La obsesión economicista como pensamiento abismal. Javier Nouel


Dr. Javier Nouel. Fundación Escuela Venezolana de Planificación, Coordinación de Proyectos de Investigación.
Resumen.-El artículo parte de la reflexión crítica de las propuestas de "la economía para la vida" de Hinkelammert y Mora y del "desarrollo a escala humana" de Max Neef, quienes hacen una revisión de la economía como disciplina moderna influenciada por la física, que deriva en la visión economicista totalizante del mundo contemporáneo. Comprendiendo desde lo epistémico la mirada economicista, es posible reflexionar sobre nuevas propuestas económicas que superen el escollo en el que la mirada colonialista ha derivado en el presente, que pone a la humanidad en el abismo.

La obsesión economicista como discurso dominante y el error epistémico de fondo

El enfoque hegemónico de la economía parte de una mirada mecanicista y reduccionista, propia de las ciencias decimonónicas, y se ha convertido en elemento central del discurso moderno político y social; por lo que le denominamos la obsesión economicista.

El chileno Max-Neef asegura que la economía es de las pocas disciplinas que se mantiene anclada en la lógica del siglo XIX:


En este momento no tenemos física del siglo XIX, no tenemos biología del siglo XIX, no tenemos astronomía del siglo XIX, no tenemos antropología del siglo XIX, lo único que tenemos del siglo XIX es la economía (…) Entonces, con teorías del siglo XIX y con el pensamiento del siglo XIX se pretenden resolver problemas del siglo XXI, que en aquel entonces ni siquiera nadie se imaginó.(2014).



La obsesión economicista se ha posicionado en las sociedades modernas, como uno de los discursos centrales en la vida en la polis. Al respecto, Schumacher reflexionaba en la década de los 70 del siglo XX:


La economía juega un papel central en la configuración de las actividades del mundo moderno, dado que proporciona los criterios de lo que es “económico” y de lo que es “antieconómico”, y no existe otro juego de criterios que ejercite una influencia mayor sobre las acciones de los individuos y grupos, así como también de las acciones de los gobiernos. Puede pensarse, por lo tanto, que deberíamos recurrir a los economistas cuando necesitamos consejo sobre cómo vencer los peligros y dificultades en los que el mundo moderno se encuentra inmerso y cómo lograr planes económicos que garanticen la paz y la permanencia (1987: 35).


Las confrontaciones políticas consiguen un importante eje en lo económico. Las derechas hablan de “libre mercado”, las izquierdas latinoamericanas hablan de “socialismo” y niegan la verdadera existencia del libre mercado.

El sociólogo Edgardo Lander, en el año 2000, aseguraba lo siguiente:


En los debates políticos y en diversos campos de las ciencias sociales, han sido notorias las dificultades para formular alternativas teóricas y políticas a la primacía total del mercado, cuya defensa más coherente ha sido formulada por el neoliberalismo. Estas dificultades se deben, en una importante medida, al hecho de que el neoliberalismo es debatido y confrontado como una teoría económica, cuando en realidad debe ser comprendido como el discurso hegemónico de un modelo civilizatorio, esto es, como una extraordinaria síntesis de los supuestos y valores básicos de la sociedad liberal moderna en torno al ser humano, la riqueza, la naturaleza, la historia, el progreso, el conocimiento y la buena vida. Las alternativas a las propuestas neoliberales y al modelo de vida que representan, no pueden buscarse en otros modelos o teorías en el campo de la economía ya que la economía misma como disciplina científica asume, en lo fundamental, la cosmovisión liberal (2000: 4).


Es así que como modelo civilizatorio, es posible que ambos polos, las derechas e izquierdas, como marco de una misma civilización eurocéntrica, reproduzcan una misma raíz epistémica de una economía eurocéntrica neocolonial, por lo que los enfoques alternos deben buscar soluciones más allá de la economía como disciplina moderna. Desde la crítica al neocolonialismo y a las ciencias modernas, es posible proponer una visión económica más compleja, humana, real, superando la mirada economicista y reduccionista de la hegemonía, que se reproduce en todas las tendencias políticas, y que se posiciona como “científica”, “objetiva”, en lo que Lander denomina la “naturalización de las relaciones sociales” (Ibídem). Con estas premisas, las propuestas de Hinkelammert y Mora, así como de Max-Neef, abren paso hacia una economía “para la vida”, no para las corporaciones transnacionales, así como un enfoque de desarrollo “a escala humana” y no a escala del capitalismo de estado y de las grandes trasnacionales. Todo apunta, pues, en Venezuela, a una economía comunal, con un enfoque territorial, desde el gobierno local, con una mirada compleja.


