La pedagogía revolucionaria del venezolano Daniel De León [1852-1914], padre del sindicalismo estadounidense- Alí Ramón Rojas Olaya
Alí Ramón Rojas Olaya: Profesor investigador de la Escuela Venezolana de Planificación y de la Escuela de Defensa Integral Comandante Eliézer Otaiza (Ediceo). Rector de la Universidad Nacional Experimental de la Gran Caracas. Presidente del Centro Rodrigueano de Investigación Social para la Latinoamericanidad (Crisol).
Resumen
Este
artículo pretende rescatar el pensamiento socialista y pedagógico de
Daniel De León [1852 – 1914] con la finalidad de conocer las raíces
pedagógicas venezolanas como exigencia que permanece insatisfecha. Para
ello se toma como sustento referencial la carta escrita el 22 de junio
de 1913 extraída del ensayo “El padre del sindicalismo norteamericano”
escrito por el padre del sindicalismo venezolano Rodolfo Quintero
(1979). La carta en cuestión fue la respuesta a un artículo que
escribiera su colega Charles H. Chase el 4 de mayo de 1913. En ella se
respira la posición de Daniel De León por una pedagogía revolucionaria
ante una educación que tiene como propósito “cultivar el arte de ser
metódicamente ignorantes de lo que todo el mundo sabe” creando, en vez
de personas críticas y emancipadoras, “pervertidos mentales” productos
de una educación alienante basada en libros y metodologías que son en
sí, toda una “basura insufrible” vaciada en los cerebros del
estudiantado.
Palabras clave: Socialista, Sueldos de administración, administrador independiente, pervertido mental.
Introducción
Entendemos
por pedagogía revolucionaria a aquélla que no se reduce a una simple
transmisión del saber; sino a la práctica pedagógica que construye el
conocimiento desde una concepción problematizadora [1], y que tiene como
referente la lectura decodificadora de la realidad (diversa, compleja,
conflictiva). Promueve una conciencia ético-crítica en el estudiante que
atravesada por el diálogo, hace surgir una relación horizontal entre
educador-educando, para producir un nuevo conocimiento a partir de esta
experiencia (Freire, 1973).
La
pedagogía revolucionaria, tal y como la exponemos en este trabajo, se
enmarca dentro del paradigma Sociocrítico por fundamentarse en la
crítica social, con un marcado carácter autorreflexivo. Este paradigma
considera que el conocimiento se construye siempre por intereses que
parten de las necesidades naturales y sociales, pretende la autonomía
racional y liberadora de la mujer y del hombre y se consigue mediante la
capacitación de los sujetos para la participación y transformación
social. Utiliza la autorreflexión y el conocimiento interno y
personalizado para tomar conciencia del rol de cada cual, para ello se
propone la crítica ideológica que posibilita la comprensión de la
situación de cada individuo y el descubrimiento de sus intereses. El
conocimiento se desarrolla mediante un proceso de construcción y
reconstrucción de la teoría y la práctica. El paradigma sociocrítico
otorga voz al estudiante como sujeto activo del proceso de aprendizaje y
trasforma la comunicación en un instrumento para el cambio.
La
pedagogía revolucionaria plantea una ruptura epistemológica y
ontológica de las posiciones egocéntrica [2] y antropocéntrica [3] de la
cultura occidental, sin que esto signifique ignorar sus aportes. Se
trata, más bien, de estudiarlos, no como el pensamiento único, sino como
un pensamiento más que debe ser estudiado, un elemento más dentro de la
pluriversidad epistémica [4]. La pedagogía revolucionaria asume la
lucha de clases (marxismo) como génesis de la problemática cuestionando
las relaciones de poder que generan en los seres humanos situaciones
asimétricas de las más diversas formas, y supera la visión estática del
discurso monológico de la educación tradicional (depositaria de
información, bancaria, en términos de Freire), que produce en el
estudiante un efecto de pasividad y una lectura fragmentada de la
realidad. Aquí la advertencia de José Martí (2001) “es criminal el
divorcio entre la educación que se recibe en una época, y la época”
(:281), se inserta en las raíces mismas de la pedagogía revolucionaria.
Didáctica que al contextualizar el conocimiento, potencializa en el
educando una visión humanista, comprometida con la lectura del mundo, o
sea, en el ejercicio de “una lectura crítica de la realidad” (Freire y
Macedo, 1989; 56), que posibilita la visión esperanzadora de la
transformación.
