Alí Ramón Rojas Olaya. Profesor investigador de la Escuela Venezolana de Planificación y de la Escuela de Defensa Integral Comandante Eliézer Otaiza (Ediceo). Rector de la Universidad Nacional Experimental de la Gran Caracas. Presidente del Centro Rodrigueano de Investigación Social para la Latinoamericanidad (Crisol).
(1) Los Mapuche
La palabra mapu significa tierra y che es una
palabra universal, como lo es el Che Guevara. Che es vocativo que
significa gente, persona, ser humano. Los Mapuches sobreviven en el
centro y sur de Chile y en el suroeste de Argentina. Su cultura es
eminentemente oral y en su lengua mapudungun se acuna el gentilicio
chileno porque “es bella, plena de imágenes, con gran riqueza para
expresar los complejos sentimientos del alma humana”. Dado que la
capacidad oratoria es símbolo de destreza social, su literatura oral ha
sido muy amplia, destacándose la forma de relato conocida como epew,
similar a las fábulas.
En la cultura Mapuche las mujeres no están
sometidas. En el trabajo a ellas les corresponden las tareas de
labranza, tejido y ejercicio de la medicina. La mujer no aporta dote al
matrimonio. Es el hombre quien ofrece ganado, herramientas y muchos
bienes para poder casarse con ella. La poligamia no pone a la primera
esposa en inferioridad de condiciones. La mujer es libre para deshacer
el vínculo. Además, la filiación es por línea materna.
(2) El guerrillero
Uno de los «padres de la Patria de Chile», nacido en Santiago el 27 de
febrero de 1785, riega de anhelo el mapa de la nación austral. Manuel
Rodríguez crea y redacta el Reglamento Constitucional Provisorio de
1812, documento precursor de la Constitución política. Chile no hubiese
derrotado nunca al ejército español que intentó reconquistarla, si
Manuel Rodríguez no infiltra la retaguardia enemiga para mantener vivo
el espíritu de la insurrección con el consentimiento del Libertador José
de San Martín. El 21 de enero de 1817, cinco mil soldados comandados
por Rodríguez, atraviesan la cordillera de los Andes por los pasos de
Uspallata, Piuquenes, el Planchón y los Patos, y amaneciendo febrero ya
avistaban territorio chileno.
“Saliendo de Melipilla, corriendo
por Talagante, cruzando por San Fernando, amaneciendo en Pomaire.
Pasando por Rancagua, por San Rosendo, por Cauquenes, por Chena, por
Nacimiento: por Nacimiento, sí, desde Chiñigüe, por todas partes viene
Manuel Rodríguez” acompañado de pueblo: “pásale este clavel, vamos con
él”, dice una mujer de la multitud.
“Que se apaguen las
guitarras que la Patria está de duelo. Nuestra tierra se oscurece:
mataron al guerrillero. En Til-Til lo mataron los asesinos” el 26 de
mayo de 1818, “su espalda está sangrando sobre el camino: sobre el
camino, sí, quién lo diría, él, que era nuestra sangre, nuestra alegría.
La tierra está llorando. Vamos callando”, nos relató Pablo Neruda.
(3) Simón Rodríguez
Tras una travesía por mar hasta Valparaíso, Simón Rodríguez llega a
Concepción de Chile en 1833, atendiendo una invitación del Intendente de
la ciudad José Antonio Alemparte para que lleve adelante “el mejor plan
posible de educación científica” en el Instituto Literario. En 1834, se
imprime en Concepción, el Galeato al Tratado sobre las Luces y Virtudes
Sociales de Simón Rodríguez. El 20 de febrero de 1835 un fuerte
terremoto arrasa la ciudad de Concepción. La escuela del Instituto donde
enseña Rodríguez queda destruida. Junto con Ambrosio Lozier y Juan José
Arteaga redacta un informe que se presenta a la “Intendencia de la
Provincia de Concepción de Chile”. En 1836, al sur de Concepción,
administra Simón Rodríguez una pequeña hacienda. Posteriormente se
instala en un aserradero. En 1939, nos cuenta Eduardo Galeano, “Cuesta
arriba, en el barrio La Rinconada del puerto chileno de Valparaíso, al
frente de una casa cualquiera hay un cartel: Luces y Virtudes Americanas
Esto es, velas de sebo, paciencia, jabón, resignación, cola fuerte,
amor al trabajo. Adentro, humo de cocina y alboroto de chiquilines. Aquí
vive Simón Rodríguez. El maestro de Bolívar tiene en su casa una
escuela y una fabriquita. El enseña a los niños la alegría de crear.
