y el ingenio para obtener dinero británico. En cambio Gran Bretaña hoy se apodera sin más ni más del oro venezolano que reposa en las arcas del Banco de Londres y se niega a reintegrárnoslo. Con premeditación y alevosía nos expropia nuestro capital y se queda con toneladas de nuestro oro. Comparando la actuación de Mac Gregor con la del gobierno británico actual, me parece mucho más decorosa la del escocés, quien hizo gala de ingeniosidad y tomó sus riesgos para cometer sus picardías, mientras que los ladrones de Gran Bretaña de hoy no son más que delincuencia organizada que roba inescrupulosamente a un país que ha le confiado el resguardo de su oro y sus fondos. Son millones de dólares que Gran Bretaña, meca del capitalismo y cuna de la propiedad privada, le roba al Estado venezolano, impidiéndole de este modo realizar las operaciones financieras con las cuales podría comprar los alimentos, medicinas, tecnologías e insumos que tanto necesita el pueblo venezolano para garantizar su bienestar.
Por eso abogo para que Mac Gregor permanezca en el Panteón Nacional. Desde allí debe estar riéndose de Gran Bretaña este pícaro escocés que con mentiras logró engañar a la potencia que había ultrajado a Escocia, su país natal, a cuyos habitantes originarios les arrebató sus tierras y sus heredades. Debe estar riéndose de Gran Bretaña, potencia que para entonces deseaba apoderarse, también con engaños, de las riquezas de las nacientes repúblicas suramericanas, imponiéndoles aquello de nación más favorecida en sus relaciones comerciales. Y no parará de reír porque logró que la codicia de los colonos británicos los impulsara a invertir grandes sumas de capital bajo el señuelo de obtener colosales dividendos en una ficticia república suramericana. Sí, eso hicieron los avispados antepasados de los británicos que hoy se apropian de nuestro oro y se niegan a devolvérnoslo.
Caracas, 23 de abril del
2019.
En la actualidad el pueblo venezolano no necesita de una ayuda humanitaria,
ResponderEliminarpor lo contrario necesitamos que nos entreguen nuestro dinero para comprar lo que necesitamos.