Con
este artículo se pretende rescatar el pensamiento pedagógico de Daniel
De León [1852 – 1914]. Para ello se toma como sustento referencial la
carta que dirigiese a Charles H. Chase el 22 de junio de 1913 tomada del
ensayo “El padre del sindicalismo norteamericano” escrito por el padre
del sindicalismo venezolano Rodolfo Quintero (1979). En ella se respira
su posición por una pedagogía revolucionaria ante una educación que
tiene como propósito “cultivar el arte de ser metódicamente ignorantes
de lo que todo el mundo sabe” creando, en vez de personas críticas y
emancipadoras, “pervertidos mentales”.
¿Quién fue Daniel De León?
El
padre del sindicalismo estadounidense, Daniel De León, nació en Caracas
el 14 de diciembre de 1852 y murió en Nueva York el 11 de mayo de 1914.
Este hecho es importante ya que gran parte de la bibliografía
infoelectrónica consultada afirma que nació en Curazao o que,
sencillamente, era estadounidense. Al respecto dice The Dictionary of
American Biography (en Quintero, 1979, 10),
(…)
siempre dijo a sus amigos que era de nacionalidad venezolana y que su
familia era rica y aristocrática. Sus partidarios lo pintan como un
hombre de una disposición amigable, temperamento genial y de integridad
incorruptible, feliz de vivir y morir pobre, con el solo pensamiento y
la devoción de servirle a la causa de los trabajadores.
Su
familia se marchó a Curazao siendo Daniel un niño, por participar su
padre, el cirujano Salomón De León, en conspiraciones y por asistir a
reuniones políticas. Siguió sus estudios en Holanda y Alemania. En la
Universidad de Leyden cursó Leyes, destacándose por su inteligencia y
aplicación. En las horas libres lee y analiza el Manifiesto Comunista y
sigue con marcado interés las actividades de la Asociación Internacional
de Trabajadores. Mientras es atraído por los escritos de Marx y Engels
se informa de las acciones de defensa de los obreros de distintos países
hasta el punto de identificarse con la causa de los explotados, de las
gentes que todo lo producen y nada poseen. Siente la necesidad de
enfrentarse a los poderosos y piensa en el continente americano, Estados
Unidos, donde también hay hambre y miseria.
En
1872 se traslada a Nueva York. Ingresa como estudiante a la Escuela de
Derecho de la Universidad de Columbia; seis años después obtiene el
doctorado en Ciencias Políticas. Estudia y trabaja: se gana la vida
dando clases de latín, griego y matemáticas en la Escuela de Thomas
Harrington. Junto con José Martí y otros patriotas cubanos, adelanta
acciones revolucionarias y colabora en un periódico escrito en español,
dedicado a la independencia de Cuba.
Publica
medulosos trabajos sobre temas de Derecho Internacional. A los 26 años
ganó un concurso de oposición para asumir la cátedra de esa materia. Se
le considera una autoridad en historia y jurisprudencia. Tenía una
sólida preparación y todos reconocían y admiraban su capacidad de
trabajo como profesor. Su “Labor lieutenantes of the capitalist class”
(documento donde se muestra la lucha contra los agentes obreros de la
clase capitalista) es considerada como exacta y magnífica por Vladimir
Ilyich Lenin (Quintero, 1979, 51). Pese a todo, Daniel De León tuvo que
abandonar la Universidad de Columbia por sus ideas socialistas y la
defensa de los intereses de los obreros y del pueblo. Su actitud lo
convirtió en una persona temida y odiada por los directores y profesores
de la institución universitaria, financiada por capitalistas
estadounidenses.
El
día de su muerte no hubo acuerdos de duelo ni ofrendas florales de la
Universidad de Columbia. Al entierro no asistieron ni profesores ni
estudiantes. Sin embargo el féretro que llevaba sus restos fue cargado
sobre hombros de ferroviarios, metalúrgicos, portuarios y demás obreros,
negros, mujeres y hombres proletarios del pueblo estadounidense. “La
muerte es vía, no término. Morir es seguir el viaje. La muerte es una
victoria y cuando se ha vivido bien, el féretro es un carro de triunfo.
Por eso, cuando se alce el vuelo hay que tener limpias las alas” (Martí,
1975). Y limpias las tenía el gran pedagogo crítico, sindicalista y
revolucionario venezolano.
