Artículo escrito especialmente para la revista TEMPO EXTERIOR, Nº38 Enero-Junio 2019, publicada por IGADI, Instituto Gallego de Análisis y Documentación Internacional. Original en lengua gallega.
Farruco Sesto: Arquitecto, escritor, poeta, blogero y político. Ha sido Ministro de Cultura y Ministro de Vivienda y Hábitat. Es catedrático de la FEVP.
El tiempo, el transcurrir de la
historia, ha demostrado que existe un proceso de maduración de los
pueblos. Que la madurez política, organizativa e ideológica de ahora, no
es la misma de hace diez años; hoy existe, como nunca antes jamás, un
sentido común popular y venezolano, una solidaridad eterna y una forma
de organizarse y de comprender su calle, su parroquia, su barrio, su
caserío, su historia.
Hugo Chávez. “Bolívar y la misteriosa incógnita” en las Líneas de Chavez. 31.05.2009
1
EL TIEMPO HISTÓRICO: MAR DE FONDO
El asunto Venezuela, tal vez por sus
implicaciones en la geopolítica, pero en todo caso por su carácter
controvertido y su presencia constante en medios y redes, es uno de los
grandes temas de nuestros días. No hay duda de ello.
Verdad y posverdad. Banalidad y rigor.
Análisis generales y de coyuntura. Crónicas pormenorizadas. Argumentos y
contra argumentos. Intereses versus solidaridades. Venezuela como
trasfondo de otras intenciones. Venezuela como disculpa. Venezuela como
punta de lanza o como pasión. También como palabra acusadora.
Motivo para el periodismo mercenario. Motivo para los estudios académicos.
Sobre la mesa de disección, parecen
estar todas las herramientas de las ciencias sociales y económicas, cada
vez más precisas y afiladas. E igualmente los instrumentos de la trampa
que se construyen para el juego amañado. En la prensa diaria es una
noticia permanente y es una metáfora. En las declaraciones de los
políticos europeos y americanos es uno de los comodines más utilizados
Es Venezuela. La que se ataca o se
defiende. La que no parece permitir la indiferencia, ni la inocencia.
La que traza la línea definitoria en muchos casos.
Para esta Venezuela, en relación a
ella, considero que es importante intentar una aproximación de otro
tipo, a fin de comprenderla en lo profundo si ello fuera posible y
conocerla en el mar de fondo de su subjetividad.
Al respecto, quisiera contribuir a ese
intento desde mi propia subjetividad. Y para ello, iniciar algunas
reflexiones a partir de una imagen: ésta que aquí presento, que viene
siendo una vista aérea de la ciudad de Caracas.
Me ha parecido que un primer escalón de aproximación sería el apoyo que nos da esta fotografía y el drama sostenido que contiene, fácil de imaginar. (Pues supongo que el observador menos atento entenderá sin mayor dificultad lo que está viendo).
Es una fotografía que se encuentra en
la web, sin autor conocido. En mi trabajado de arquitecto y planificador
he tomado muchas semejantes en diversos sectores de la ciudad que nos
pudieran servir. Porque la situación que aquí se refleja se repite a lo
largo y ancho del valle de Caracas. Pero ésta vista tiene un interés
adicional para nosotros que voy a comentar más adelante.
Veamos. En primer lugar ¿Cuál es el impacto principal que esta fotografía produce? ¿Qué es lo que nos muestra?
¿Es un único territorio, o son más
bien dos los que registra el sobrevuelo? ¿Qué tipo de ciudad es esta,
absolutamente escindida?
A cualquiera que no tenga la
sensibilidad embotada, le sorprenderá sin duda la existencia contigua, y
al mismo tiempo tan distante en lo social, en lo económico y en lo
urbanístico, de estos dos universos humanos que así se fueron
desarrollando hasta hoy, tan nítidamente diferenciados, a lo largo,
sobre todo, de los últimos ochenta años, digamos en el más intenso tramo
de la economía rentista petrolera. A un lado de la Autopista, la densa
concentración de los barrios populares de Petare. Al otro lado, una zona
residencial de clase media, en La Urbina.
Tal vez la fotografía no lo muestra
del todo. Pero yo conozco las entrañas de esos dos mundos contiguos y
antagónicos. O más que antagónicos, opuestos. La ciudad informal y la
ciudad formal, así llamadas por los especialistas. Y conozco a fondo la
dureza terrible de su contradicción.
La ciudad informal, donde la vida casi
no es vida, o lo es situaciones de mucha crudeza. La ciudad que es la
brutal expresión urbanística del “no vivir”, como lo diría el Comandante
Chávez, que pretendía sustituir esas terribles condiciones
estructurales en lo económico, lo social y lo cultural, por las de una
“Venezuela sin miseria, todos incorporados a la vida, a la vida plena, a
la vida humana, al vivir viviendo y no vivir mendigando, vivir
muriendo”. (H.CH. 1.12.2011)
Y la ciudad formal, la de la mal
llamada clase media, que lleva con miedo, y esto es importante, la carga
de su dudoso privilegio haciendo maromas para no caerse. La que
corresponde a un sector de la población, formado por profesionales,
comerciantes, empleados de medio y alto nivel, que en la medida de sus
posibilidades se aísla en murallas urbanísticas reales o virtuales
(murallas culturales también) para protegerse de la otra, la ciudad
informal, la de los pobres, supuestamente desheredados “por la fortuna” y
que representan el lado incómodo, cuando no peligroso, de la relación
entre ambas.