Haciendo velas y jabones, paga los gastos”.
(4) Andrés Bello
El 17 de septiembre de 1843, el rector Andrés Bello pronuncia el
discurso con el que se funda la Universidad de Chile. Allí nos habla del
rol de una universidad: “estudiar las especialidades de la sociedad
chilena bajo el punto de vista económico”, “examinar los resultados de
la estadística chilena, contribuir a formarla, y leer en sus guarismos
la expresión de nuestros intereses materiales. Porque en éste, como en
los otros ramos, el programa de la Universidad es enteramente chileno:
si toma prestadas a la Europa las deducciones de la ciencia, es para
aplicarlas a Chile” porque “todas las sendas en que se propone dirigir
las investigaciones de sus miembros, el estudio de sus alumnos,
convergen a un centro: la patria”.
(5) Santa María de Iquique
Toda la zona del salitre en Chile está constituida por el desierto de
Atacama. Los territorios de Tarapacá y Antofagasta fueron arrebatados a
Bolivia por Chile tras la Guerra del Pacífico (1879-1884), significando
para la nación austral acceder a una zona que tiene además grandes
yacimientos de cobre. A finales del año 1907, los trabajadores del
salitre organizan una huelga dadas las míseras condiciones de trabajo y
explotación. El 21 de diciembre, el presidente Pedro Montt ordena al
general Roberto Silva Renard reprimirla por medio del indiscriminado uso
de la fuerza armada. Más de tres mil obreros que se alojaban en la
Escuela Domingo Santa María del puerto de Iquique fueron asesinados.
“Allí al pampino pobre mataron por matar”, nos cantó el Quilapayún.
(6) Se abrirán las grandes alamedas
Desde la montaña que lleva por nombre Gabriela Mistral, gracias al aedo
Volodia Teitelboim, el bardo mapuche Lorenzo Aillapán Cayuleo vuela
como üñümche («hombre pájaro») para traducirnos el lenguaje de las aves.
Elicura Chihuailaf Nahuelpán “galopa, soñando va por los caminos del
cielo. De todos lados vienen a saludarle las estrellas”; Leonel Lienlaf
“es el sueño de su abuelo que se durmió pensando que algún día
regresaría a esta tierra amada. Ha corrido a recoger el sueño de su
pueblo para que sea el aire respirable de este mundo”; y Jaime Luis
Huenún “escucha el galope de las generaciones, los nombres enterrados
con cántaros y frutos, la lágrima, el clamor de lentas caravanas
escapando a los montes de la muerte y la vida”.
Hoy, en el
octubre rebelde de 2019, una mujer canta recordando a Amanda y Víctor
Jara vuelve a tomar la guitarra con sus manos de esperanza. Violeta da
gracias a la vida. Los hermanos Arriagada entonan Nathalie. El poeta
mapuche Rosendo Huenumán declama volcanes sobre el Mapocho. No hay
tiempo para las discordias. En una taberna, toman un vino antes de
sumarse a las calles, Pablo de Rokha, Vicente Huidobro y Pablo Neruda.
Simón Rodríguez y Andrés Bello, mientras reparten el Galeato al Tratado
sobre las Luces y Virtudes Sociales, hablan sobre la hora de América.
Los milicos presienten que la espada de Bolívar anda por allí liberando
pueblos. Washington, el perro de Condorito ladra asustado. Mujeres,
hombres, jóvenes, niñas y niños van al lugar esperado, al lugar de
encuentro, allí está el compañero presidente: “me dirijo a la juventud, a
aquellos que cantaron y entregaron su alegría y su espíritu de lucha.
Me dirijo al hombre de Chile, al obrero, al campesino, al intelectual, a
aquellos que serán perseguidos, porque en nuestro país el fascismo ya
estuvo hace muchas horas presente; en los atentados terroristas, volando
los puentes, cortando las vías férreas, destruyendo lo oleoductos y los
gaseoductos, frente al silencio de quienes tenían la obligación de
proceder”. Al día siguiente: en las grandes alamedas abiertas “un niño
juega y canta con sus amigos nuevos, y ese canto es el canto del suelo a
una vida segada en La Moneda”.
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