José Gregorio Linares: Profesor de la Universidad Bolivariana de Venezuela, Profesor Investigador de la Escuela Venezolana de Planificación. Responsable Académico de la Universidad Experimental de la Gran Caracas.
Se llaman Tanques Pensantes (Think Tank) los intelectuales de alto nivel al
servicio de un proyecto político. Son intelectuales orgánicos, a tiempo
completo, dedicados a reflexionar, escribir y difundir una ideología. Aportan
los insumos teóricos que permiten que en la acción política las trincheras de
ideas prevalezcan sobre las trincheras de piedras; y el debate racional, sobre la
violencia directa. Proporcionan, por un lado, los fundamentos teóricos que
orientan los planes y programas a ser ejecutados por un Estado o bando político;
y, por el otro, los argumentos más acabados a ser esgrimidos contra el adversario.
Históricamente los tanques pensantes han
sido los principales responsables de formar la mente y el corazón de los
pueblos. Su propósito es propiciar la hegemonía política, es decir, la adhesión
a una causa mediante la persuasión y el convencimiento. Su principal función consiste
en crear y promover teorías, sensibilidad y emociones, acordes con un
movimiento político. Por consiguiente su rol en la sociedad es que, a través de
la formación y el verbo, las mayorías respalden
o rechacen determinada doctrina o régimen. En líneas generales, unos tanques
pensantes promueven el coloniaje y la mansedumbre; otros, la emancipación y la rebeldía.
El ímpetu de la Revolución Rusa, por
ejemplo, no habría sido el mismo sin intelectuales como Máximo Gorki y su
novela La madre, sin Nicolái
Ostrovski y su obra Así se templó el
acero, sin John Reed y el libro Los diez días que estremecieron el mundo. No
hubo soldado, obrero, estudiante o campesino, por humilde que fuera, que no experimentara
la fascinación producida por estos intelectuales; que no se sintiera compelido
por ellos a actuar, más allá de cualquier riesgo o circunstancia.
Para las mayorías, estos
intelectuales fueron fuente de inspiración y estímulo para la acción. Transformaron
la manera de ver y de sentir. En contacto con su obra, el compromiso político
se hizo más militante; y la lucha más trascendente. Sus libros infundieron
coraje y certezas donde alguna vez hubo duda y vacilaciones. Sus enseñanzas se convirtieron
en escudo conceptual; y sus predicas en antídotos contra el desaliento. Lograron
movilizar las fibras morales más íntimas de la sociedad. En palabras de Lenin “fueron
capaces de unir la emoción, el pensamiento y la voluntad de las masas y
despertarlas”. Su artillería ideológica estaba presente en el campo de batalla,
en las fábricas, en las universidades, en el partido, en los soviets, en los
consejos de Estado. Insuflaron una mística y un sentido épico a la lucha.
Cualquiera que tuviera un poco de
sensibilidad sentía el aguijonazo en la conciencia cuando en el clímax de su
novela Nicolái Ostrovski escribió: “Lo más valioso que un hombre posee es la
vida. Se le da a él sólo una vez y por ello debe aprovecharla de manera que los
años vividos no le pesen, que la vergüenza de un pasado miserable y mezquino no
le queme y que muriendo pueda decir: he consagrado toda mi vida y todas mis
fuerzas a lo más hermoso en el mundo, a la lucha por la liberación de la
humanidad”.
También la derecha promueve la actividad
de los Tanques Pensantes. Si revisamos la historia de Venezuela vemos que por
ejemplo el régimen de Juan Vicente Gómez conformó un poderoso grupo de
intelectuales de alto nivel, cuya producción teórica fue clave en la justificación
y mantenimiento del gomecismo. Pensadores como Laureano Vallenilla Lanz, autor
de Cesarismo Democrático con su tesis
del gendarme necesario; Pedro Manuel Arcaya, José Gil Fortoul y César Zumeta,
entre otros, le dieron soporte histórico y sociológico al Benemérito.
Del mismo modo las potencias mundiales
y las trasnacionales le atribuyen un importante papel a los “Think Tank”. Les
rodean de comodidades, le facilitan el trabajo y los promueven. Financian sus
fundaciones y centros investigación, de modo que no tengan nada de qué preocuparse,
salvo en producir conocimientos y divulgarlos. Además, los envían a los países en
rebelión a fin de conformar entre la intelectualidad nativa una mentalidad neocoloizada
y acomodaticia. Si esto les falla entonces recurren a las invasiones militares,
los golpes de Estado y la represión.
Otra de sus estrategias es el apartheid intelectual, consiste en acorralar a los intelectuales
insurgentes, aislarlos y someterlos a todo tipo de privaciones, de modo que se
les haga prácticamente imposible producir conocimiento emancipador. Y si a pesar
de eso producen, se les repudia o mejor aún se les invisibiliza mediante el
simple expediente de ignorarlos y no publicar su obra.
Ante esta situación, se hace
indispensable tomar conciencia de que en estos momentos de guerra ideológica, los
intelectuales insurgentes de nuestro país son “artilleros del pensamiento”: juegan
un papel estratégico en la batalla de las ideas y en el fortalecimiento de la mística. Su
lucha es, por una parte, contra los poderosos batallones de tanques pensantes
de la derecha y el imperio cuyas mentiras, difundidas a través de los más sofisticados
medios, deben ser sistemáticamente desmontadas; por la otra, por fortalecer la confianza
del pueblo en el proyecto revolucionario mediante argumentos sólidos y veraces,
“capaces de unir la emoción, el pensamiento y la voluntad de las masas”. Los
dos ejércitos están parados uno frente al otro. ¡Necesario es vencer!
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