La una que trata de sobrevivir en su
precariedad obligada, haciendo lo inimaginable para que le llegue algo
de la renta petrolera.
Y la otra que trata de protegerse de
la primera, a pesar de negarla e, incluso de no verla, de
invisibilizarla. (Habría que darle vuelta al refrán para entender ese
fenómeno, nos dijo en una oportunidad el presidente Chávez: “corazón que
no siente, ojos que no ven” )
Dos ciudades casi coincidentes en el
espacio, pero que no se funden, como aceite y vinagre. Así durante años.
Y no sólo en Caracas, sino también en todo el territorio urbano de
Venezuela, con la circunstancia particularmente dramática de la
diferencia porcentual del área ocupada: 35% de ocupación por la “ciudad
formal”, la de la clase media, y 65% por la de las grandes mayorías
populares.
Esto por no hablar de la contradicción
ciudad campo y el desequilibrio territorial, que en Venezuela, durante
todo el siglo XX se fue acrecentando hasta llegar a límites
insospechables en un país con tanta potencialidad para un desarrollo
equilibrado. Y que también sería un tema para coleccionar y mostrar
imágenes igualmente contrastantes.
Visto lo anterior, ¿qué podían esperarse? Esta es la situación presente por acumulación a finales del siglo pasado.
Por un lado una parte minoritaria de
la población haciendo gala de un país al día, en desarrollo constante,
con alternancia democrática, universidades de élite, una buena colección
de arte moderno, y la arquitectura internacional de las corporaciones
insertándose en ciertos espacios de la Capital, para resumirlo todo en
la ilusoria imagen de una Venezuela pujante.
Y por la otra la dura realidad de las
grandes mayorías populares, entre las cuales una buena cantidad de
personas, sin tan siquiera identidad ciudadana, como habitantes de un
“no lugar”. Multitudes de niños sin escolaridad, o con una escolaridad
muy exigua y sin perspectiva. Y por lo tanto, millones sumergidos en el
analfabetismo. Hambre, pobreza y abandono de la base de la pirámide
social. Imposible horizonte y escaso reconocimiento de su dignidad.
Situación que se va incrementando a lo largo de las últimas cuatro
décadas del siglo XX y, sobre todo hacia su final con el auge del
planteamiento neoliberal.
Ese es el mar de fondo del
desencadenamiento de situaciones y sucesos que nos trajeron hasta la
Venezuela de hoy, con sus planteamientos y sus problemas.
Una mar de fondo con raíces
históricas. La de un proyecto de independencia traicionado por las
élites. (Hay que recordar que Bolívar murió exilado de Venezuela). Que
era un proyecto que prometía “igualdad establecida y practicada” y que
tenía como horizonte el logro de “la mayor suma de felicidad posible”.
Y teniendo como origen esa
frustración, a partir de allí, la secuencia continuada de unos gobiernos
oligárquicos donde cada intento de recuperación del protagonismo
popular en los asuntos del poder, (“gobierno del pueblo, por el pueblo y
para el pueblo”, según la clásica definición) era burlado e impedido
por distintas vías. Y aquí se incluye también el descarado secuestro de
la democracia entre los años 1958, a la caída de la dictadura, y 1998,
por un aparato político-económico que le daba apariencia y le quitaba
sustancia.
Gobiernos de fachada puestos al
servicio de una élite parasitaria e improductiva, cuyo único objetivo (y
ya estamos hablando específicamente de la última mitad del siglo XX)
era disponer para sí de los grandes beneficios de la renta petrolera.
Son los gobiernos de lo que se conoce como el pacto de Punto Fijo, entre
una socialdemocracia muy particular y un socialcristianismo también muy
particular que constituyeron un régimen de marcado carácter populista
(aquí, sí, corresponde), donde el pueblo era únicamente percibido como
la base electoral de sustentación y legitimación, a cambio de las sobras
de la renta. Y ese pueblo aguantando, condicionado en buena parte por
su necesidad de sobrevivencia.
Tal es la situación de las
contradicciones sociales en un momento dado. Tal es la tensión
acumulada de las placas tectónicas sobre las que se asientan esos dos
universos que se advierten en la imagen aérea ya mostrada. O, por
utilizar otra metáfora, tal es la temperatura, llegando ya a los 99º
centígrados, del agua que contiene la olla puesta al fuego. Hasta que
en febrero de 1989, alcanza exactamente su punto de hervor.
A mi juicio es importante entender esto, pues en caso contrario cualquier razonamiento subsiguiente estaría desenfocado.
