El racismo es un componente fundamental del sistema de valores de la oligarquía boliviana, y está en la base de la violencia simbólica y material ejercida contra los indígenas a lo largo de la historia. Es ejercido a través de los aparatos educativos e ideológicos, de las instituciones y de las fuerzas represivas.
De modo que no resulta extraño que en pleno siglo XXI la
violencia contra los indios bolivianos y su cultura emerja desde lo más
profundo de la psique reptiliana y las bajas pasiones de la elite blanca. No es
casual que la saña seminal adquiera las formas más espantosas de terrorismo
contra los indígenas y contra un gobierno presidido por un indio de origen
popular que promueve la defensa de la cultura de los pueblos originarios.
El legado racista europeo
La casta blanca y sus herederos expropiaron por la fuerza los
medios de producción a los indios en Bolivia y encarnan el feroz discurso
antiindígena de los doctos colonizadores europeos desde el siglo XVI hasta la
actualidad. Del científico francés Cornelio De Pauw (1739-1799) quien habla de “los animales
vulgarmente llamados indios” y sostiene que “los indios del Nuevo Mundo son siervos por
naturaleza”. Del sacerdote jesuita Filippo Salvatore Gilij (1721-1789) que afirma
que “Las naciones indias son naciones estúpidas”. Del naturalista francés Buffon
(1707-1788), quien sentencia: “El indio es un animalazo frío e inerte;
inexperto, impotente y débil”. Del filósofo alemán Immanuel Kant (1724-1804), que
asegura: “Los indios son una subraza no bien formada todavía. Sus pueblos no son
susceptible de forma alguna de civilización. Representan el escalón el más bajo
de la humanidad”. Del economista francés Turgot (1727-1781), quien dice que los
“salvajes de América pertenecen el estadio infantil de la humanidad”. Del pensador
alemán Federico Hegel (1770-1831), que asevera: “Los aborígenes americanos son
una raza débil en proceso de desaparición. Sus rudimentarias civilizaciones
tenían que desaparecer necesariamente a la llegada de la incomparable
civilización europea”. Del sociólogo francés Augusto Comte (1798-1857) quien
afirma que los indios son “voraces, escasamente eróticos, imprevisores,
invenciblemente reacios a todo trabajo regular, están privados de religión y su
vida es profundamente triste”.
El racismo como cultura
Desmontar este andamiaje cultural antiindígena no es tarea fácil
porque en él se cimienta todo el régimen de explotación y hegemonía de la
oligarquía boliviana y los supremacistas extranjeras que la apoyan. Así, todo
el sistema educativo (escuelas, universidades, medios de comunicación, iglesia
católica y protestante, etc.), represivo (fuerzas militares, policiales y
paramilitares) e institucional (poderes públicos, instituciones, legislación, empresas,
etc.) de la élite blanca promueve y
favorece esta cultura de odio y desprecio. Sin ese apoyo ideológico, toda su red
de poder político, económico, judicial y su sistema de creencias,
convencionalismos sociales e ideología se vendrían abajo.
El racismo es -para decirlo con una frase de Wilhelm Reich
tomada de Psicología de masas del fascismo-“una ideología que se convierte en
una fuerza material”, es decir, una
fuerza ideológica que se hace hegemónica porque una élite intelectual, unas
clases dominantes y
un Estado segregacionista lo sistematizan,
institucionalizan, defienden e imponen. Por esa razón, dice Evo Morales: “Antes
de 1952 a los indios no se le permitía ni siquiera entrar en las principales
plazas de las ciudades, y casi no había políticos indígenas en el Gobierno
hasta finales de 1990”.
Por tanto, los hechos acaecidos en Bolivia nos enseñan que no es
suficiente tomar el poder político y transformar la estructura del Estado. Ni siquiera
se trata solamente de empoderarse del aparato económico y generar bienestar a
las mayorías. El tema es eminente cultural y hegemónico: si por cultura entendemos
no solo las artes y las distintas formas de producción de la vida material, sino
también el sistema de valores y creencias; y por hegemonía el sistemático ejercicio
del convencimiento que busca ganar la mente y el corazón de la gente para que
favorezca determinados proyectos políticos. De lo que se trata, en definitiva, es
del contrapunteo entre dos modelos civilizatorios y culturales: el supremacista
y el emancipador.