El socialismo de Daniel De León
Daniel
De León fue un teórico socialista y un dirigente político. Estudió las
obras de Karl Marx y Friedrich Engels e intentó aplicarlas a la lucha
por la defensa de los derechos de las trabajadoras y trabajadores
norteamericanos. Daniel De León participó activamente en 1886 en la
campaña de Henry George, del Partido Laborista Unido (ULP), para la
alcaldía de Nueva York. En 1889 se adhirió al movimiento de Edward
Bellamy, quien había publicado una novela utópica, Looking Backward, que
ensalzaba los valores del cooperativismo. Daniel De León colaboró con
las actividades de José Martí en Nueva York y se identificó con los
principios del internacionalismo proletario. Ambas acciones hacen pensar
en los intereses de De León por las luchas al sur del Río Bravo y en
todas las regiones del mundo (Quintero, 1979, 6). En 1890 se afilió al
Partido Socialista Laborista (SLP), formación en la que pronto destacó
como un brillante orador y donde desarrolló tareas de difusión de los
escritos marxistas y de organización de sus cuadros, así como en la
edición del semanario The People, del que fue director en 1892.
Partidario
de una línea política más radical, en 1895 se separó del SLP con la
facción escindida de los "Caballeros del Trabajo" (Knights of Labor) y
fundó la Unión Obrera Socialista (STLA). Como líder de este nuevo
partido se presentó como candidato a las elecciones para gobernador de
Nueva York (1891 y 1902) y varias veces a las del Congreso, pero siempre
con poco respaldo de votos.
Daniel
De León pensaba, según Greaves (1972, 190) que, para alcanzar el
socialismo, la clase obrera debía elegir para el parlamento a un partido
socialista con apoyo de un sindicato industrial fuerte, a fin de crear
un gobierno socialista. Él creía que, al hacer esto, la clase obrera
controlaría al Estado y apresuraría el socialismo. Pensaba que la clase
obrera debía elegir a su “Partido Socialista Obrero”, un partido que
según él era la única organización auténticamente socialista en los
Estados Unidos. Él profesaba que el socialismo podía ser logrado
mediante las urnas, siempre y cuando el voto fuera apoyado por un
sindicato industrial fuerte. Al respecto, De León dijo “El poder del
voto revolucionario consiste en la organización industrial cabal de los
productores organizados de tal manera que cuando éstos voten, la clase
capitalista sepa que detrás de este voto está la fuerza para secundarlo”
(En Greaves, 1972, 190).
Daniel
De León, en sus palabras más o menos bien traducidas de su artículo "Al
proletariado de España" fechado en marzo de 1898 (en Bonal García,
2007), consideró que la guerra era "un disparate monstruoso del sistema
social en que vivimos", donde señala: "¿Qué motivos de reyerta tenemos
los trabajadores?" Y sigue: "La perla de las Antillas ha sido siempre un
tesoro de vuestros tiranos y un flagelo adicional para vosotros", una
verdad como un templo, dado que, debido al rescate en metálico de los
hijos de los ricos, a la guerra iban exclusivamente los pobres (podemos
leer con provecho las memorias de Santiago Ramón y Cajal que estuvo en
Cuba como médico militar). Y termina diciendo que aunque muchos carezcan
de conciencia de clase, y sean absorbidos y llevados a la guerra por
sus explotadores (una de las primeras películas de Estados Unidos se
titula "Abatiendo la bandera española" y también se rodaron allí, con
maquetas, las batallas navales de la contienda) "a través del humo de
los cañones, nosotros, el proletariado consciente de Estados Unidos,
alargamos la mano a la clase obrera española en señal de hermandad".
El
12 de febrero de 1899 Daniel De León escribió un editorial en respuesta
a la represión del ejército norteamericano en la lucha filipina de
1899. El editorial se titulaba “Libertad a punta de baqueta” (En Weston,
2005).
“La
batalla de la semana pasada en Manila dicen que ha costado la vida a
más de 5.000 filipinos. Estos hombres tenían una idea de que su país de
nacimiento era suyo. Con las armas en la mano, se resistieron al yugo
español y consiguieron incluso que la soberanía española sobre el
archipiélago nunca fuera más que un hecho nominal. Estalló una pelea
entre su tirano y una nación extranjera. Vieron con alegría lo que
parecía una interposición divina y ayudaron a Estados Unidos para
expulsar a los españoles. Liberados de España se imaginaron libres de
todo yugo extranjero.
No
fue así. Nuestro gobierno capitalista inmediatamente proclamó la
posesión a través de la ‘conquista’ y asumió el papel de dispensador de
la libertad con un estilo bastante propio. ‘Estos filipinos’, decía
nuestro gobierno, ‘no saben lo que significa la libertad; debemos
enseñarles’. La enseñanza se está produciendo ahora; han recibido la
primera lección. Con la baqueta como instrumento, la ‘libertad’ es
clavada en las gargantas de los patriotas insurgentes a quienes nuestros
capitalistas expansionistas insultan con el nombre de ‘insurgentes’.