2
TIEMPO DE REBELIÓN
27 DE FEBRERO, 4 DE FEBRERO, 6 DE
DICIEMBRE: Estas fechas que permanecerán de manera señalada en la
historia de los últimos treinta años, corresponden a tres grandes
intentos de los “invisibilizados” por hacerse visibles. De alguna
manera son hitos que sintetizan los esfuerzos para ocupar el escenario
en la plaza pública, y ya nunca abandonarlo.
La primera, como se sabe, es la
rebelión popular del 27 de febrero de 1989, conocida como el Caracazo,
que se produce espontáneamente contra el efecto de las medidas
neoliberales implementadas por el gobierno de Carlos Andrés Pérez.
Ese efecto de ebullición al que nos
referíamos, lo narra Hugo Chávez, interpretando el carácter estructural
de aquella desordenada rebelión:
“…Llegó
la insurrección pero llegó por partes. Hace 20 años salió el pueblo
rebelde, insurrecto a la vanguardia contra el neoliberalismo, contra el
Fondo Monetario Internacional, contra el imperialismo… (…) ¿Qué hubo
saqueos? ¡los hubo! Pero no fue un movimiento de saqueadores, no fue un
motín de hambre aquello. Eso tenía una carga por dentro como lo dicen
las leyes del caos, el que no haya leído las leyes del caos yo les
sugiero que las lea, dentro del caos hay un orden natural, un impulso
existencial, el pueblo venezolano en aquel caos salió con un impulso
vital, con una dirección existencial, era la lucha por la vida, era la
lucha por el futuro. (…) Esto no fue una turba irracional ¡no! eso tenía
por dentro, en la médula, una razón, lo irracional es lo que no tiene
razón… (…) El pueblo no es irracional, el 27 de febrero tuvo mil razones
profundas para que ocurriera, fue un movimiento racional, existencial,
popular, vital, esencialmente político, revolucionario aquel día,
aquellos días nació esta Revolución, hace 20 años ¡esta Revolución nació
hace 20 años! Nació en estas calles del Valle, en estas calles de
Caracas, de Guarenas, de toda Venezuela.” (H.CH.28.02.2009)
Una rebelión que fue apagada a sangre y
fuego, con toque de queda incluido, y con una represión por parte de
las fuerzas armadas de entonces, que produjo alrededor de tres mil
doscientos muertos, muchos de ellos enterrados sin ningún protocolo en
fosas comunes.
La segunda fecha señalada es la del 4 de febrero de 1992.
Durante las horas que preceden a la
madrugada de ese día, un grupo de jóvenes militares con algunos soldados
bajo su mando, y cierto apoyo civil minoritario, se levantó en
distintas ciudades del país, con miras a tomar el poder político. La
situación de insurgencia se resolvió negativamente para ellos en muy
poco tiempo. Ya en la mañana, a través de una aparición en televisión de
muy poco más de un minuto, el país y el mundo conocieron al líder de la
rebelión. Sus palabras partieron en dos el tiempo histórico de
Venezuela.
Así, de esta manera, hablo el Teniente Coronel Hugo Chávez Frías: “Primero
que nada quiero dar buenos días a todo el pueblo de Venezuela, y este
mensaje bolivariano va dirigido a los valientes soldados que se
encuentran en el Regimiento de Paracaidistas de Aragua y en la Brigada
Blindada de Valencia. Compañeros: Lamentablemente, por ahora, los
objetivos que nos planteamos no fueron logrados en la ciudad capital. Es
decir, nosotros, acá en Caracas, no logramos controlar el poder.
Ustedes lo hicieron muy bien por allá, pero ya es tiempo de reflexionar y
vendrán nuevas situaciones y el país tiene que enrumbarse
definitivamente hacia un destino mejor. Así que oigan mi palabra. Oigan
al Comandante Chávez, quien les lanza este mensaje para que, por favor,
reflexionen y depongan las armas porque ya, en verdad, los objetivos que
nos hemos trazado a nivel nacional es imposible que los logremos.
Compañeros: Oigan este mensaje solidario. Les agradezco su lealtad, les
agradezco su valentía, su desprendimiento, y yo, ante el país y ante
ustedes, asumo la responsabilidad de este movimiento militar
bolivariano. Muchas gracias.”
Nadie se hubiera podido imaginar el
impacto que esta sencilla declaración iba a a tener en el alma colectiva
del pueblo venezolano. Seguramente por algunas razones fundamentales.
Principalmente, se ha dicho, por la contundencia de la frase “por
ahora” que indicaba un propósito de lucha que no iba a cancelarse.
También, no hay duda, porque allí se delinea la razón de la asonada
unida a una promesa de futuro: “vendrán nuevas situaciones y el país tiene que enrumbarse definitivamente hacia un destino mejor”. Y
desde luego, por la importancia que el mismo pueblo le dio al hecho de
que un hombre, en el duro momento de la derrota, asumiera la plena
responsabilidad de lo ocurrido, sin subterfugios de ninguna especie.
Para el pueblo, más allá de la rebelión en sí misma, fue esa declaración
del comandante Chávez, a quien hasta entonces prácticamente nadie
conocía, la que se constituyó como un acto ejemplar que merecía su
reconocimiento. Y fue de esa manera que Chávez se hizo un lugar en el
corazón de los venezolanos más pobres, los invisibilizados de siempre.