La economía como dimensión humana: más allá de lo científico

Concebimos lo económico como una dimensión humana de gran complejidad, ya que combina irreductiblemente lo objetivo y lo subjetivo. Nos referimos por lo objetivo aquellos factores y elementos relacionados al mundo material como lo son las mercancías, las materias primas, entre otros; mientras que lo subjetivo está relacionado al mundo inmaterial, a las ideas, ideologías, creencias, costumbres, signos y símbolos.

La economía como disciplina se hace más compleja, ya que su objeto de estudio es multifactorial y multicausal. Otras disciplinas como la ingeniería, carecen de su complejidad, ya que el mundo de lo social y simbólico, aunque también importantes, no afectan tanto su accionar. Por ejemplo, el diseño de un puente dependerá, más allá del tema del diseño y sus aspectos estéticos relacionados a lo inmaterial, de materiales concretos que se pueden medir, pesar, estudiar y manipular desde su completa materialidad. El éxito del puente dependerá básicamente de su resistencia y durabilidad, que depende de aspectos objetivos.

Sin embargo, en la economía, lo cultural, lo simbólico, las subjetividades, la ficción, modifican, afectan, se cruzan con el objeto de estudio, son inseparables. Esta realidad ha estado en el centro de importantes discusiones que cuestionan a la economía como una disciplina científica; en tanto la ciencia desde la visión convencional se encarga de lo tangible, lo concreto, lo medible. Mientras que lo cultural, es más complejo, se escapa de lo medible, de las certezas, a veces parece que responden a movimientos caprichosos o misteriosos, aunque siempre con sujetos ocultos: las transnacionales.


La economía como mecánica o la mecánica de la economía

El surgimiento de la economía como disciplina se da en la Europa colonialista del siglo XIX. La academia convencional desde la época del francés René Descartes, separó la realidad en dos grandes áreas: lo tangible y lo intangible. Las ciencias se encargarán de lo tangible, la física, la biología, la química, mientras que las humanidades, de lo intangible, la cultura, el arte, la filosofía, la religión.

Posteriormente, con el desarrollo de las ciencias sociales, con otro francés, Augusto Comte, se utilizan las lógicas de las epistemes con el que se estudia el mundo físico, al mundo social. Sin embargo, la crítica hacia el positivismo resalta que estudiar lo subjetivo, lo cultural y simbólico como si se tratara de realidad objetivas del mundo material conlleva a un error de fondo, epistémico y gnoseológico.

Max-Neef asegura:


Lo que pasó con los economistas neoclásicos de fines del siglo XIX, es que estaban profundamente fascinados con Newton; y Newton era el dios. Y esos economistas, claro, dijeron, bueno, les bajó lo que yo llamo un complejo de inferioridad por no ser físicos; entonces dijeron, bueno, tenemos que hacer todo lo posible por pareceros lo más posible a la física (…)

Newton descubrió una ley universal que es la ley de gravedad y esa ley permite interpretar mucho del comportamiento del universo. También tiene que haber una ley universal que interprete el comportamiento humano. Y se pusieron: bueno cuál es esa ley; la ley newtoneana de la economía. Y un día en la mañana el señor Jeremy Bentham, despertó y dijo: lo tengo. Descubrí la ley universal que explica el comportamiento humano. Todos los seres humanos se comportan siempre con el único objetivo de maximizar su utilidad, la utilidad es el equivalente de la gravedad: ley universal. Uf celebraron los colegas, pues: por fin la tenemos.

Pero ninguno se preguntó ¿pero cómo se mide? Porque claro, la gravedad se mide. Hay una formulación matemática perfectamente clara y yo la puedo medir con absoluta precisión y eso Newton lo dejo perfectamente establecido. ¿Y cómo medimos la utilidad? El utility, y ahí viene la segunda idea genial de Bentham: ah, eso se mide con un hedonómetro. (…) ahora que desde ese momento y hasta el sol de hoy nadie tiene la más remota idea de cómo se usa ese aparato y qué forma tiene, no importaba, lo inventaron, pues (…)

Y ahí comienza la obsesiva matematización de todo esto, que es de la nada, para parecerse a la física y Walras dice específicamente en su obra principal en alguna parte: no existe ninguna diferencia fundamental entre la física y la economía (2014).