Pero
el proceso de libertad a punta de baqueta [5] no está ocurriendo sólo
en la lejana Filipinas. Por cada filipino masacrado más allá del
Pacífico un trabajador es masacrado o se está poniendo la base para que
se masacre también aquí en Estados Unidos. Sólo sobre los cuerpos
postrados de los ‘insurgentes’ filipinos nuestro gobierno puede marchar
hacia el establecimiento de su peculiar ‘libertad’ y promover su sistema
social en ese archipiélago. El establecimiento de fábricas
norteamericanas en Filipinas es equivalente a un proceso de nivelación
de salarios aquí al que se le dará el nombre de “igualación”, pero que
en realidad significa MUERTE”.”
Carta de Daniel De León a Charles H. Chase
A Carlos H. Chase
Universidad de Columbia
22 de junio de 1913
Hay
otro asunto que en su artículo del 4 de mayo menciona de una manera que
da lugar a falsas interpretaciones. Tal asunto se encuentra en el
siguiente pasaje: “Aunque las universidades están hasta cierto punto
corrompidas, yo espero que ningún socialista se afecte por el
conocimiento de ese hecho, y deje pasar la oportunidad que se presente
de aprovechar las ventajas que puedan, no obstante, lograrse de ellas”.
El
punto de vista expresado en dicho pasaje es, por lo menos indiscreto,
como expresión de opinión en este tiempo de fermentación social. Salas
de conferencias sobre mineralogía, astronomía, cálculo diferencial,
derecho, electricidad, anatomía, sobre todas éstas y otras materias
semejantes, no llegarán a ser, probablemente, centro de corrupción
mental. Es verdad. Es verdad que puede haber, y a menudo la hay,
corrupción en el nombramiento de profesores de estas y otras ramas, pero
la corrupción termina allí. La razón es obvia. No hay motivos para
desviar la instrucción. Puede ser que no estén al día; puede hasta haber
ignorancia. Sin embargo, no es probable que haya el firme propósito de
corromper y engañar.
Pero
la cosa es diferente con respecto a las ciencias sociales. Algunas
indirectamente, la mayor parte directamente, presionan sobre la lucha de
clases. En verdad, resulta difícil señalar una rama de las ciencias
sociales que no nazca de las palpitaciones de la lucha de clases: están
comprometidos intereses materiales. Y es principio establecido que los
intereses materiales de una clase gobernante, en parte, fomentan la
inmoralidad. Fomentar la incapacidad para razonar en el campo de la
sociología, es una de las prácticas corrompidas de los intereses
materiales de la clase gobernante.
Como
ejemplo, tomemos el libro Introducción a la Economía, por Henry Rogers
Seager, profesor de Economía Política de la Universidad de Columbia. En
la sección 130, que lleva como anotación marginal “Definición de
Salarios”, asienta: “Los salarios, tal como se emplea el término en la
economía, incluyen todas las ganancias asignadas a los hombres por su
trabajo, desde los más bajos salarios a destajo hasta los más altos
sueldos anuales y los sueldos de administración”. En las secciones 97 y
98, se define a los “sueldos de administración”, como la participación
del producto que le toca al “administrador independiente”, es decir, al
empleador independiente del trabajador; en otras palabras, un
capitalista. Y los dichos “sueldos de administración”, dice el profesor,
“pueden ser una suma considerable”.
Observemos
las acepciones confundibles que se dan a la palabra “salario” y
“asignado” en tales pasajes. Con respecto a “asignado”, no es posible
imaginarse que se “asigne” algo sin que haya una persona que “asigne”. Y
los dos no pueden ser la misma persona. Excepto, por supuesto, en las
transacciones comerciales fraudulentas de la burguesía. Quien asigna los
salarios a los proletarios, es el empleador. Quien asigna sus sueldos
de administrador al empleador es ¿quién?, pues el empleador mismo.
He
aquí un libro que pretende ser científico, un libro escrito por un
profesor universitario de Economía Política, donde en una definición de
salarios se usa la palabra “asignado” para confundir. Se emplea esta
palabra en el desempeño de dos funciones gramaticalmente casi
irreconciliables y económicamente opuestas. Primero, la función del
empleador de pagar a sus esclavos asalariados el precio de su capacidad
de trabajo; segundo, la función opuesta del mismo empleador de meter
ganancias a sus propios bolsillos.
En
cuanto a “salarios”, la palabra en economía implica la existencia de un
esclavo asalariado económico, el recibidor del salario, quien es
despojado de la mayor parte de su producto, y de un amo económico de
esclavos asalariados, el dador de la limosna del salario, el despojador.