Y la tercera fecha de este tiempo de
rebeliones, 6 de diciembre de 1998, corresponde al día en que el pueblo
venezolano, por mayoría abrumadora, eligió a Hugo Chávez Frías, como
presidente de la República. Solo habían pasado seis de años desde
aquella derrota en lo militar. Pero las tensiones del mar de fondo, lo
habían colocado en el centro de los acontecimientos.
Luego de su rendición, Hugo Chávez y
sus compañeros fueron juzgados y condenados con penas de cárcel que
promediaban los veinte años. Sin embargo, debido a la intensa presión
popular y a la intención de amainar los ánimos encrespados por las
tensiones sociales, el Presidente Rafael Caldera, que había sumido el
poder del Estado en 1993, apenas un año después les dio la libertad a
través de un indulto presidencial.
Cuando Chávez salió de la cárcel, se
fue a hacer política, ya sin armas, “a las catacumbas del pueblo”, según
sus propias palabras. Es decir, a encontrarse con la gente en sus
lugares de hábitat y trabajo, a empaparse de sus problemas y anhelos,
necesidades y visiones, a llenarse las experiencias del común y
sensibilizarse con las distintas manifestaciones de creación y de vida,
en un país de tanta diversidad cultural, recorriendo incansable la
geografía y reencontrándose con las propias raíces de la historia. Sus
cuarenta días en el desierto, no funcionaron, tal como está establecido,
en el espacio arquetipal de la reflexión solitaria, sino que dándoles
una vuelta completa, los convirtió más bien en cuatro años y no en la
soledad, sino en la reflexión compartida, en compañía de su pueblo.
Observando. Conversando. Preguntando. Respondiendo también. Analizando
en colectivo. Imaginando caminos. Y así recorrió el país,
incansablemente, cruzándolo a través de todas las rutas y en todas
direcciones.
Aquel por ahora, debía ser concretado
en un nuevo intento de llegar al poder, esta vez por la vía pacífica y
democrática. Su intención era refundar la República a través de una
nueva Constitución diseñada y discutida en el seno del pueblo y aprobada
en una consulta nacional. Tal fue, prácticamente su única promesa
electoral en la campaña presidencial de 1998.
El seis de diciembre de ese año, un
masivo voto popular, incuestionable, lo eligió para el ejercicio de la
presidencia de la República.
3
TIEMPO DE REVOLUCIÓN
Apenas dos meses más tarde, el 5 de
febrero de 1999, Hugo Chávez asumió formalmente la presidencia de la
República. Sus palabras durante el acto de toma de posesión no dejaron
lugar a dudas. A partir de un reconocimiento pleno a ese pueblo
sufriente y rebelde que lo llevó al poder, Chávez dejó claro que, en el
ejercicio de su responsabilidad como presidente, su papel era el de
encabezar y darle cauce a una transformación profunda que el pueblo
había iniciado ya, y a la que calificó de revolución. De esta manera,
el intento de Salvador Allende de alcanzar una revolución por la vía
electoral, se volvió a reeditar casi cuarenta años más tarde en otro
país de América.
“Yo llamo a los venezolanos a
luchar todos para que tengamos Patria, para que tengamos una Venezuela
verdadera, una democracia verdadera. En lo político nuestra propuesta y
desde hoy nuestra acción orientada hacia la transición transformadora,
porque eso también es conveniente decirlo, señores, nosotros tenemos que
darle cauce a un movimiento que corre por toda Venezuela.”
“Esa resurrección a la que me
refería, tiene una fuerte carga moral, social, es un pueblo que recuperó
por su propia acción, por sus propios dolores, por sus propios amores,
recuperó la conciencia de sí mismo y allí está clamando, en las afueras
del Capitolio y por donde quiera que vayamos. Eso no tiene otro nombre
que una Revolución. Terminando el siglo XX y comenzando el siglo XXI
venezolano aquí se desató una verdadera revolución, señores y yo tengo
la certeza de que nosotros le vamos a dar cauce pacífico, que nosotros
le vamos a dar cauce democrático a esa revolución que anda desatada por
todas partes.”
“Yo estoy seguro que ese pueblo que
está allí resucitado va a buscar sus caminos, hoy recuperó credibilidad
en una oferta, en una propuesta, en un camino, si la perdiera mañana
esa fuerza, así como el agua, va a buscar salida. Por eso imploro la
voluntad, la buena voluntad de todos para que entre todos le demos cauce
a la revolución necesaria, porque es necesaria en lo social, en lo
económico, en lo político, en lo ético. Tenemos que revolucionarnos,
incluso nosotros mismos. (…) Porque yo estoy aquí no por mí, yo estoy
aquí por un compromiso; yo no soy causa, soy consecuencia. Así que yo,
Dios me perdone, siempre lo digo, yo prefiero la muerte antes que la
traición; así lo declaro ante el mundo y lo declaro ante Venezuela: no
hay marcha atrás en la revolución política que tenemos que impulsar y
que claman las calles del pueblo de toda esta tierra de Bolívar.”
