Decolonizar los parámetros agroalimentarios y de salud para planificar el buen vivir de los pueblos desde la diversidad. Javier Nouel



Dr. Javier Nouel: Fundación Escuela Venezolana de Planificación, Coordinación de Proyectos de Investigación

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Resumen: La alimentación y la salud son dimensiones esenciales de la vida humana que conciernen a todos los estados, así como a todos los pueblos; pero en el contexto mundial contemporáneo persisten tendencias oligopólicas que ejercen las grandes trasnacionales en la educación e investigación, lo cual genera un entramado cultural hegemónico neocolonial que impacta en la forma en que los gobiernos planifican sus políticas. Esta hegemonía no responde a los variados intereses y epistemes de los pueblos, sino, por el contrario, responde a los intereses de las grandes transnacionales, inclusive contradiciendo los planes gubernamentales. Por ello, para ser coherentes con los lineamientos de gobiernos insurgentes que pretenden construir el buen vivir, se debe decolonizar la educación técnica, así como los parámetros técnicos de planificación y seguimiento en lo agroalimentario, la salud y otras dimensiones humanas transcendentales.

La hegemonía cultural

Antonio Gramsci acuñó el concepto de “hegemonía cultural” para describir la instauración de un adoctrinamiento invasivo que abarca todas las dimensiones de la vida en la polis (Bórquez, 2006: 108). Así, desde las “teorías de la reproducción social y cultural”, la educación es vista como un “instrumento poderoso (y único) para la socialización dentro de un orden social determinado” (Morrow y Torres, 2002: 32); en tal sentido, el paradigma socio crítico plantea que la educación y las ciencias “responden a un orden racional, no técnico ni práctico, sino más bien político y de intereses” (Díaz, 2011: 123); es decir, que tienen un papel central en la constitución y reproducción de la hegemonía cultural. 
La situación contemporánea de la educación, la investigación y la planificación en las áreas agroalimentarias y de salud no escapan de esta realidad, ya que, como expuso Gramsci, el sentido común impuesto responde y naturaliza a un sistema hegemónico particular, al cual hay que superar para lograr la transformación social (Martín, 2005: 22). 

El impacto del capital transnacional y sus procesos

Un ejemplo que sustenta tales aseveraciones lo expone un personaje de peso internacional, el ex relator de la Organización Mundial para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés), el sociólogo Jean Ziegler, quien asegura que el sistema agroalimentario mundial está dominado en un 85% por sólo diez empresas transnacionales (Coutinho: 2013), lo que significa una concentración de capitales en extremo preocupante, por el control social que ejercen (Ziegler, 2012: 143). Uno de los procesos de control más alarmantes que concierne a la Academia es el financiamiento de instituciones científicas y las influencias ejercidas en organismo multilaterales y nacionales que imponen lineamientos, normativas, entre otros, constituyéndose en un importante conflicto de intereses (Instituto Nacional de Nutrición, 2015: 12 y 18). Así mismo, el sistema farmacéutico, aliado estrechamente con el agroalimentario, está controlado por algunos oligopolios que influyen enormemente en la investigaciones científicas (Páez, 2011).  Por las razones antes expuestas, el periodista de investigación Jon Rappoport, ganador del premio Pulitzer, ha llamado a este sistema como el cártel médico (Estulin, 2014), y la médico canadiense Ghislaine Lanctôct, la mafia médica (2002: 1). En tal sentido, los médicos, doctores y docentes de La Universidad de Los Andes, Molina y González-Méndez (2008) aseguran que “La asistencia médica se ve cada vez más influenciada por la industria y los intereses económicos de las grandes empresas” (28). Por su parte, la Organización Mundial de la Salud (2008), asegura que como saben la mayoría de los líderes de salud, los sistemas sanitarios están sujetos a poderosas fuerzas e influencias, que a menudo prevalecen sobre la definición racional de las prioridades o políticas y hacen que los sistemas de salud se desvíen de sus objetivos iniciales (…) Entre los factores que impulsan ese crecimiento se encuentran los intereses y tradiciones profesionales, así como el importante peso económico de la industria de la salud (tecnología y productos farmacéuticos) (12).

Neocolonialismo: condiciones impuestas por las políticas expansionistas

Los sectores hegemónicos tienen un proyecto político en común, que representa la continuidad del mundo colonialista heredado (Lander, 2000: 11), por lo que muchos acuñan el término neocolonalismo (Coronil, 2000: 106). Este sistema económico tiene un gran poder de influencia en todas las áreas de la vida pública, incluyendo la educación tecnocrática que se impone en Venezuela con particular énfasis en la década de los 70 del siglo 20  (Córdova, 2013: 86) y en toda la región en la década de los 80 (Sousa, 2008: 42).