En la sociología, la palabra, además, implica el centro tormentoso de
una violenta lucha, la lucha, por un lado de la clase de los esclavos
asalariados para liberarse del yugo; la lucha, por otro lado, de la
clase de los amos de los esclavos asalariados, por conservarles el yugo
puesto. Finalmente, en el campo de la psicología, la palabra brinda un
ejemplo de similitud entre los métodos y las claves utilizados por los
criminales, y los métodos de los capitalistas para disfrazar su
identidad. Los criminales que son fotografiados para la Galería de los
Pillos, generalmente hacen gestos con el fin de que no se les reconozca
la cara; psicológicamente, el subconsciente de la criminalidad de su
clase, hace que el capitalita recurra a los “gestos de cara”, llamando a
su despojo “sueldo” y presentándose como un “ganador de salario”. En el
libro citado, un profesor de universidad, al definir los salarios,
legítimamente se refiere al distintivo del esclavo asalariado, e
ilegítimamente a las “ganancias”, al distintivo del grupo de
despojadores económicos. En otras palabras, ayudando en una especie de
fotografía económica a la clase capitalista a “hacer gestos” para
disfrazar su identidad.
El
libro del profesor Seager, aunque en muchos aspectos no es peor que
otros libros de profesores universitarios sobre Economía, es típico en
su clase. La definición de salarios hecha por el ilustrado profesor,
pone de manifiesto el propósito de los departamentos económicos y
sociológicos de las universidades modernas, de cultivar el arte de ser
metódicamente ignorantes de lo que todo el mundo sabe; y el estudiante
que haya caído bajo su encantamiento, para recobrar la dignidad de la
especie homo sapiens, para volver a ser un hombre y no un pervertido
mental, debe despojarse, como bien ha expresado un excelente observador,
de los “novecientos noventa y nueve baúles de basura insufrible”, con
que lo llenaron durante sus años de universidad o de colegio.
Con
mucha razón, hace ya once años, otro profesor de la Universidad de
Columbia, Munroe Smith, en un llamamiento para recabar fondos para la
universidad, se dirigió a los ricos, no porque son los ricos los que
tienen dinero para hacer donativos, sino con el argumento expreso de que
el clima socialista ponía en peligro la posición de los ricos, y que
éstos no encontrarían baluarte mejor que las universidades, donde la
juventud se prepara. Nuestras universidades son luces en la playa de
sotavento.
Es
saludable la esperanza de que “ningún socialista se afecte” por la
situación corrompida y corruptora de las universidades, hasta el punto
de dejar pasar “la oportunidad que se presente de aprovechar las
ventajas que puedan, no obstante, lograrse de ellas”. Saludable es esa
esperanza, siempre que vaya acompañada de la recomendación de que el
socialista, que como estudiante entra en el recinto de una universidad,
lo hace bajo el mismo principio y para el mismo propósito, que los
estudiantes entran a un local infestado de microbios. Fortalecido por la
ciencia económica y sociológica, armado con una mente sana y lógica,
inmune al contagio de la economía y la sociología oficial burguesa, el
socialista puede sacar grandes ventajas de nuestras universidades. Pero
no fortalecido de esta manera, es imposible decir qué clase de inválido
mental será el que reciba su diploma cuando se gradúe.
Fraternalmente,
Daniel De León
¿Qué es la pedagogía revolucionaria?
Hemos
reproducido en su totalidad el contenido de esta carta por su marcada
significación y aporte a la pedagogía revolucionaria. Escrita hace
noventa y seis años en vísperas de la primera Guerra Mundial y seis años
antes del triunfo de los “esclavos asalariados”. Las opiniones de
Daniel De León sobre la misión y las funciones de las instituciones
universitarias burguesas mantienen su validez en gran parte de
Latinoamérica, en Estados Unidos y en general en el mundo capitalista.
Quintero (1979) resume que Daniel De León en esa carta “expresa la
firmeza, convicción, claridad, rectitud inquebrantable de un brillante
profesor universitario que abandonó la cátedra para confundirse con las
masas explotadas, orientarlas y llevarlas en el país símbolo del
capitalismo, algún día, hacia la victoria integral” (: 15). Esa carta es
un “documento propio de un precursor” (: 15) que apostaba por la
corriente liberadora y de emancipación.
La
corriente liberadora en la cual se sustenta la pedagogía revolucionaria
es la herramienta conceptual necesaria para hacer frente a un mundo de
transformaciones sociales. Dicho instrumento teórico da luz conceptual
al docente para que éste pueda comprender su acción docente a través de
contraponer impropios modelos a su actitud y las acciones emprendidas
dentro del aula, como por ejemplo, los baúles de libros de “basura
insufrible” vaciados en las cabezas del estudiantado del cual habla De
León (en Quintero, 1979, 14). Se considera que los enfoques de la
pedagogía revolucionaria son conocimientos por medio de los cuales se
puede interpretar la práctica profesional al tener mayor conocimiento y
entendimiento de los qué, por qué y para qué de su tarea docente.