Los años que el Comandante Chávez
estuvo en la presidencia, relativamente pocos, desde 1999 a 2013,
constituyen un período de cambios muy profundos, sobre todo el ámbito
político y cultural (en el sentido amplio de la palabra) como nunca
antes se habían producido desde la época de la Independencia. Ello a
pesar de que el ejercicio de poder tuvo lugar en medio de sistemáticas
tempestades y de turbulencias permanentes inducidas por los enemigos de
la Revolución.
No se trata de hacer aquí la crónica
de este período, más o menos conocida a gran escala por todos quienes se
interesan en el tema venezolano, sino de destacar algunos de sus rasgos
más notables, que comenzaron a evidenciarse a partir del proceso
constituyente desarrollado en el primer año de gobierno. Proceso que
culminó en diciembre con la aprobación masiva, mediante referéndum
nacional, de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela,
dando inicio a lo que se conoce como la V República.
La caracterización de este período es
compleja, pero a mi modo de ver, y aquí reivindico de nuevo mi propia
subjetividad, como testigo y modesto actor en este tiempo
revolucionario, los trece años en los que Hugo Chávez ejerció en
Venezuela en su triple papel de Jefe de Estado, Presidente de la
República y líder de la Revolución Bolivariana, se caracterizaron por
abrirle paso a un proceso irreversible de cambios muy profundos. Cambios
que se produjeron, sobre todo, en las dimensiones ética, cultural,
política y social, con ciertos pasos iniciales también en la dimensión
económica.
Al respecto voy a tratar de señalar, a
grandes rasgos, ciertos aspectos de esos cambios estructurales en las
distintas dimensiones citadas, aceptando (o mejor dicho advirtiendo) que
son trasversales a todas ellas y que, por lo tanto, todos tienen que
ver con todo. Es, pues, una clasificación que solo busca ordenar un
poco, para una mayor comprensión, lo que en realidad constituye una
trama multidimensional. Veámoslo entonces de esta manera.
Dimensión ética: sorprendentemente,
para el caso de la historia de las luchas sociales, la Revolución
Bolivariana asume de forma directa la razón de amor, con todo lo ello
implica, como el motivo último de la acción transformadora. Lo que
Ernesto Guevara había sugerido con un cierto pudor, “déjeme decirle, a
riesgo de parecer ridículo, que el revolucionario verdadero está guiado
por grandes sentimientos de amor”, Chávez lo hace explícito y lo
enarbola como una bandera. “Amo al ser humano, no importa el color, la
condición social, el idioma. Y todo lo que decimos, lo decimos con amor
por toda la humanidad y lo decimos precisamente por amor a toda la
humanidad”. (H.CH.16.10.2002) Más adelante Chávez nos hablaría de “la razón humana, la razón amorosa para ser más preciso”. (H.CH.30.06.2011)
Esa fuerza de amor impregna de tal
modo el proceso bolivariano, inundándolo de contenido profundo, que va a
constituirse sin duda en uno de los elementos de soporte popular de la
propia revolución, como una meta superior que, una vez alcanzada, hace
imposible el retroceso. Porque la idea del amor conlleva algunos
elementos que, desplegados en la batalla política, la van a influir, no
solo en los propósitos generales, sino también los procedimientos y
formas de actuación. Cambia así la naturaleza de la batalla política,
cuando incorpora conceptos tales como la inclusión absoluta, el
reconocimiento a la dignidad de todos y todas, la inserción en la “causa
humana” como una noción que se desarrolla en el espacio y tiempo
planetarios, y una mirada hacia el mundo real que se produce desde lo
que pudiéramos denominar “una nueva espiritualidad”.
Así, en el ámbito al que llega la
revolución ya nada es como antes. Y con el amor, llega también un
exacerbado odio antagónico, contrapuesto, en el lado enemigo, por otra
parte muy difícil de comprender.
Dimensión cultural: aquí el proceso
bolivariano se afinca sobre la idea de que una revolución es un hecho
fundamentalmente cultural, o no es tal revolución. Un hecho que se
origina con un cambio generalizado de la conciencia que se va
produciendo, tanto en el ámbito individual como en el colectivo, a
partir del conocimiento, pero desde la realidad.
Apertura al conocimiento, conciencia,
voluntad de transformación, acción revolucionaria, son las partes
interactuantes de un proceso complejo, en una secuencia que se reinicia
dialécticamente todo el tiempo. Todo ello se concreta en una manera
distinta de ver el mundo a partir de la cual vamos construyendo entre
todos un sentido común distinto , que deja atrás la lógica inducida por
los valores hasta ahora dominantes. El reconocimiento de quienes somos
tiene que ver mucho con eso. En algún momento el Comandante Chávez llegó
a definir la cultura como “todo lo que hemos sido, todo lo que somos y
lo que pretendemos ser”. (H.CH.19.08.2003) De
ahí la importancia de la memoria colectiva, y la particular importancia
que la revolución bolivariana le da a la historia (el tiempo en el
territorio, como lo explicó Chávez). Y de ahí también el fascinante
intento de visualizar entre todos una imagen de porvenir. Pasado y
futuro entrelazados en el tiempo presente, tomando como base “los
poderes creadores del pueblo”.