Por muchos años, el tema de la seguridad alimentaria y el de la salud ha sido controlado por grandes empresas transnacionales, quienes lograron imponer una visión exógena, impositiva, neocolonial, de las políticas agroalimentarias, de salud y de educación en el mundo en general, pero en particular en el continente americano. Este entramado se consolidó después de la Segunda Guerra Mundial, cuando Estados Unidos se posicionó como principal potencia, desplazando parcialmente en América Latina a las corporaciones europeas. En tal sentido, la Organización Mundial para la Agricultura y Alimentación (2000) asegura que de hecho, sobre todo en el caso de la agricultura de América del Norte, los años de la guerra fueron un período de expansión y prosperidad. La producción agrícola de esta región aumentó un tercio en comparación con los niveles de antes de la guerra, y las exportaciones netas de cereales subieron de aproximadamente 5 millones de toneladas en 1938 a un promedio anual de 17,5 millones de toneladas en 1946-1948. Las importaciones netas anuales de cereales en Europa subieron de 9,5 millones a 14 millones de toneladas durante el mismo período (108).

En este mismo sentido, conglomerados de grandes petroleras, farmacéuticas y bancos, establecieron una importante influencia en instituciones científicas, universidades, etc. así como en organizaciones internacionales como la OMS, el BM, el FMI, entre otros (Ziegler, 2012: 160; Shiva, 2007: 8).

Por su parte, Holt-Giménez y Patel (2010), aseguran que “La agricultura era un componente clave para el “desarrollo” – la extensión del modelo económico industrial de los países del Norte a los “países menos desarrollados” del Sur” (47). En la medida que las grandes corporaciones ampliaban su influencia en los mercados mundiales, influyeron en las normativas, en la educación universitaria, en las investigaciones, entre otros, conquistando “el sentido común” de la ciudadanía, imponiendo criterios que convienen a sus intereses económicos y políticos. Con esta estrategia, las grandes empresas transnacionales hegemonizaron una visión particular de lo alimentario, la salud y la educación en todo el mundo, sobre todo en las Américas.

Es así que las políticas expansionistas de los poderes económicos generan dependencia neocolonial, imponiendo:
  • Una mira científicista dogmática, parcelada, fragmentada, dominada por los centros de poder de los países del norte, en lo que Varsavsky (1969) denominó cientificismo del neocolonialismo científico (20).
  • Políticas y convenios internacionales en organizaciones multilaterales como la OMS, la FAO, la OPS, el BM, el FMI, etc. (Ziegler, 2012: 143) a través de financiamiento, donaciones, entre otros mecanismos.
  • Políticas públicas de gobiernos alineados a sus intereses.
  • Leyes, normas y reglamentos que derivan de las organizaciones internacionales financiadas por las grandes corporaciones (Instituto Nacional de Nutrición, 2015: 30; Ziegler: 2012:160; Shiva, 2007: 119; Rivera: 2013: 144).
  • Sistemas agroindustriales dominados por empresas transnacionales y sectores del poder de cada país, concentrándose en pocas manos (Holt-Giménez y Patel, 2010: 17; Ziegler, 2012: 144; Instituto Nacional de Nutrición, 2015: 26)

  • El uso de insumos agropecuarios tóxicos contaminantes derivados del petróleo y de armas químicas, cambiando las culturas productivas locales, generando daños ambientales irreparables y afectación de la salud de los pueblos (Bhat, Bracho y Freites, 2005: 10; Shiva, 2007: 21; Holt-Giménez y Patel, 2010: 61).

  • Economías dependientes. En países petroleros como Venezuela se desarrolló la llamada “agricultura de puerto”, es decir, importación masiva de alimentos, con el que se inundó el mercado nacional de alimentos e insumos foráneos, generando desplazamiento de comunidades campesinas a centros urbanos, donde se constituyeron en mano de obra barata y conformaron los llamados “cinturones de miseria”, cambiando los hábitos de consumo.

  • Instituto gubernamentales, científicos, universitarios, editoriales, que multiplican la visión cientificista de lo alimentario, de la salud y la educación y la lógica neocolonial desde un supuesto conocimiento a-político, con la presencia del llamado “currículum oculto” (Pérez: 2015: 35).  

  • Tendencia mixofóbica de la hegemonía cultural neocolonial. Zygmunt Bauman plantea la existencia corrientes segregacionistas que rechazan la diversidad cultural (Bauman, 2008: 129) y, por ende, establece un rechazo “epistémico”. Esta tendencia casi irracional contraría de manera a priori las otras formas de entender el mundo, y en lo que respecta a la investigación que llevamos a cabo, a las otras lógicas y formas de planificar la educación, la alimentación y la salud.

  • Desarrollo de una industria cultural que impulsa la transformación de las costumbres y el uso de recursos locales para la aceptación del modelo neocolonial. Para esto, se ha utilizado históricamente la prensa, la radio, la televisión, vallas publicitarias, el cine, y en el siglo XXI existe una importante migración a medios electrónicos como el Internet, y las mal llamadas redes sociales, o virtuales; lo que constituye un entramado complejo e invasivo manejado desde la mercadotecnia y el mercadeo con tecnologías de la información y propaganda cada vez más avanzados.
Todo lo antes planteado, permite entender que las formas en que los gobiernos insurgentes planifican las acciones referentes a la construcción de la soberanía agroalimentaria y la salud, puede estar influenciada por décadas de hegemonía cultural, desde los parámetros técnicos de medición estadística y planificación estatal y trasnacional. De allí la importancia de transformar dicha hegemonía transformando la educación tecnocrática dominante, así como la creación de nuevos parámetros y normativas de medición y planificación.