La respuesta de los pueblos
En consecuencia, es indispensable avanzar en el proceso de
fortalecer e irradiar una cultura emancipadora que: 1) desmonte la base de
sustentación de las culturas de la opresión fundadas en discursos racistas y
supremacistas; 2) promueva un sistema de valores que defiendan la igualdad, la
tolerancia, la democracia y la justicia social, 3) reivindique la autoestima
colectiva de los pueblos que han sido marginados, y 4) articule esta cultura de resistencia a la
defensa de un país y de un proyecto liberador, para fortalecer la noción de
Patria y soberanía.
En palabras del Vicepresidente de Bolivia Álvaro García Linera esto
significa ejercer la hegemonía cultural, es decir, suscitar “cambios drásticos
en el orden y los esquemas mentales con los que las personas interpretan, conocen
y actúan en el mundo, en las ideas, en los pre-conceptos e inclinaciones
morales dominantes de las personas”. Pues preveía que de lo que se trataba era
fundamentalmente de lograr “la transformación del mundo simbólico de las
personas, de construir un poder ideológico, un liderazgo moral y una
conducción política para la inmensa mayoría de la sociedad movilizada”. Y esto se
debía lograr, nos decía, “principalmente por medio del conocimiento, la
disuasión, la convicción lógica, la adhesión moral y el ejemplo práctico”. (Álvaro
García Linera, ¿Qué es una Revolución?)
Ahora bien, romper con la cultura de la opresión no es fácil
pues está enraizada: en el cerebro reptiliano
de las capas económicas dominantes que se favorecen de ello; en la
subcultura de las clases medias que han usufructuado
también los beneficios de disponer del indio como mano de obra sumisa e
inteligencia subordinada; en la cultura corporativa de las instituciones
públicas y privadas, civiles y militares que históricamente han ejercido
racialmente el poder; y en el imaginario de algunos sectores indígenas que han
asimilado el discurso discriminatorio.
Este discurso racista es como un bacilo agazapado que se nutre
con la sangre indígena y popular, infecta todo el cuerpo social, y lo envenena
todo, especialmente las ideas, los impulsos primarios, las actitudes, los
comportamientos y las emociones.
Pero Bolivia es una nación mayoritariamente indígena, cuyo
pueblo de piel cobriza ha recuperado la memoria histórica, está reivindicando
su cultura ancestral y fortaleciendo su esperanza. Por eso sale a la calle y
enfrenta la jauría racista que los quiere someter. Asume que su código de ética
(de origen inca) es diametralmente opuesto al de sus opresores y se resume en
el siguiente lema: “No mentir, no robar y no holgazanear”. Igualmente reivindica
el principio del poder obediencial, que significa que quienes gobiernen deben
ser voceros del pueblo: gobiernan obedeciendo el mandato popular en un proceso dialéctico
de continua revisión, rectificación,
reimpulso y creación heroica. Por tanto, Evo Morales y los movimientos
indígenas volverán al poder, vencerán a los racistas, ejecutarán un programa
exitoso para abatir sistemáticamente el racismo y propiciarán la cultura de la
emancipación.
Caracas, viernes 22 de noviembre de 2019
El colonialismo siempre ha considerado a las Etnias como Animales, Hombres que no son capaces de producir conocimiento. Sin embargo esta Cultura se enfoca mas en la Importancia del Hombre y el cuido del Ambiente razon por la cual los intereses de estos son opuestos al del Colonizador. El interes voraz y depredador de las transnacionales por tener bajo control del Litio de Bolivia ha conllevado a la actual situacion politica con la ayuda de la oligarquia Boliviana, Internacionalmente no respetan la voluntad popular y la autodeterminacion de los Pueblos.
ResponderEliminarEvo Morales y sus connacionales volveran al Poder en Bolivia como Tupac-Amaru con mas energia y fuerza creadora en la construccion de la Patria Gande y la creacion de los Sueños del Libertador.