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Reuniones previas al congreso de Economías Solidarias |
Dr. Javier Nouel. Participa en varias organizaciones dedicadas al tema agroalimentario, entre ellas, la Red de Defensores y Defensoras de la Seguridad y Soberanía Alimentaria, de la que nace el presente artículo, propuesta de principio del año 2019.
El siguiente
análisis se realiza en función de la problemática acaecida con respecto al
acceso y precios elevados en escala inflacionaria que los alimentos no
procesados como frutas, vegetales, hortalizas, raíces y tubérculos, granos y
pescado, han experimentado en los últimos meses.
Es de resaltar que
los CLAP han garantizado a buena parte de la población acceder a harinas y
aceites refinados, arroz, pasta, entre otros. Sin embargo, hoy en día sabemos
que para tener una población saludable, el consumo de alimentos poco procesados
y no procesados es fundamental, y que una dieta basada en alimentos procesados
y ultraprocesados no es saludable, ya que son factores directamente
relacionados a las principales enfermedades que sufre la población: las
llamadas enfermedades crónicas no transmisibles (diabetes, hipertensión, entre
otras).
Los alimentos
procesados y ultraprocesados son manejados en el mundo, y en particular en
Venezuela y América Latina, por un puñado de empresas trasnacionales que han
generado acciones de sabotaje económico en los últimos años. En este escenario,
el gobierno ha impulsado estrategias de importación-distribución que
han permitido palear la situación, pero que, en un escenario tan dinámico y
cambiante, exigen mayores acciones por parte del pueblo organizado; y que representa una reproducción de la lógica heredada del rentismo petrolero y su agricultura de puerto.
Las distorsiones
creadas en Venezuela con fines políticos referente a la distribución de estos
productos procesados y ultraprocesados -los más deseados por la población y en
los que ha basado en las últimas décadas su alimentación- generó una búsqueda
de alternativas en los alimentos no procesados y poco procesados, lo que se
posicionaba como una enorme oportunidad de transformación de culturas
alimentarias.
Las harinas se sustituyeron por raíces y tubérculos, se disminuyó el consumo de azúcares
refinados y aceites, entre otras prácticas saludables que hemos evidenciado en
distintas comunidades y organizaciones.
Pero esta situación
de oportunidad se enfrenta a un nuevo reto: el aumento desmedido del precio de
las frutas, vegetales, hortalizas, raíces y tubérculos, entre otros. Es de
resaltar que todos estos alimentos son producidos en gran medida por pequeños y
medianos productores nacionales, que están siendo grandemente afectados al igual que los
consumidores, ahorcados por cadenas de intermediación basada en la economía especulativa.
Haciendo un seguimiento al
monitoreo de la Red de Defensores y Defensoras de la Seguridad y Soberanía
Alimentaria (REDSSA) en mercados como Quinta Crespo y Guaicaipuro, y
evidenciando la diferencia de precio entre, por ejemplo, el Mercado de
Coche con respecto a supermercados y expendios de alimentos alrededor de la ciudad de Caracas, en el que hemos calculado hasta 500% de diferencia, queda una única
conclusión posible con respecto a medidas de emergencia a tomar por parte del
pueblo organizado: El problema coyuntural
que hay que atacar es el de la distribución de alimentos, lo que en términos de emergencia es verdaderamente capaz de generar un impacto inmediato. El problema de distribución es un
fenómeno mundial como lo afirma la Organización Vía Campesina.
Por otra parte, en
contacto con productores, hemos evidenciado que el margen de diferencia entre
lo que se le paga al productor y lo que se le cobra al consumidor puede llegar
hasta el 5.000 %.
En el capitalismo,
los productores se ven ahorcados por lo poco que la cadena de intermediación le
paga por los alimentos producidos con mucho esfuerzo, y los consumidores se ven
asfixiados por el alto costo del producto en el último eslabón de la cadena. Se trata de una economía suicida. En
el rentismo petrolero venezolano, la diferencia es aún más dramática. Esto está
relacionado a sistemas distributivos ineficientes y leoninos.
La situación se
complica más cuando entendemos que no sólo podemos hablar de dos bandos
encontrados en una guerra económica, sino que se trata de una lógica perversa que
se reproduce en todo el sistema, que toma cuerpo propio, afectado y dinamizado,
evidentemente, por sectores políticos y del poder económico. Pero este direccionamiento
no es homogéneo, vertical, ni lineal. Se trata de un sistema con una lógica
especulativa, en donde los diferentes actores económicos, desde el grande hasta
el más pequeño vendedor, distribuidor y consumidor, reproduce la "guerra económica", sin
importar su filiación política-partidista.
Como hemos expresado
en otros artículos, lo económico debe ser abordado desde una mirada integral no
reduccionista, que supere la visión de la economía como disciplina moderna mecanicista.
Las oportunidades en momento coyunturales
Pero este estado
crítico, se constituye también en una enorme oportunidad. El enorme caudal
monetario que se encuentra entre el productor y el consumidor, puede ser re
direccionado, si los consumidores organizados realizan compras programadas en
varias vías:
1.-Compra directa a
los mercados mayoristas
2.-Compra directa a
los productores
3.-Producción local (es la que toma más tiempo y la menos efectiva en emergencia)
3.-Producción local (es la que toma más tiempo y la menos efectiva en emergencia)
Estas acciones
realizadas desde las organizaciones de base, permitirán evitar el
estrangulamiento de los intermediarios generando:
-ahorro en
porcentajes enormes de consumidores organizados
-pago más justo a
los productores
-proyectos socio
productivos
Esto no sólo se
constituye en una alternativa, sino que parece ser la vía natural que debe
tomarse para garantizar la alimentación del pueblo, en la medida que se contrarresta
la situación desde causas profundas y, curiosamente, poco discutidas. Miles de
organizaciones en el mundo, dentro y fuera de Venezuela, está generando esta
nueva economía.