De la geopolítica del hambre a obesos y famélicos: lo oculto detrás del desarrollo

Todos estos factores han construido lo que Jean Ziegler (2012), basado en la obra de Josué de Castro, denomina la geopolítica del hambre (20) en tanto las grandes transnacionales dominantes son las responsables de que alrededor de mil millones de personas en el mundo sufran por este flagelo (Instituto Nacional de Nutrición, 2015: 28). Por otra parte, el economista, filósofo inglés y activista social Raj Patel (2008), de la organización Food Firts, asegura que este sistema internacional genera “obesos y famélicos” (7), es decir, mientras mil millones pasan hambre, unas mil quinientas millones están padeciendo de malnutrición por exceso; en tal sentido, las principales causas de muerte en el mundo contemporáneo son las enfermedades crónicas no transmisibles, relacionadas por lo que se come y cuánto se come, más que por lo que no se come, como ocurría en el siglo XIX (Instituto Nacional de Nutrición, 2015: 24) .

Organizarse y construir redes para la prosperidad: mixofilia y pluralismo epistemológico

A pesar de esta hegemonía, millones de personas en el mundo se organizan para liberarse, construir el buen vivir y lograr la autorrealización a la vez que se independizan del poder de grandes emporios económicos y de los estados que reproducen sus lógicas. Simultáneamente a la hegemonía mixofóbica neocolonial, que se reproduce en toda la sociedad, tanto en los sectores privados como en los públicos, se presentan tendencias y corrientes libertarias mixofílicas, es decir, que dialogan con los otros de manera gozosa para construir participativamente nuevas formas emergentes de entender y actuar en el mundo. En lo epistémico, el intelectual boliviano Raúl Prada Alcoreza (2014), considera que emerge una ruptura del pensamiento moderno neocolonial, con el surgimiento de un pluralismo epistemológico: el pluralismo epistemológico se refiere a la existencia de heterogéneas epistemes, a la necesaria concurrencia de éstas, a su reconocimiento y, por lo tanto, a la búsqueda de diálogo hermenéutico. La importancia del pluralismo hermenéutico no sólo radica en esta heterogeneidad y en la búsqueda de diálogo hermenéutico, sino en plantear como episteme ancestral, como episteme resistente, como episteme alterativa, los saberes y cosmovisiones nativas, además de reconocer otros saberes, los saberes de la gente, los saberes culturales, los saberes concretos, descalificados por las ciencias. Este pluralismo epistemológico nos lleva al horizonte abierto de la interculturalidad emancipadora, más allá de la multiculturalidad liberal, que concibe una jerarquía cultural, desde el núcleo de la cultura moderna, haciendo concesiones “democráticas” a las otras culturas. En cambio la interculturalidad emancipadora se plantea un descentramiento respecto de la cultura dominante, la moderna, y concibe la equivalencia cultural, comprendiendo la posibilidad civilizatoria de todas las culturas (17).

Para alcanzar los objetivos libertarios antes planteados en el contexto actual, se requiere de la visión crítica, desde el pensamiento complejo y holístico, así como de la capacidad de discernimiento de individuos conscientes, despiertos, pero esperanzados, amorosos, solidarios, organizados en sus comunidades, dispuestos a participar activamente en la construcción de un mundo mejor desde lo diverso. Y en este escenario, en el que se requieren nuevas lógicas y nuevos parámetros para la educación, la investigación y la planificación en la agroalimentación y salud de los pueblos para el buen vivir, la democracia participativa y protagónica, y buena parte de la experiencia del gobierno bolivariano, así como de miles de organizaciones sociales de América Latina y el Caribe, son esenciales. Es desde la diversidad que se podrán construir nuevas lógicas que superen la hegemonía cultural impuesta por décadas, y ello requiere de voluntad política, de metodología, de experiencia y del reconocimiento de las otras formas de sanar y alimentar, aunque los gremios profesionales altamente influenciados por las transnacionales mantengan sus ansias segregacionistas.

Referencias bibliográficas

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Comentarios

  1. La lucha por la independencia alimentaria sigue adelante sin descansar, sin soberanía alimentaria no hay seguridad alimentaria, hagamos conciencia y valoremos que debemos producir lo que comemos para ser libres de la imposición de las trasnacionales las cuales nos dice que debemos comer, como debemos comer, debemos tener cambios en la cultura alimentaria y nutricional. No es imposible es posible todos unidos con una verdadera conciencia descolonizada.

    La dependencia de la renta petrolera es uno de los factores más dañinos al momento de planificar la seguridad y soberanía agroalimentaria a pesar de los esfuerzos los resultados no son visibles, debemos tener cambios para planificar con un nuevo enfoque el cual este con una visión descolonizadora, cambio de conciencia en cascada desde arriba hacia abajo.

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