La dimensión psicológica de la guerra no convencional (parte I). Javier Nouel


Dr. Javier Nouel. Docente investigador de la FEVP. Es miembro de distintas organizaciones relacionadas a la alimentación y salud natural. Es el responsable de comunicación y comunidad del Congreso Permanente de Medicina Natural y Terapias Complementarias.
Correo: congresomedicinanaturalivic@gmail.com 

En la actualidad es innegable que la República Bolivariana de Venezuela se encuentra bajo un asedio permanente. Desde el momento en que el expresidente Obama declaró en el 2015 a Venezuela como amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad del gigante del norte, lo cual es a todas luces una jugada leguleya que raya en el absurdo, la escalada de violencia de todo tipo, en particular la simbólica, ha tomado dimensiones nunca antes vistas ni vividas.
El fin del discurso del disimulo: más violencia imperial
Con Trump en el poder, el carácter intervencionista, imperialista y guerrerista del gobierno de los Estados Unidos, tomó dimensiones particulares, por lo que hemos asegurado que se trata del fin del discurso del disimulo del imperialismo; es decir, que el imperialismo se muestra más racista, más xenófobo, más intervencionista, más dictatorial y violento, que en los anteriores gobiernos, que buscaban disimular su verdadero carácter. Obviamente, el argumento central que es el de la “defensa de la libertad y la democracia” no es más que una estrategia de marketing, y aún se mantiene intacto. De hecho, si existe un gobierno que no permite el “libre mercado” en lo interno como en lo externo, es el de los Estados Unidos; por lo tanto, la “defensa del libre mercado” es un eufemismo para nombrar la postura neocolonial e imperial de Estados Unidos y los países de la OTAN.
Este recrudecimiento de las acciones del gobierno de los Estados Unidos con el gobierno de Trump viene acompañado de un recrudecimiento de las acciones y discursos de los sectores pro imperialistas internos de cada país de los pueblos del Sur; lo que en Venezuela hemos vivido en los últimos 20 años, con intentos de golpes de estado, guarimbas, campañas de descrédito ante el pueblo y la opinión  pública internacional, guerra económica, asedio y bloqueo financiero, llegando a la persecución y asesinato de militantes de izquierda en los breves períodos y espacios que han ocupado los aliados del imperialismo.
Consecuencias psicológicas
Quizás una de las consecuencias más difícil de palpar del acoso internacional contra Venezuela sea la simbólica, y con ello, lo psicológico y sus efectos concretos en la salud; en particular es difícil cuantificar estas consecuencias ya que son intangibles, más difíciles de medir.
En el marco del Congreso Permanente de Medicinas Naturales y Terapias Complementarias hemos venido discutiendo este tema, porque vemos en el día a día, el desgate psico emocional de las personas y colectividades que orientamos y atendemos.
El bluffing como táctica política de desgaste
Recientemente, el gobierno de los Estados Unidos volvió a lanzar una amenaza en la que se asegura que Trump podría estar pensando en un bloqueo naval a Venezuela, justo un año después del fallido ingreso de fuerzas extranjeras con Guaidó a través de la frontera colombo venezolana, que contó incluso con un concierto financiado por un magnate norteamericano y con artistas pro imperialistas del lado del territorio colombiano, que fue transmitido en vivo y directo a todo el planeta por medios audiovisuales.
Es importante recordar que Trump está en campaña electoral y podría ser un juego de “bluffing”. El “bluffing” para los norteamericanos es un juego de intimidación en el que se amenaza al contrincante para desestabilizarlo psicológicamente y garantizar sea más fácil su derrota; así mismo, a través del “bluffing” se muestra más poderoso. Trump ha evidenciado ser un maestro del “bluffing” tanto en la política interna como en los asuntos internacionales. Pareciera que tuviese una actitud errante en el que va y viene con amenazas que luego no cumple. Quizás sea precisamente el “bluffing” como táctica política. Cada amenaza del presidente de una potencia como la de los Estados Unidos, genera impactos en las economías, en el precio del petróleo, en las relaciones internacionales de países subaternos, en la migración, entre muchas otras dimensiones actuales. Por ello, se debe generar un nuevo marco legal internacional que ponga freno a estas actitudes que generan daños difíciles de medir pero que en definitiva están bien pensadas y planificadas.
¿Cuáles son las consecuencias de amenazar y hostigar a un pueblo entero? ¿No existen leyes internacionales que defiendan a pequeños países como Venezuela ante el asedio permanente de potencias imperiales? Son preguntas que dejamos en el tapete.
El impacto en la salud de un pueblo producto del asedio permanente es difícil de cuantificar. Para tratar de visualizarlo describiremos qué ocurre en un individuo que está en escenarios de constante “estrés”.
El organismo humano como un sistema
El organismo humano funciona como un sistema que está vinculado a su entorno. Este entorno no solo es el medio ambiente físico que lo rodea, sino que también está conformado por el medio social. Las múltiples interacciones que establece el individuo con el medio nos lleva a afirmar que no existe una verdadera diferencia entre el individuo y su entorno. El individuo “es” en función de su entorno ecológico y social.
Hoy en día se habla de la psico neuro endocrino inmunología para describir como los factores psicológicos están indivisiblemente separados de los sistemas neurológicos, endocrinos e inmunológicos de cada individuo; algo que hace unos 30 años, era poco discutido en las ciencias de la salud.
El estrés de la guerra mediática y sus consecuencias en la salud
Bien, ante un estímulo amenazante se producen una serie de cambios internos, en particular neurológicos (se liberan neurotransmisores) y endocrinos (hormonas) que preparan al individuo a actuar ante una emergencia. El estímulo es captado por los sentidos e interpretado por la psicología del individuo, que lo relaciona con algo amenazante según lo que ha aprendido (experiencia y cultura). Estos cambios son interpretados por el individuo como emociones básicas: miedo, ira, asco; y éstas generan a su vez un accionar.