De manera que es muy difícil entender a fondo la Venezuela actual, sin comprender estos factores.
Dimensión política: aquí el tema del
poder se convierte en el eje central de la política, a partir de la
definición de la democracia como participativa y protagónica, consagrada
como tal en la Constitución. Se asume sin ninguna reserva que el poder
le pertenece al pueblo y que la tarea fundamental de quien tenga
responsabilidades públicas, en cualquier nivel de gobierno, es
transferirle ese poder al pueblo. Pero teniendo siempre en cuenta que
debe ser “un poder que pueda” y de naturaleza emancipadora, sin lo cual
la idea misma de poder carece de sentido desde el punto de vista
revolucionario. El proceso bolivariano acoge como suya la frase “mandar
obedeciendo” utilizada por otros movimientos revolucionarios en la
región. Y eso va a marcar de manera definitiva la relación del pueblo,
como único soberano posible, con “su” gobierno, el gobierno que le
pertenece. Queda atrás para siempre la práctica del populismo, heredada
del pasado. Ahora es el pueblo quien ejerce el poder de la manera más
directa posible. Allí se centra el mayor esfuerzo de la transformación
política.
Con el pueblo al mando, la noción de
unidad necesaria, como concepto y como práctica, se convierte en factor
esencial para el ejercicio del poder. Unidad de todo el pueblo. Unidad
de los revolucionarios. Y unidad cívico-militar, a partir de la
definición bolivariana del ejército como pueblo armado.
En el ámbito internacional se vuelve
la mirada a hacia la gran patria latinoamericana. “La patria es América,
había dicho Bolívar”. Y desde América al mundo (“Patria es humanidad”
dijo José Martí), afianzando la visión geopolítica de un universo
multipolar.
En este orden de ideas, el tema de la
soberanía nacional pasa a primer plano. Y se establece con mucha fuerza
el propósito definido de honrar la memoria de los Libertadores,
alcanzando como país, de una vez por todas, la independencia definitiva.
Todo lo cual conduce a una posición antiimperialista, como no podría
ser de otra manera.
Dimensión social: aquí saldar la deuda
material y espiritual con un pueblo secularmente oprimido, excluido,
explotado y esquilmado, se convierte en la primera prioridad. Comienza
así un esfuerzo extraordinario para establecer una más justa
redistribución de la riqueza proveniente de la renta petrolera. Es lo
prioritario. Saldar la deuda social. Ello se constituye como el primer
escalón de ese “Estado de derecho y de justicia” establecido en la nueva
Constitución. Poner al día el cumplimiento de los derechos sociales de
la gente. Comenzando por el aparentemente simple derecho a la
ciudadanía, a existir políticamente, civilmente. Como una cuestión de
dignidad. Es el derecho de los invisibles a ser vistos, a ocupar los
espacios públicos por primera vez. El derecho a la alimentación, a la
salud, a la educación, a la vivienda, a los bienes culturales.
Surgen así las misiones como
gigantesco esfuerzos para conseguir que, más allá de la
institucionalidad tradicional, esos derechos sean cumplidos
suficientemente. Que lo que está establecido, sea practicado.
Todos aquellos que estuvieron
secularmente excluidos ahora disfrutan de un soporte material y
espiritual como nunca antes en toda la historia. El analfabetismo es
derrotado. Se cumple con las metas del milenio. Mejoran todos los
índices positivos, incluyendo el de Gini. La FAO decide darle el nombre
de Hugo Chávez a su programa de lucha contra el hambre. En 2012, el
rostro social de Venezuela ya ha cambiado para siempre.
Dimensión económica: en este punto,
hay que decirlo, no se avanza lo suficiente para acompañar los cambios
estructurales que se producen en las otras dimensiones. Tal vez porque
para construir el edificio económico del país, se necesitan unas
fundaciones fuertemente asentadas, y eso lleva tiempo. Pues el reto
principal, para decirlo todo en una frase, es pasar de una economía
rentista a una economía productiva. Y esto no es fácil contando además
con el lastre de una burguesía que no se caracterizaba justamente por su
capacidad productiva, sino por la naturaleza de su condición, llamada
por algunos parasitaria, de medrar de la renta petrolera mediante el
dominio político del Estado. Condición que se fue acentuando más, si
cabe, en las dos últimas décadas de los gobiernos de la IV República,
con su enfoque ya decididamente neoliberal.
En todo caso, la Revolución
Bolivariana entiende que para el desarrollo económico de la nación con
igualdad y justicia social, honrando las aspiraciones del pueblo
expresadas en la Constitución, la única vía posible es el socialismo.
Una economía, por decirlo de otra manera, al servicio del ser humano.
Es con ese proyecto, explícitamente
planteado en el segundo objetivo de su Programa de la Patria, que Chávez
se presenta de nuevo a las elecciones en 2012. El 7 de octubre gana las
elecciones con una mayoría sustancial.