Daniel
De León aborda el concepto de Didáctica no sólo como las estrategias
que permiten una transmisión curricular y cultural sino como la
dimensión social del currículo en cuanto a transmisión de valores
sociales, culturales y personales. Apreciamos que en las formas de
aprender, de enseñar y de relacionarnos, con nuestras y nuestros
estudiantes, con nuestras y nuestros colegas, con las familias de
aquéllas y aquéllos o con los demás integrantes de la comunidad, estamos
transmitiendo no sólo contenidos culturales, informativos, sino
concepciones vitales respecto al poder. Ejemplos de esto son los pasajes
de la carta donde De León habla de las acepciones confundibles que se
dan a la palabra “salario” y “asignado” y de la conclusión que él
obtiene en relación a los propósitos de los departamentos económicos y
sociológicos de la universidades modernas: “cultivar el arte de ser
metódicamente ignorantes de lo que todo el mundo sabe” (: 14). La forma
asimétrica o simétrica de entablar un proceso de comunicación con otro
individuo o grupo está transmitiendo cómo entendemos que deben ser las
relaciones personales dentro de una red específica de poder. Resulta
obvio que en la Universidad de Columbia para la época que le tocó vivir a
De León, y con toda seguridad ahora, el proceso de comunicación entre
el cuerpo docente y el estudiantado es asimétrico.
De
León entendía por pedagogía revolucionaria a aquélla que no se reduce a
una simple transmisión del saber; sino a la práctica pedagógica que
construye el conocimiento desde una concepción problematizadora [6], y
que tiene como referente la lectura decodificadora de la realidad
(diversa, compleja, conflictiva). De León promueve una conciencia
ético-crítica en el estudiantado de la que hablaría muchos años después
el filósofo argentino Enrique Dussel (1998), que atravesada por el
diálogo, hace surgir una relación horizontal entre educador-educando,
para producir un nuevo conocimiento a partir de esta experiencia
(Freire, 1973).
La
pedagogía revolucionaria, tal y como la expone Daniel De León, se
enmarca dentro del paradigma Sociocrítico por fundamentarse en la
crítica social, con un marcado carácter autorreflexivo. Este paradigma
considera que el conocimiento se construye siempre por intereses que
parten de las necesidades naturales y sociales, pretende la autonomía
racional y liberadora de la mujer y del hombre y se consigue mediante la
capacitación de los sujetos para la participación y transformación
social. Utiliza la autorreflexión y el conocimiento interno y
personalizado para tomar conciencia del rol de cada cual, para ello se
propone la crítica ideológica que posibilita la comprensión de la
situación de cada individuo y el descubrimiento de sus intereses. El
conocimiento se desarrolla mediante un proceso de construcción y
reconstrucción de la teoría y la práctica. El paradigma sociocrítico
otorga voz al estudiante como sujeto activo del proceso de aprendizaje y
trasforma la comunicación en un instrumento para el cambio.
La
pedagogía revolucionaria tal y como la entendía Daniel De León asume la
lucha de clases (marxismo) como génesis de la problemática cuestionando
las relaciones de poder que generan en los seres humanos situaciones
asimétricas de las más diversas formas, y supera la visión estática del
discurso monológico de la educación tradicional (depositaria de
información, bancaria, en términos de Freire), que produce en el
estudiante un efecto de pasividad y una lectura falsa, o en el mejor de
los casos fragmentada, de la realidad. Aquí la advertencia de José Martí
(2001) “es criminal el divorcio entre la educación que se recibe en una
época, y la época” (:281), se inserta en las raíces mismas de la
pedagogía revolucionaria. Didáctica que al contextualizar el
conocimiento, potencializa en el estudiante una visión humanista,
comprometida con la lectura del mundo, o sea, en el ejercicio de “una
lectura crítica de la realidad” (Freire y Macedo, 1989; 56), que
posibilita la visión esperanzadora de la transformación. Daniel De León
al hablar sobre la definición que de salarios da el ilustrado profesor
Seager, legítimamente se refiere al distintivo del esclavo asalariado, e
ilegítimamente a las “ganancias”, al distintivo del grupo de
despojadores económicos. En este ejemplo Daniel De León fotografía a la
clase capitalista haciendo gestos como los criminales de la Galería de
los Pillos para disfrazar su verdadera identidad.