Una de las características del discurso hegemónico de “lo económico” en su obsesión de la matematización es su carácter fragmentario, producto de este pensamiento mecanicista newtoneano, en particular los llamados monetaristas, hoy hegemónicos, por lo que


de todos los numerosos aspectos que en la vida real tienen que ser analizados y juzgados antes de que pueda tomarse una decisión, la economía solo se fija en uno: que una cosa produzca o no beneficio monetario a quienes la poseen y administran (Schumacher, 1987: 37).


La irracionalidad de lo racionalizado

Hinkelammert y Mora hablan de que detrás de la pretendida racionalidad del discurso moderno hay una peligrosa irracionalidad:


El problema fundamental de la modernidad se puede describir del siguiente modo: la irracionalidad de lo racionalizado. Nuestra racionalidad produce irracionalidades, incluso monstruosas; y cuanto más hemos racionalizado y nos hemos hecho más eficientes, tanto más se despliega esta irracionalidad producto de la misma acción racional. Todo pensamiento crítico hoy no puede ser sino la búsqueda de una respuesta a esta irracionalidad de lo racionalizado (2016).


Por su parte, el sociólogo canadiense George Ritzer en su libro La McDonalización de la Sociedad (2010), habla también de la irracionalidad de lo racionalizado, en los siguientes términos:


Eficiencia, predecibilidad, calculabilidad, y control a través de tecnología no humana pueden considerarse componentes básicos de un sistema racional. Sin embargo, los sistemas racionales generan iracionalidades. Dicho de otra manera, los sistemas racionales niegan la razón humana, y, a menudo, no son razonables. El inconveniente de la Mcdonalización se tratará de manera más sistemática dentro del marco de lo que denomino, la irracionalidad de la racionalidad (42).


Sobre la obsesión por la eficiencia, Hinkelammert y Mora (2016) plantean:


El cálculo involucrado es un cálculo medio-fin, que busca producir un producto máximo a partir de un conjunto de medios dados, o un producto dado con los mínimos medios posibles, y esto, se asegura, garantiza la racionalidad del cálculo, lográndose el resultado buscado con la máxima eficiencia. Se trata entonces, desde el punto de vista del individuo calculador, de una acción racional.

Presupone, además, que todo el cálculo se efectúe en dinero, para poder comparar medios y fines en los términos cuantitativos que el cálculo requiere. La acción racional, desde esta perspectiva, es hoy la dominante del sistema económico-social en que vivimos. Eficiencia, competitividad y maximización (de la ganancia y el crecimiento económico) son los criterios centrales del actual sistema; aunque la acción de que se trate sea cortar la rama del árbol sobre la cual el sujeto (y la humanidad) está sentado. No hay discernimiento (218).


Detrás de la racionalidad obsesiva, hay una mirada instrumentalista de lo económico, fría, mecánica, despojada de humanidad, irracional, en la que todo se mercantiliza, todo se vuelve mercancía, objeto, inclusive al propio humano y a la naturaleza. Se trata de una mirada “objetivizada”, que reniega de sus propios principios irracionales, oculta en una supuesta racionalidad científica objetiva. Es entonces, el momento en que lo económico logra colocarse en el centro del discurso moderno, llegando hasta el alma misma de lo moderno, pero negando su irracionalidad y metafísica, naturalizándose como ciencia, con lo que “naturaliza” la i-racionalidad capitalista-neoliberal, que es en sí un discurso y praxis civilizatoria neocolonialista e imperial.

Sobre la instrumentalización de lo económico, Hinkelammert y Mora aseguran que “La reducción de toda reflexión teórica y de toda praxis humana a esta racionalidad instrumental medio-fin ha conducido a la humanidad a una crisis de sostenibilidad, que hoy amenaza inclusive su sobrevivencia y la de la propia naturaleza” (2009: 419). Es decir, que el problema que subyace de esta naturalización de la mirada mecanicista, reduccionista y fragmentaria de lo económico, que se ha posicionado en el centro de la vida de la polis, es precisamente que pone en riesgo la supervivencia de la especie, sobre todo porque en sus versiones más fundamentalistas, de la “religión de la capitalismo” como la plantea Hinkelammert (2008), se naturaliza la economía como ciencia, abstrayéndola y negando la reflexión filosófica, ética, social, humanista.