Es el momento aquí de contrastar la
imagen aérea del Este de Caracas, presentada al principio de estas
notas, con el claro signo diferenciado de las votaciones que se dan en
ese territorio. En rojo, el gráfico de la votación chavista, que se
concentra sobre todo en los barrios humildes. En azul, el de la
oposición, en las zonas de clase media y, con mayor contundencia en las
zonas de clase media alta. Allí se ve claramente la composición de clase
del voto, determinado por las condiciones urbanas, con toda nitidez. A
buen entendedor, pocas palabras bastan.
Gráficos efectuados por la OPPPE,
Oficina Presidencial de Planes y Proyectos Especiales, en noviembre de
2012, con base en los resultados electorales presentados por el Consejo
Nacional Electoral sobre la elección presidencial del mes anterior.
4
TIEMPO DE GUERRA Y RESISTENCIA
El 5 de marzo de 2013, falleció Hugo
Chávez. Apenas doce semanas antes, el 8 de diciembre de 2012, en el que
se considera su último mensaje al pueblo venezolano, transmitido en
cadena nacional de radio y televisión, el comandante Chávez recomendó
que “si se presentara alguna circunstancia sobrevenida” se eligiese a
Nicolás Maduro para darle continuidad al proyecto.
“Si algo ocurriera, repito, que me
inhabilitara de alguna manera, Nicolás Maduro no sólo en esa situación
debe concluir, como manda la Constitución, el período; sino que mi
opinión firme, plena como la luna llena, irrevocable, absoluta, total,
es que —en ese escenario que obligaría a convocar como manda la
Constitución de nuevo a elecciones presidenciales— ustedes elijan a
Nicolás Maduro como presidente de la República Bolivariana de Venezuela.
Yo se lo pido desde mi corazón” Y seguidamente advirtió “No faltarán
los que traten de aprovechar coyunturas difíciles para, bueno, mantener
ese empeño de la restauración del capitalismo, del neoliberalismo, para
acabar con la Patria. No, no podrán, ante esta circunstancia de nuevas
dificultades -del tamaño que fueren- la respuesta de todos y de todas
los patriotas, los revolucionarios, los que sentimos a la Patria hasta
en las vísceras como diría Augusto Mijares, es unidad, lucha, batalla y
victoria.”
Ese mensaje llegó de inmediato, por
supuesto, a su destinatario principal, el pueblo venezolano, y se alojó
en su conciencia y en su corazón. De esta manera, apenas cuarenta días
después, superando el dolor por la desaparición física del líder, una
mayoría de votantes en Venezuela eligió como nuevo presidente a Nicolás
Maduro.
En estas circunstancias, y tal como el
mismo Chávez había advertido, todas las fuerzas internas y externas
adversas, pensando que había llegado la mejor de las oportunidades,
desataron una ofensiva brutal, que no ha cesado hasta el momento, para
derrocar la Revolución Bolivariana.
Convencidos de que la situación les
iba a ser más favorable con la presidencia de Nicolás Maduro, a quien se
imaginaban débil, intensificaron las estrategias de guerra de tipo
económico, financiero, mediático y diplomático, para sembrar caos e
inestabilidad en el país, en lo que algunos especialistas denominan
“guerra de quinta generación”, donde el último recurso, no descartado,
(“todas las opciones están sobre la mesa” se repite una y otra vez como
advertencia y amenaza), es la invasión militar. El objetivo de tal
guerra, de naturaleza integral, era y es debilitar al Estado, hasta
hacerlo aparecer como fallido, desencantando a la población de tal
manera, que una vez perdida la voluntad normal de resistencia, acabe
retirándole su apoyo a la Revolución, tanto en el escenario electoral
como en cualquier otro posible.
¿Cuáles son las armas que se utilizan
en este contexto? Golpes de estado, magnicidios, violencia interna,
sabotajes, cercos financieros, bloqueo de medicinas y alimentos,
inflación inducida, asedio mediático internacional y aislamiento
diplomático, en un clima de constante amenaza militar y extrema
agresividad. De lo que se trata es de atacar directamente a las
condiciones de vida del país para afectar el aparato productivo, los
servicios públicos, la alimentación, la salud, el transporte, con un
ensañamiento especial en todo aquello capaz de alterar la vida cotidiana
de las familias.
Si desde la llegada del comandante
Chávez a la presidencia, esto se venía haciendo de modo sistemático,
ahora la intensidad se multiplicó bajo la convicción de que había
llegado la hora del asalto final.
Durante los últimos seis años no hubo
descanso en esto. Cada vez con mayor descaro y en forma progresivamente
más abierta, EEUU se fue poniendo a la cabeza de los intentos de la
oposición en Venezuela por derrocar al gobierno. Así, el 9 de marzo de
2015, con infinito cinismo, y para darle basamento legal interno a las
acciones de su país, el Presidente Obama firmó una orden ejecutiva,
donde se decretaba que la situación en Venezuela “constituye una
amenaza inusual y extraordinaria a la seguridad nacional y la política
exterior de los Estados Unidos” y por lo tanto se declaró “una
emergencia nacional a los fines de hacer frente a dicha amenaza”.