Conclusiones
¿Por
qué mostrar una carta escrita por un intelectual venezolano
prácticamente desconocido? La respuesta es inmediata. En ella se muestra
la concepción sociocrítica de un educador y dirigente socialista
venezolano que fue uno de los fundadores del sindicato International
Workers of the World (IWW) y destacado líder del movimiento obrero en
Estados Unidos a principios del siglo XX. De León abogó toda su vida por
una democracia protagónica y participativa, medularmente humanística y
por ende antiimperialista.
De
León en su carta respuesta al profesor de filosofía Charles H. Chase
hace énfasis en un pasaje de la misma en la que su colega norteamericano
le dice: “Aunque las universidades están hasta cierto punto
corrompidas, yo espero que ningún socialista se afecte por el
conocimiento de ese hecho, y deje pasar la oportunidad que se presente
de aprovechar las ventajas que puedan, no obstante, lograrse de ellas”.
De León le responde asumiendo que las instituciones dedicadas a la
educación son centros de corrupción mental donde se imparte una
instrucción que defiende el capitalismo y que tienen el firme propósito
de corromper y engañar al estudiantado. En relación a las ciencias
sociales, De León dice que presionan sobre la lucha de clases bien
directa o indirectamente y que ellas nacen de las palpitaciones de la
lucha de clases ya que están comprometidos intereses materiales. Y es
principio establecido que los intereses materiales de una clase
gobernante, en parte, fomentan la inmoralidad. Fomentar la incapacidad
para razonar en el campo de la sociología, es una de las prácticas
corrompidas de los intereses materiales de la clase gobernante.
De
León hace referencia al texto “Introduction to Economics” publicado en
Nueva York en 1904 por el economista estadounidense Henry Roger Seager.
Para el investigador y sindicalista venezolano, ese libro junto con el
resto de textos utilizados en los estudios es basura insufrible vaciada
en las cabezas de los estudiantes durante sus años de universidad o de
colegio.
Daniel
De León comprendió que en Estados Unidos la igualdad entre los seres
humanos no es sólo un principio jurídico, sino una realidad al
desaparecer las clases sociales, ya que todos tienen las mismas
necesidades y, por tanto, los mismos derechos. Cada pueblo adquiere la
posibilidad de organizar su vida de acuerdo con sus tradiciones,
costumbres, idioma, psicología y cultura. Que la discriminación racial
es inconcebible, porque lo humano no está en los rasgos físicos del
hombre, ni en el nivel de evolución en que se encuentran las razas que
pueblan el mundo. Lo esencial del hombre es la facultad de crear, la
capacidad de razonar, de conocer la realidad y transformarla. Que todo
esto es propio, signa la vida de los hombres cuando se organizan en una
sociedad socialista. Donde se multiplican los bienes materiales para que
nadie carezca de ellos.
Su
gran objetivo, y en esto coincide con Simón Rodríguez, es el hombre del
futuro, sin que exista alguien que lo explote y que no pueda explotar a
sus semejantes. El hombre que tenga satisfechas sus necesidades
biológicas y sociales. En el régimen capitalista quien labra la tierra,
maneja máquinas, construye edificios, mantiene transportes y
comunicaciones, sabe que las obras de sus manos y de su inteligencia no
son para él, sino para los propietarios del dinero y de los instrumentos
de trabajo. En el sistema socialista, el que se dedique a cualquier
labor sabe que su esfuerzo al incrementar el patrimonio de la
colectividad, aumenta el suyo. Bajo el capitalismo, la inmensa mayoría
de los individuos son constructores de lo ajeno. En el socialismo son
creadores de lo propio
La
revisión de teóricos socialistas se hace necesaria para una eficiente
construcción colectiva del socialismo del Siglo XXI. Coincidimos con
Mosquera (2005) en dos aspectos de su columna, la primera, cuando dice
que “el socialismo del siglo XXI no se puede crear sobre el vacío,
ignorando el trabajo de los socialistas anteriores” y en segundo lugar,
en las escasas referencias de autoras y autores latinoamericanos y
caribeños y las prolijas citas de teóricos clásicos europeos como “un
residuo de la mentalidad colonial que nos han tratado de instalar
durante cientos de años”. La contribución del legado de Daniel De León
constituye una fuente de las que hemos de beber no sólo para alimentar
nuestro pensamiento sino para la mejor construcción colectiva de un
mundo verdaderamente humanístico.
Referencias bibliográficas
Bonal García, Francisco. (2007). Daniel De León o un internacionalista activo y poco conocido. Documento en línea tomado de http://www.kaosenlared.net/ noticia/daniel-de-leon [Consultado el sábado 11 de octubre de 2009].