El ser humano tiene un diseño biológico que no se ha modificado desde hace millones de años; sin embargo, los contextos ecológicos y sociales han cambiado vertiginosamente, en particular en el último siglo.
La reacción emocional ante un estímulo que es interpretado como amenazante es el mismo de cuando los seres humanos vivían en la selva; se libera hormonas y neurotransmisores como el cortisol, la adrenalina y la noradrenalina, que generan cambios importantes en el organismo para que actúe rápidamente a manera de supervivencia: aumentan los latidos del corazón ya que se requiere más oxígeno y sangre porque se supone que habrá que correr, saltar, golpear, defenderse, atacar, etc; la sangre se bombea  a las extremidades; la pupila se dilata y los movimientos oculares se hacen rápidos en búsqueda de otros estímulos amenazantes y soluciones a la situación; las funciones digestivas se reducen; los esfínteres se cierran; la actividad sexual se inhibe, así como las relacionadas al crecimiento y regeneración de tejidos.
Estos procesos activan al individuo en caso, por ejemplo, que en la selva, se encuentre con una fiera peligrosa. El individuo, que interpreta que la fiera es peligrosa porque lo aprendió de su cultura y/o su experiencia, correrá, o saltará o atacará, es decir, realizará alguna actividad física para la supervivencia, con lo que logrará que los neurotransmisores y hormonas liberadas ejerzan su función, y una vez superada la situación de riesgo, todo vuelve a la normalidad. Esto es conocido como el “euestrés”, que es la reacción normal y necesaria ante situaciones de riesgo. De hecho, es necesario situaciones que generen cierto estrés para que el individuo se movilice y crezca, ya que cada experiencia, genera una memoria inclusive corporal, neurológica y endocrina, con la cual, se fortalece. Ante la no presencia de estímulos estresantes, también se generan desequilibrios intraorgánicos que se pueden evidenciar en falta de interés, depresión, desregulación de la respuesta emocional del individuo, entre otros; como se evidencia en los animales en cautiverio.
En el mundo contemporáneo, la mayoría de situaciones “estresantes” que enfrentan los individuos humanos son simbólicas; por ejemplo las noticias como aumentó el precio del dólar, estamos ante amenazas de invasión y bloqueo naval, la dictadura te quitará a los hijos, una nueva pandemia se acerca y no hay medicinas, la dictadura nos quiere eliminar, etc.
En este escenario, los cambios fisiológicos experimentados no desencadenan acciones físicas como las descritas anteriormente, ya que en su mayoría, son ideas abstractas que son interpretadas como amenazantes. Entonces, el individuo no corre, ni salta, ni golpea.
¿Qué ocurre cuando el individuo está permanentemente en estado de estrés y no se moviliza?
El individuo se "cocina" en sus propios “humores”, ya que ante la constante liberación de neurotransmisores y hormonas del “estrés” que no son “usados” o “quemados” con la actividad física concreta de supervivencia, estos se vuelven literalmente tóxicos.
Entre las consecuencias de estados permanentes de estrés no resuelta tenemos disminución de las defensas del organismos, lo que genera predisposición del individuo a enfermedades infecciosas; pérdida o aumento del apetito; pérdida o aumento de peso; problemas gastrointestinales como úlceras, gastritis, estreñimiento; irritabilidad o depresión; agresividad y/o desesperanza; aumento a la predisposición de enfermedades crónicas no transmisibles como diabetes, enfermedades cardiovasculares, enfermedades autoinmunes, cáncer, entre otras; problemas respiratorios; disminución de la fertilidad e inapetencia sexual; dificultades cognitivas de todo tipo; predisposición a enfermedades neurológicas como mal de Alzheimer y otras formas de demencia senil; enfermedades osteopáticas; entre muchas otras.
Aunado a esto, si las situaciones de estrés no tienen resolución satisfactoria, se generan una serie de cambios internos que pueden degenerar en miedo, ansiedad, frustración o ira, rabia, agresividad o incluso estados catatónicos. Todos estos procesos están bien estudiados y han sido descritos desde principios del siglo XX por científicos occidentales.
Las sociedades como sistemas sociales
Así como  podemos ver al ser humano como un sistema que “es” en función de su contexto, los grupos sociales son sistemas conformados por individuos. Un grupo social sometido a amenazas durante largos períodos de tiempo genera anomia social, aislamiento, agresividad, desconfianza, caos, desestructuración, lo cual se evidencia en los individuos en distintas formas.
Esto, si lo vemos en el marco de una humanidad estructurada y organizada geopolíticamente en naciones, los resultados de la agresión permanente a un país son evidentes: pérdida de confianza e la identidad nacional, migraciones desesperada, huida, ruptura con el territorio, odio, violencia o inmovilidad social.
Evidentemente, estas consecuencias están bien estudiadas desde distintas disciplinas modernas como la psicología, la antropología, la sociología, entre muchas otras; y si comprendemos que existen empresas multidisciplinarias con enormes financiamientos denominadas “Think Tank” o tanques de pensamiento estudiando a las distintas sociedades, podemos comprender lo bien pensado del “bluffing” como táctica imperial.
La pregunta que queda es: ¿qué hacer al respecto desde el Estado y las organizaciones sociales?
Desde las Medicinas Tradicionales y Terapias Complementarias tenemos respuestas sencillas, económicas, que no requieren de fármacos importados. Se trata de una serie de principios que desde lo educativo pueden ser socializados a toda la población.

En una siguiente entrega estaremos desarrollando las estrategias que en particular hemos venido trabajando desde el Congreso Permanente de Medicinas Naturales y Terapias Complementarias partiendo del enfoque de la naturopatía.

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