Para ello, se
deberán impulsar distintas organizaciones que permitan esta estrategia. Se
trata de un importante esfuerzo, pero muy posible.
¿Qué se requiere?
1.-Suficiente gente
organizada con necesidad de adquirir alimentos a mejores precios de manera tal
que se pueda adquirir gran volumen (al mayor), lo que garantizaría un mayor
ahorro. Donde hay necesidades, hay oportunidades. Mientras se logre adquirir
grandes volúmenes, mayor el ahorro.
2.-Estructuras
organizativas con distintas comisiones que se encarguen de lo comunicacional,
lo logístico, lo administrativo, la formación, etc. Es importante hacer énfasis
en la transformación de la cultura alimentaria, ya que los deseos han sido
conquistados históricamente por las grandes corporaciones, y en un país del
rentismo petrolero, la cultura alimentaria y nuestros hábitos, son un reflejo
de dicho rentismo y la agricultura de puerto; es decir, de la dependencia de la
importación.
3.-Transporte para
el traslado. En este punto, es de resaltar que la diferencia de precio en
nuestro contexto es tan abismal que el ahorro da para contratar un transporte,
en caso de no disponer de uno propio, que, en colectivo, significaría poco para
cada familia o miembro de la organización. El secreto es el volumen. En la
unión está la fuerza, el verdadero poder de los consumidores.
4.-Centros de
acopio. Pueden ser viviendas de los propios miembros en una fase inicial.
5.-Vías de
comunicación para la inscripción y compra. Se utilizan desde mensajes de texto
hasta formularios electrónicos.
Las compras
organizadas se pueden llevar a cabo a través de combos en los cuales se
garanticen una dieta saludable basada en alimentos frescos de temporada. Puede
haber un equipo promotor que impulse nuevas formas alternativas, innovadoras y
saludables de preparación de alimentos, para que los miembros de la organización,
transformen sus hábitos alimentarios y re-aprendan a aprovechar al máximo los alimentos con criterios nutricionales, culinarios, ecológicos y económicos.
Todas las formas de organización posible, con un mismo
fin: Hacia las redes el tejido de prosperidad
La realidad social
no es lineal ni vertical, trabaja en múltiples direcciones. Es holística, compleja,
contradictoria. Mientras que la teoría siempre es reduccionista y fragmentaria. A esa lógica reduccionista responde las políticas de controles que no
controlan nada, ya que no es factible en un mundo tan complejo.
Las organizaciones,
en nuestra emergencia, no pueden ser encajonadas a un solo tipo de estructura,
se deben permitir cuantas diferentes estructuras sean posibles, respetando las
lógicas particulares de cada contexto. “Entubar” las organizaciones a una misma
estructura homogénea, dificulta la creación de organizaciones que partan del
Poder Popular. Ahora si, las organizaciones organizadas en tejidos de prosperidad deben alinearse hacia el objetivo bolivariano de la "Suprema Felicidad Social"; todo lo que atente contra esto, destruye las redes de prosperidad.
Iniciar desde lo pequeño
La propuesta es que el gobierno nacional y local apoye
a la ciudadanía organizada en la creación de tejidos de solidaridad, como de hecho ya lo está haciendo, a veces un poco al margen de las instituciones del Estado, otras con grandes alianzas con este. Existe un entramado jurídico que lo permite y lo impulsa, y un cuerpo institucional construido para tal fin.
Por otra parte, el
gobierno nacional debe impulsar las redes de distribución en las que
encontremos a los productores y consumidores, sin tanta dependencia del puerto ni la administración pública, lenta, ineficiente, burocrática, sin cronogramas que respeten las lógicas locales, asfixiante,
ya que esto no permite un cambio alimentario en los hábitos, lo productivo,
distributivo y la transformación, ni dar respuestas inmediatas a la coyuntura; por el contrario, se convierte en un factor más de dificultad.
De lo que se trata
es de dejar de depender de lo importado y de los intermediarios, para reconstruir
sistemas agroalimentarios locales, impulsando que la ciudadanía consuma lo que
se produzca en su propio contexto territorial, lo que genera ahorro, salud,
prosperidad y redistribución-liberación de las capacidades productivas y
autogestionaria del pueblo.
Ir a la raíz
Dejar de depender
de lo importado ataca el problema del control de las grandes corporaciones
trasnacionales; y dejar de depender de la cadena de intermediación, significa
liberarse de las mafias intermediarias desarticulándolas desde la pérdida de poder que representa la organización de los consumidores que actualmente están atomizados. En la medida que el
productor se beneficie más recibiendo mejor retribución oportuna, e inclusive por adelantado, por lo producido de forma
oportuna, dejará de depender de los intermediarios. Esa es otra lógica que está siendo usada en el mundo, el microfinanciamiento de los consumidores, lo cual abordaremos en otros artículos.
Por último, cabe
acotar, que los recursos monetarios que dejarían de recibir la cadena de
intermediación, puede generar miles de proyectos socio productivos en la
transformación y distribución de alimentos, millones de empleos directos e
indirectos; y en esa misma medida, el pueblo realmente construirá
participativamente una economía justa. El gran logro de la Revolución fu el de superar el tema de la redistribución
de la riqueza, lo cal enfrenta un peligro enorme en el escenario actual. En esta fase de lo que se trata es de redistribuir la
productividad y prosperidad, para lo cual hay que apuntar a la distribución.
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