Balance del primer intento de invasión gringo contra Venezuela. José Gregorio Linares

José Gregorio Linares. Profesor investigador de la FEVP. Trabajador académico de la UBV.
Entre junio y agosto de 1819 Estados Unidos se planteó por primera vez invadir Venezuela. ¿Los motivos? En EEUU estaban molestos con Simón Bolívar porque éste en calidad de Presidente de la República se negó en 1818 a acceder a las demandas del comisionado estadounidense Juan Bautista Irvine, quien le exigía: 1) devolver a los propietarios norteamericanos dos naves mercantes, la Tigre y la Libertad, que habían sido incautadas por el gobierno patriota bajo la acusación de que al comercializar víveres y armas a favor de los realistas sitiados en Angostura y Guayana, habían dejado de ser neutrales y se hacían merecedoras de la penalización prevista en la ley; y 2) reconocer que los mercaderes norteamericanos eran ciudadanos neutrales y pacíficos que debían ser indemnizados para compensarles por las pérdidas sufridas.

El Padre de la Patria se opuso. Alegó: “Las goletas Tigre y Libertad han venido a traer armas y pertrechos a los sitiados, y por esto cesan de ser neutrales, se convierten en beligerantes, y nosotros hemos adquirido el derecho de apresarlas por cualquier medio que pudiésemos ejecutarlo”. Insiste en que ninguna potencia puede obligar a Venezuela a aceptar la injerencia extranjera, mucho menos “Estados Unidos, donde se ha impedido la extracción de las armas y municiones que podrían venir para el Gobierno de Venezuela” (6 de agosto de 1818).

La base de toda la argumentación del representante Irvine para formular sus exigencias era la supuesta neutralidad de las goletas incautadas, las cuales a su juicio tenían perfecto derecho de comercializar libremente, pues… “un neutral puede ejercer sus derechos, pasiva o activamente, puede vender toda clase de mercancías a beligerantes en su propio territorio, o conducirla al de partes en guerra, siempre que lo haga de manera imparcial”. (17 de agosto de 1818). Todo esto porque según él es imperativo respetar el libre comercio pues “el comercio es el comodín de la civilización, y como es el mayor incentivo para la industria, es el patrono de la virtud. Si a veces surgen de él daños particulares, ello no puede negar, en consecuencia, el beneficio del público en general”. (17 de agosto de 1818).

También critica a la tripulación de venezolanos que abordó las goletas norteamericanas por actuar con “avidez al abrir los barriles de provisiones”. Deplora que estas fueron asaltadas por “gente con ansias de comer” que se atrevió a “consumir las provisiones”; concretamente “3 barriles de pan, 2 y 1/2 barriles de carne de res y un cuñete de mantequilla”.

Simón Bolívar no cede. Irvine no obtiene nada de lo que vino a buscar. Sin embargo, permanece en Venezuela hasta marzo de 1819 rumiando su rabia contra el Libertador. Fue invitado y estuvo presente en la sesión inaugural del Congreso de Angostura (15 de febrero de 1819) y desde allí envió a su gobierno una carta donde le manifiesta: “Estando Bolívar a la cabeza del ejército, colocose el mismo  a la  cabeza de la nación. Se dice que ahora espera aumentar su poder empleando un Congreso de ignorantes con pretensiones de sabios”. Y cuando se entera de la intención de Bolívar de liberar con su ejército a la Nueva Granada, se burla: “No sé cómo puede el más débil proteger al más fuerte”, dice. Expresa, además, que Bolívar es un político “con ambición, pero sin talentos militares”. Luego regresa a EEUU, amargado y con las manos vacías.

Acto seguido el gobierno gringo decidió endurecer su posición frente a Venezuela. Envió dos barcos de guerra a las costas venezolanas en respaldo de las reclamaciones: el «John Adams» con 28 cañones y la goleta «Nonsuch» de 14 cañones. Al mando iba El Comodoro Olivar Hazard Perry, un prestigioso oficial norteamericano, héroe de guerra. En el trayecto los invasores fueron midiendo la capacidad de resistencia del ejército venezolano. Observaron que allí “la gente luce pobre, miserable e ignorante en extremo”. Cuando pasaron al lado de las fortalezas de Guayana vieron “unos soldados, que aun cuando están bien armados, aparecen casi desnudos; pero es tanta la falta de disciplina de estos hombres y tal su ignorancia en el manejo de las armas, que estoy seguro que bastarían doscientos buenos soldados para tomar ambos fuertes”.

Los invasores llegaron a Angostura en julio de 1819. Fueron recibidos por el Vice-Presidente Francisco Antonio Zea, porque El Libertador estaba fuera de la ciudad, en marcha sobre Nueva Granada, donde el 25 de ese mes había derrotado a los realistas en la Batalla de Pantano de Vargas, hecho este que naturalmente aún no se conocía en Angostura. Zea Preguntó el motivo por el cual EEUU enviaba un oficial naval y dos naves de guerra para tratar un litigio menor.  El Comodoro le contestó que así… “los asuntos se tratarían de una manera más amistosa y confidencial”.

De modo que ante la nada sutil amenaza militar gringa, Zea claudica: devuelve las naves y acepta indemnizar a los contrabandistas gringos. Los norteamericanos se salieron con la suya. Desafortunadamente para los invasores, mientras estuvieron en el sur de Venezuela casi la mitad de los oficiales y marinos enfermaron de fiebre amarilla, y varios de ellos murieron víctimas de esta enfermedad tropical, entre ellos el Comodoro Oliver Perry.

El balance de este primer intento de invasión por parte de Estados Unidos contra Venezuela puede resumirse así: los invasores movilizaron dos naves de guerra al mando de un veterano oficial que murió en la operación, a cambio lograron llevarse dos desvencijadas naves mercantes de poco valor y la promesa del pago de una indemnización por las mercancía incautada, que incluía seguramente el reembolso por la mantequilla, la harina de trigo y la carne consumidos por “gente con ansias de comer”. Mientras esto ocurría, el Libertador Simón Bolívar, un hombre “sin talentos militares”, iniciaba triunfalmente la Campaña del Sur, una hazaña de liberación del continente entero, al frente de un ejército integrado fundamentalmente por venezolanos, “gente pobre, miserable e ignorante en extremo” con gran “ignorancia en el manejo de las armas”.

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