La economía, la obsesión cuantitativista y el abismo

La razón instrumentalizada, en palabras de Hinkelammert y Mora, tienen una obsesión por la cuantificación. Con la ciencia newtoniana lo cuantitativo mecanicista hace  parte central de su mirada, que se alcanza con el instrumento:


El instrumento fue el elemento neutral que ofreció la nueva ciencia. La medición y el cálculo ofrecían un registro de las magnitudes que caracterizaban y, más aún, constituían la objetividad, sin necesidad de alguna autoridad que lo interpretase al margen del contenido ya impuesto al propio diseño experimental. El experimento definía a la vez el instrumento y el objeto, o al menos lo que interesaba de él (Levinas, 2006: 19)


La cuantificación permite comparar y precisar los fenómenos. Pero el problema de fondo de la obsesión cuantitativista, del fetiche del número, es el de considerar que toda la realidad es medible, y que el sistema de medición es “natural” y “neutral”, ocultando que detrás de todo sistema de medición hay una cultura determinada y constituida históricamente por un grupo humano; es decir, que el número no es la realidad misma, y mucho de lo que arroja no es la realidad como tal, sino el reflejo de la episteme del que se parte, más que la realidad misma; se trata de la abstracción de la realidad y la realidad como dos cosas distintas, una como reflejo de la otra. Esta distinción es de vital importancia, ya que en lo económico, más que en cualquier otra disciplina, el número es siempre aproximación, que se hace en función de una episteme particular; pero se confunde la aproximación desde un lente particular, siempre reducida y sesgada, con la realidad misma. He ahí el mayor poder de “naturalización” de la episteme imperial, sobre todo en el  discurso económico, que se posiciona en el centro de la hegemonía. 

Hinkelammert y Mora (2016) aseguran que “El mercado distorsiona el equilibrio del ser humano con él mismo y la naturaleza, por su búsqueda compulsiva de la maximización a partir de criterios mercantiles, cuantitativos y abstractos” (203). Es decir que estas obsesiones, son parte esencial de la irracionalidad de lo racional, con todos sus peligros como resultado.

Al respecto, Hinkelammert y Mora reflexionan:

Tenemos que preguntarnos, por tanto, por el sujeto que subyace a la propia idea de poder reducir el mundo entero a los cálculos fragmentarios de una cuantificación ilimitada. Se trata del sujeto de las propias ciencias empíricas. Hay que analizar el problema del elemento cualitativo en los análisis cuantitativos. Las ciencias empíricas en general —y no solamente la ciencia económica— ven todavía hoy el elemento cualitativo de los valores humanos como algo que no compete a la ciencia, pero a través de toda la ciencia empírica corre un fantasma: es el fantasma de la omnisciencia, el presupuesto necesario para hacer posible la reducción de lo cualitativo a lo cuantitativo y para excluir la ética de la ciencia. Esta ciencia cuantitativista no se percata de que la ética existe precisamente porque no somos seres omniscientes (2016: 208).

Vandana Shiva, por su parte, asegura que:

Una importante fuente de amenaza  a nuestra supervivencia ecológica y creciente cultura de inseguridad es la autoridad y el dominio de construcciones abstractas, y una negación de lo real, lo concreto, lo que da vida. Este “escape” de nuestro ser  como especie biológica está arraigado históricamente en la división cartesiana / newtoniana entre mente y materia, entre lo objetivo y lo subjetivo, entre las cualidades primarias y las secundarias. En una concepción del mundo reduccionista y mecanicista, lo construido tiene primacía y es más real que la propia realidad. Este dominio de las construcciones abstractas sobre la realidad vivida se basa en la división y la separación, la descontextualización y la enajenación, y una ceguera ante la desintegración que resulta de separar lo que está interconectado. La atomización se ha convertido en el pensamiento y en la práctica dominante. (2007: 117)


Es así que podemos decir que la obsesión economicista es un pensamiento abismal, al punto que pone en riesgo la vida de la especie humana, justifica la explotación ambiental y social, constituyendo hoy la raíz de la crisis sistémica que vive la humanidad.


La economía y la falsa autoregulación: bases del fascismo neoliberal

Comprendiendo lo antes descrito, uno de los principios de la economía como médula del discurso hegemónico moderno occidental, que lo convierte en un pensamiento abismal, es la de la autoregulación de las fuerzas del mercado. El error epistémico surgió en la época en que se utilizó la lógica de la física en la economía. Como planteamos inicialmente, las ciencias como la física se encarga de estudiar aspectos objetivos; mientras que el objeto de la economía siempre está transversalizado por lo subjetivo, por el homo demens. Sin embargo, con la física cuántica desarrollada en el siglo XX, las propias fronteras de la física y su relación con la realidad, así como las certezas de las leyes físicas newtoneana, se relativizaron, se flexibilizaron, en tanto el microcosmos funciona con leyes distintas a las del macrocosmos, por lo tanto, han perdido su carácter de universalidad, derribando las nociones de una realidad mecanicista, que sea posible abarcar con miradas reduccionistas y por algunas leyes y principios universales.

