Rigel Sergent. Ingeniero. Miembro del Movimiento de
Pobladores y de inquilinos
La penuria de la vivienda ha sido una de las
afectaciones de las clases oprimidas de
todos los tiempos (Engels, 1873), lo cual se ha acentuado en el actual sistema
de injusticia que representa el capitalismo. Ante la carencia habitacional en
condiciones óptimas y dignas, las comunidades organizadas han comenzado a
ocupar un lugar en la promoción de un hábitat acorde a sus necesidades,
convirtiéndose, aparte del sector público y los promotores inmobiliarios
mercantiles, en un tercer sector, cooperativo, solidario y con la iniciativa
para emprender una mejor calidad de vida urbana (Cilento, 1999).
La
autoconstrucción de vivienda ha sido la mayor forma de resistencia y de
respuesta de los habitantes para garantizar el derecho a la ciudad, el hábitat
y la vivienda. La producción de viviendas de la mano de sus propios habitantes
es una práctica que ha existido y existirá, lo cual no es sólo una alternativa,
sino que es en la actualidad la principal
forma de acceso a una vivienda en los sectores más vulnerables de la
población, siendo su mayor expresión la constitución de los sectores populares.
La
autoconstrucción tiene muchas formas de ejecución, puede ser individual, familiar
o colectiva, y a su vez de forma pura o mixta. Entre las variantes podemos
considerar que la más avanzada forma de autoproducción de viviendas es la que
se da por la vía de la autogestión,
entendiendo la misma como la forma de producción social de viviendas que
involucra el control integral de las familias en todo el proceso (Ortiz, 2012).
La podemos considerar la más avanzada por el concepto que involucra la
autogestión como parte del principio político que creemos, que rechaza tanto el
mercado como la imposición del Estado que tiende a reproducir los valores de la
mercantilización de la vivienda, es así como la autogestión significa la
politización de las decisiones centrando la soberanía en el poder de la
colectividad (Andrade J., 2014).
El
XIII Encuentro de la Secretaría
Latinoamericana de la Vivienda Popular (SELVIP) realizado en Caracas en julio
del 2011, establece en su declaración
final la autogestión como “un proceso
donde se recupera la autodeterminación colectiva […] Es autogobierno, es
producción social del hábitat, buscando apropiarse de los medios de producción
con criterios colectivos”.
Podemos
decir que la autogestión de vivienda es el proceso de producirla – o los
componentes del hábitat – sin fines de lucro, por iniciativa y bajo el control
directo de sus propios usuarios, sea de manera individual, familiar,
comunitaria o colectiva, implica el control integral y la toma de decisiones de
la comunidad en el proceso productivo de la vivienda en todas sus fases: promoción,
integración, producción, distribución y uso.
(Ortiz, 2007).
Es
así como la producción autogestionaria
de vivienda está estrechamente ligada con la vivienda colectiva ya que la
potencia. Es casi imposible imaginar la vivienda colectiva sin un proceso
autogestionario, ello debido a la diferenciación que tiene la vivienda
colectiva con la de producción privada, primero en su finalidad (su fin es su
uso y no su mercantilización) y en segundo lugar en que el usuario es el
principal actor en todo el proceso anteriormente mencionado.
Del mismo modo la
vivienda colectiva rompe el paradigma de percibirla como un objeto y se
enfocaen comprenderla como un proceso, siendo así, interaccionan aspectos como
la participación, organización y gestión comunitaria, características propias
de la autogestión.
La autogestión en la producción de la vivienda social no
debe confundirse con un proceso aislado sin involucrarse con la sociedad y el
sistema (aunque lucha por su transformación), por lo cual es importante reconocer
los distintos niveles de toma de decisiones para lograr fortalecer los procesos
autogestionarios comunitarios. En la actualidad es vital la participación del
Estado para lograr potenciar dicho
proceso, la necesidad de impulsar políticas públicas que logre el acceso al
suelo urbano, financiamiento colectivo, acceso a materiales estratégicos para
la construcción y la socialización de los medios de producción para lograr el
desarrollo de experiencias autogestionarias, como se ha venido dando en un
porcentaje de la Gran Misión Vivienda Venezuela, reconociendo el rol del pueblo
constructor organizado.
La vivienda colectiva, siendo un proceso y n un objeto,
debe lograr la participación comunitaria desde su concepción (idea/diseño), y
en el mismo debe tenerse presente la vida común y colectiva, para lo cual se
debe pensar en el equipamiento que facilite tal proceso luego de construida
físicamente. Pero tan importante como su concepción colectiva para lograr el
uso común en futuro, es su producción colectiva que logre en presente poner en
práctica un modo de vida colectivo, cuya esencia debe ser entre otras la toma
de decisiones en conjunto, el trabajo común, voluntario y solidario, el apoyo
mutuo, la organización, planificación, gestión y la administración económica
propia, la administración de los espacios colectivos en el entorno inmediato,
es decir, la autogestión.
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