Decreto que sería ratificado y renovado posteriormente por el mismo
Obama y, desde luego, por Donald Trump.
En enero de 2019, los EEUU de
Norteamérica, pasan a proclamar abiertamente que el gobierno de
Venezuela debe de inmediato dejar paso a un “gobierno democrático”. A
tal fin designan y apoyan a un parlamentario en desacato, Juan Guaidó,
quien se autoproclama Presidente en una plaza pública. De inmediato,
los EEUU presionan por su reconocimiento a los países de su esfera de
influencia (la autodenominada comunidad internacional) y demandan por
tres veces que la situación de Venezuela sea discutida en el Consejo de
Seguridad de las naciones Unidas.
Agresiones directas como el severo
ataque cibernético al Servicio Eléctrico Nacional llevan la firma de los
propios Estados Unidos.
Pero Venezuela no cayó. No cae. La
historia es conocida. A pesar de las intensas presiones, agresiones y
amenazas, a la hora describir estas notas, abril de 2019, el pueblo
chavista resiste, el gobierno bolivariano no se ha derrumbado como se
presumía, y la unidad cívico-militar que le da soporte pleno a la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, se fortalece cada
día más. Antes al contrario, la revolución se prepara para enfrentar
la guerra incluso en el ámbito militar, al tiempo que no cesa de
efectuar permanentes llamados al diálogo y la paz.
Desde el punto de vista de las
tensiones geopolíticas Venezuela es, en este momento, uno de los puntos
más calientes del globo. Los EEUU, reeditando una vez más la doctrina
Monroe (América para los americanos) a la que nunca han renunciado
realmente, resienten la presencia de otras potencias en el Continente, y
manifiestan públicamente su incomodidad. Sin embargo, países como
China y Rusia, y una mayoría de los integrantes del Movimiento de Países
No Alineados, mantienen el apoyo decidido a Venezuela.
5
EL TIEMPO POR VENIR
No soy de los piensan que existe el
don de la profecía para los asuntos humanos. Pues, en verdad cuando el
futuro todavía no es, sino que se construye cada día y siempre en el
presente, ¿quién sabe lo que ha de suceder?
En relación a Venezuela, lo único que
conocemos es lo que tenemos. Hablo por quienes sostenemos el proceso
bolivariano. Y hasta donde el optimismo no me ciega, creo que lo que
tenemos no es poca cosa.
En primer lugar, un pueblo con mucho
mayor grado de conciencia de sí como protagonista de la historia, que la
que podía tener en un pasado. Reconozco, para ser sincero, que cuando
hablo de pueblo, me refiero a una parte de pueblo. Pero una parte tal,
que es lo suficiente grande y activa para inclinar cualquier balanza a
su favor, pues sabe pronunciarse cuando hace falta.
Un pueblo, pues, con un proyecto a
defender. Pueblo pacífico, pero aguerrido. Pueblo boliviano y chavista
que se prepara para lo que venga. Y se organiza. Presente en todo el
territorio. A esto le decimos: unidad de los patriotas.
En segundo lugar, una vanguardia
revolucionaria bien organizada. Disciplinada a la manera venezolana,
pero disciplinada. Igualmente presente en todas partes, comunidades,
instituciones, lugares de trabajo. Me refiero al PSUV, principal partido
de la Revolución, pero también a otras fuerzas que se agrupan en el
Polo Patriótico. Y que en entre todos suman millones. Unidad de los
revolucionarios.
En tercer lugar una dirigencia leal,
lúcida y experimentada. Que aprendió de Chávez. Y que hace gala de una
sinigual coherencia. En este momento bajo la responsabilidad de Nicolás
Maduro. Unidad de mando.
Y para completar el sistema de
fuerzas, en lo interno, el compromiso de la Fuerza Armada Nacional
Bolivariana, leal, antimperialista, chavista, muy bien preparada, bien
dotada también y con conciencia de su carga histórica. Alrededor de
325.000 hombres y mujeres, profesionales en armas. Más de dos millones
de milicianos, con el propósito determinado de alcanzar este mismo año
la suma de tres millones. Compenetrados con el pueblo y el territorio.
Con planes para resistir cualquier modelo de invasión, incluso con el
planteamiento de emprender, en caso de ser necesario, una guerra popular
prolongada de liberación. Unidad cívico-militar.
Y más allá de nuestras fronteras,
personas y personalidades, organizaciones, pueblos y países amigos,
solidarios con nuestra causa, algunos más fuertes que otros y con mayor
capacidad de decisión en el escenario de la geopolítica, pero todos
igualmente dignos e importantes para nosotros, que no aceptan las
políticas imperiales de nadie ni la hegemonía de ningún país sobre los
demás.
Eso tenemos. La razón, la convicción,
y moral de sobra. La decisión de que la Revolución Bolivariana no va a
ser entregada. No es poca cosa, todo ello. Pero ¿qué va a pasar? La
historia está, como siempre, por escribirse.
Farruco Sesto
Vigo. Abril de 2019
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