Dussel, Enrique. (1998). Ética de la liberación en la edad de la globalización y de la exclusión. México, México: Trotta.
Freire, Paulo. (1970). Pedagogía del oprimido. México, México: Siglo XXI
Freire, Paulo. (1973). La Educación como Práctica de la Libertad. Buenos Aires, Argentina: Siglo XXI.
Freire,
Paulo y Macedo, Donaldo. (1989). Alfabetización. Lectura de la palabra y
lectura de la realidad. Barcelona, España: Paidós y Ministerio de
Educación y Ciencia.
Greaves, Charles Desmond. (1972). The life and times of James Connolly. Londres, Inglaterra: Lawrence & Wishart
Martí, José. (1975). Obras completas. Tomo 13. La Habana, Cuba: Editora política.
Martí,
José. (2001). Escuela de electricidad. En Centro de Estudios Martianos
(Compilación), Obras completas. Vol. 8. [281-284] [CD]. La Habana, Cuba:
Centro de Estudios Martianos-Karisma Digital.
Mosquera,
Julio. (2005). Fuentes para el estudio sobre el socialismo del Siglo
XXI: Daniel De León. Caracas, Venezuela: Aporrea. org.
Quintero, Rodolfo. (1979). El padre del sindicalismo norteamericano. Caracas, Venezuela: Universidad Central de Venezuela.
República Bolivariana de Venezuela. (1999). Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. Caracas, Venezuela: Autor.
República de Venezuela. (1961). Constitución de la República de Venezuela. Caracas, Venezuela: Autor.
Rojas Olaya, Alí Ramón. (2009). Currículo de la indignación y la ley del desagravio. Caracas, Venezuela: Fondo Editorial Ipasme.
Weston,
Fred. (2005). Mark Twain, Daniel de León y la Guerra de Irak. The
People. Vol. III. Nº 46. Domingo 12 de febrero de 1899. En Weston
(2005), documento en línea tomado de http://venezuela.elmilitante. org/index.asp?id=muestra&id_ art=1851. [Consultado el sábado 11 de octubre de 2009].
Notas
1.
Al respecto Freire (1988) afirma: “En tanto la concepción ‘bancaria’
enfatiza la mantención [manutención], la concepción problematizadora
refuerza el cambio” (96).
2. El egocentrismo es sentirse el centro del mundo y de los acontecimientos.
3.
El antropocentrismo define a una serie de corrientes filosóficas que
colocan al hombre como medida de todas las cosas, fuera de la naturaleza
y por consiguiente, todo estaría subordinado a sus intereses. Las
causas de la supuesta superioridad sobre el resto de los seres vivos
pueden ser diversas: por decreto divino, por su inteligencia y capacidad
creativa. Las raíces del antropocentrismo se hunden en la noche de los
tiempos, en el surgimiento del Estado y las clases sociales. Las
sociedades cazadoras y recolectoras no podían tener una visión
cosmogénica en la que el ser humano se encontrara por encima de la
naturaleza. El hombre formaba parte de su entorno y dependía
directamente de él, podía cazar y ser cazado, comer y ser comido. Nada
en su entorno le sugería que fuera «superior» al resto de las especies
con las que competía. Para el antropocentrismo moderno nada tiene
sentido ni valor, sino es como parte de los proyectos del capital.
Detrás de la imagen del hombre soberano se oculta la entronización fría y
despiadada del capital. La dominación de la Tierra adquiere así una
nueva interpretación. Es el capital el que está destinado a dominar la
tierra. Las selvas, los mares, la atmósfera y los seres vivos, están a
su servicio y deberán ser sacrificados si es necesario, en nombre del
eterno crecimiento económico. El antropocentrismo moderno no es más que
una máscara del capitalcentrismo crudo y descarnado de nuestra
modernidad. (Mompó, 2008).
4.
La búsqueda de interlocución que sea capaz de atravesar los muros e
instaurar el diálogo, puede ser capaz de articular un criterio de
necesidades de raíces plurales y por tanto de una pluriversidad como
efectiva universalidad que no reduzca esta última a la afirmación de una
particularidad sobre la base de la negación de otras particularidades.
5.
La baqueta es una vara delgada de hierro o madera con un casquillo de
cuerno o metal, que servía para descargar y limpiar el fusil.
6.
Al respecto Freire (1970) afirma: “En tanto la concepción ‘bancaria’
enfatiza la mantención [manutención], la concepción problematizadora
refuerza el cambio” (: 96).
Comentarios
Publicar un comentario