La autoregulación es, además, un principio de la biología, de la vida natural. Los seres vivos son sistemas de células que se autoregulan a través de procesos que tienden hacia el equilibrio, llamado homeóstasis. Maturana habló de la autopoiesis  como la capacidad de los seres vivos a auto reproducirse. Sin embargo, el propio Maturana como biólogo, o físicos como Fritjof Capra, alegan que esos procesos sólo se dan en el mundo celular, en lo biológico, en lo físico; por el contrario, en lo social, y por ende en lo económico, no existe la autoregulación, ya que se tratan de dimensiones que se mueven por fuerzas humanas no espontáneas ni tendientes al equilibrio. Quizás este es el gran argumento central en el que llegamos para deslindarnos del neoliberalismo como discurso hegemónico. 

Conclusiones preliminares 
En este artículo, el gran cuestionamiento realizado desde el enfoque crítico al discurso científico moderno, en particular al de las ciencias sociales, es el de igualar sus lógicas con las disciplinas que estudian el mundo físico y biológico, en lo social. Uno de nuestras conclusiones es que el fascismo totalitario del neoliberalismo parte de este error (¿deliberado?) de enfoques. 
Es así que los pensamientos libertarios no pueden reproducir estas lógicas; por el contrario, se están construyendo lógicas que:
1.-no niegan la cuantificación ni las categorías interpretativas de la modernidad hegemónica, pero que comprenden que esas visiones son particulares y no universales; que cambian en función de culturas, territorios y momentos históricos; y de lo que se trata es de trascenderlas integrándolas, no negándolas; eso sí, quitándoles el endiosamiento propio del totalitarismo epistémico, del fascismo teorético;
2.-el cuantitativismo puede, y de hecho lo hace, derivar en autoritarismo epistémico, al no permitir la aceptación de reflexiones propias de la filosofía como es el elemento ético, pero también, excluye y niega a priori las otras múltiples epistemes que coexisten en el mundo contemporáneo, más allá de la pretendida mirada totalitaria del cientificismo colonial, como le llamó Oscar Varsavsky, que se constituyen hoy en dogmas cerrados y excluyentes;
3.-que la vida social no se reduce a lo económico; lo económico es una dimensión más, y no es la más determinante. El mercantilismo y la mirada crematística de los monetaristas hoy hegemónica, es reduccionista, y ya no da respuestas a un mundo complejo e interconectado;
4.-que la economía como dimensión no puede ser interpretada ni controlada como si se tratara de una realidad biológica o física, es decir que ya no podemos creer que el mercado existe como fenémeno biológico y físico que se "autoregula" como si se tratara de sistemas celulares, y tampoco es coherente la idea de que la economía se controla como si fuera una dimensión física; por el contrario, la mirada sistémica que plantean teóricos como Hinkelammert, Mora y Max Neef, es mucho más compleja y holística, y hoy nos acercamos a la comprensión de la economía como flujo humano-social de comunicación e información, cuyo control, dominio, es extremadamente complejo, y que está estrechamente relacionado a aspectos ambientales, territoriales, tecnológicos, culturales, psicológicos, comunicacionales, entre otros.


Referencias

Hinkelammert, Franz y Mora, Henry (2016). Hacia una economía para la vida. Preludio a una segunda crítica de la economía política. Bolivia: Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia. Disponible: https://fortalecimientociudadano.vicepresidencia.gob.bo/wp-content/uploads/2018/04/hinkelammert.pdf Consultado: 2019, 19 de junio


Consultado: 2019, 23 de junio

Levinas, Marcelo (2006). Las imágenes del universo. Una historia de las idea del cosmos. Buenos Aires: Siglo veintiuno editores Argentina, S.A.

Ritzer, George (2010). La McDonalización de la Sociedad. Madrid: Editorial Popular, S.A.

Shiva, Vandana (2007). Las Nuevas Guerras de la Globalización. Semillas, agua y formas de vida. Madrid: Editorial Popular, S.A.


Referencias videográficas

Max-Neef, Manfred (6 oct. 2014). Una economía para servir a las personas y a la vida https://www.youtube.com/watch?v=pemGHlMf1-8


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