Alí Ramón Rojas Olaya: Profesor investigador de la Escuela Venezolana de Planificación y de la Escuela de Defensa Integral Comandante Eliézer Otaiza (Ediceo). Rector de la Universidad Nacional Experimental de la Gran Caracas. Presidente del Centro Rodrigueano de Investigación Social para la Latinoamericanidad (Crisol).
Para Simón Rodríguez la libertad plena de un pueblo se logra cuando
éste pueda producir un pan del tamaño de su hambre. En 1832, en sus
Observaciones sobre el terreno de Vincocaya, escribe esta máxima: “una
revolución política pide una revolución económica”. En la edición de
1842 de su libro Sociedades Americanas, nos dice: “el producto de la
tierra es la mejor hipoteca”. En 1847, le escribe a Anselmo Pineda, “la
verdadera utilidad de la creación es hacer que los habitantes se
interesen en la prosperidad de su suelo”. En 1851, en los Consejos de
amigo dados al Colegio Latacunga, es preclaro: “si los americanos
quieren que la revolución política les traiga verdaderos bienes, hagan
una revolución económica y empiécenla por los campos y diariamente
notarán mejoras, que nunca habrían conseguido empezando por las
ciudades. Entrométanse los venezolanos (en el original dice
“arequipeños”) a hacer, como Rodríguez ha entrometido a decir, y las
ciudades agrícolas del campo serán las principales ciudades de Venezuela
(en el original dice “Arequipa será la principal ciudad de Perú”). Con
vencer dos obstáculos lo consiguen. El uno es, la repugnancia a
asociarse para emprender y el otro, el temor de aconsejarse para
proceder. Formen un plan de operaciones rurales. Enseñen para que se
ejecute y protejan para que se conserve. Busquen hilos de agua. Ellos
les darán con qué beneficiar gruesas vetas de metal. ¡¿Quién creería que
una acequia diese motivo para escribir tanto!? O el que escribe es un
hablador y ha aprovechado de la acequia. O la acequia estaba reventando
por hablar, y ha aprovechado del escritor”.
El ingeniero
agrónomo Felipe Gómez Álvarez fue ministro de Agricultura y Cría entre
1984 y 1988. Desde esa trinchera logró derrotar la frustración, la ruina
y la desmoralización de los productores campesinos, inspirándoles y
estimulándoles la pedagogía rodrigueana para que la rentabilidad de la
tierra se manifestara en beneficios concretos. Lo que siguió en aquel
contexto adverso signado por el Viernes Negro fue una ruptura radical de
la importación de alimentos que proporcionaba el 70% de las proteínas y
calorías de origen vegetal que consumía la población. ¿Cómo se logró?
En primer lugar con voluntad política, es decir, colocando un gerente
comprometido con la Patria y con capacidad para transformar. En segundo
lugar (éstas acciones se derivan de la primera), aumentando el número de
hectáreas cosechadas y los niveles de empleo del sector agrícola,
incrementando los niveles de autoabastecimiento y sacándole el mayor
provecho social a las divisas, saldando las deudas con los productores
agrícolas; restituyendo la capacidad financiera de la banca oficial
especializada, y concertando políticas desde la sinceridad con los
gremios de agricultores. Para lograr mayor producción hubo que liquidar
la Corporación de Mercadeo Agrícola, explica el sociólogo Juan Hernández
en el artículo El milagro agrícola venezolano, para suprimir “un factor
de desarticulación de los circuitos agroalimentarios”, es decir, “el
que hacía posible que la agroindustria se desentendiera de la
problemática de sus proveedores de materia prima y que los agricultores
no se preocuparan por el mercado final de sus productos”.
El rol
de las universidades en estos momentos debe girar en torno a dos
conceptos: productiva y popular. Sobre el primero dice Kléber Ramírez
Rojas: “producir alimentos, ciencia y dignidad”, sobre la segunda,
explica Rodríguez, hay que empezar “por la Economía Social con una
educación popular, reduciendo la disciplina propia de la economía a dos
principios: destinación a ejercicios útiles, y aspiración fundada a la
propiedad y deduciendo de la disciplina el DOGMA: lo que no es general
no es público, lo que no es público no es social”.
En este
sentido, el viernes 19 de julio de 2019 se desarrolló un foro en el
Instituto Nacional de Tierras (INTI). Allí, Robert Longa, de la comuna
Alexis ViVe de Caracas, dijo: "Nosotros somos obreros, campesinos,
comuneros, en definitiva somos luchadores. Por ello debemos organizar
brigadas de la ciudad al campo para sembrar, para llevar a la práctica
nuestra palabra y convocar a la gente, ir a la praxis con la coherencia
del discurso. Tenemos que construir sobre los territorios la producción y
la defensa". Por su parte, Ángel Prado, de la comuna El Maizal, indicó:
"hoy se viene revirtiendo la política agraria de Chávez, se viene
retrocediendo en las conquistas establecidas en la Ley de Tierras. Esta
crisis que se vive en Venezuela la ha generado la derecha venezolana con
el reformismo y no son ellos los que van a dar soluciones. Desde la
comuna El Maizal nos unimos a esta lucha. Nosotros también hemos sido
víctimas de la criminalización por recuperar la tierra. Entonces
decidimos entrar y poner a producir y después pedir la carta agraria,
porque para nosotros la prioridad no es un papel sino producir. Nosotros
nos sumamos a apoyar en la recuperación de esos predios produciendo”.
Los rectores de las universidades, insiste Rodríguez en el Extracto
sucinto de mi obra sobre la educación republicana (1849), “serían buenos
labradores si en las tierras vírgenes de los desiertos sembraran la
semilla que se pierde en los poblados (los niños pobres). Harían la
abundante cosecha (de hombres) que en vano esperan de los corrales y de
los salones de las ciudades. Por más esmero que pongan en cultivar, en
terrenos ingratos, semilla buena, al cabo verán que en los corrales
sembraron para cochinos y en los salones para pájaros. Escapará una que
otra matita, y tendrán que consolarse con esperanzas de campesino
agorero”.
Sometamos el proyecto de Simón Rodríguez a la crítica: “el siglo tiene su enfermedad, una sed insaciable de riqueza, pero también tiene su genio: hay fuerzas en el sujeto, y éstas consisten en sus luces”. Ha llegado nuestra hora: los campos venezolanos también están reventando por hablar: ¡Siémbrennos!
Sometamos el proyecto de Simón Rodríguez a la crítica: “el siglo tiene su enfermedad, una sed insaciable de riqueza, pero también tiene su genio: hay fuerzas en el sujeto, y éstas consisten en sus luces”. Ha llegado nuestra hora: los campos venezolanos también están reventando por hablar: ¡Siémbrennos!
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