José Gregorio Linares: Profesor de la Universidad Bolivariana de Venezuela, Profesor Investigador de la Escuela Venezolana de Planificación.
El
primer golpe de Estado en Bolivia fue ejecutado el 18 de abril de 1828 contra Antonio
José de Sucre, quien era Presidente de dicha nación, creada en 1825 por mandato
popular. Dicho golpe fue planificado por el gobierno de EEUU en alianza con la
oligarquía boliviana. A nombre de EEUU actúa su cónsul en Perú William Tudor,
quien desde Lima (¡tenía que ser!) conspira contra el proyecto de reformas que
se emprende en la nueva nación y contra los planes de independencia e integración
suramericana impulsados por el Libertador. Por su parte, la oligarquía
boliviana explota inmisericordemente al pueblo, mayoritariamente indígena, al
que odia y desprecia. Se niega a cederle beneficios y a aceptar los programas
de redención económico-social emprendidos bajo el mandato del Gran Mariscal.
El
gobierno de Sucre se caracterizó por la ejecución de un plan de reformas
fundadas en la determinación de defender a los sectores desamparados, propiciar
la justicia e igualdad social, promover el bienestar económico y consolidar la
soberanía nacional. Para ello debe atacar los vicios reinantes en una sociedad que
privilegia a una casta dominante y margina a las mayorías, “Tantos
abusos tiempo es ya que desaparezcan, y así lo demanda la religión, la moral y
la política” alega Sucre (17-01-1826).
A favor de los
indígenas
La colonia dejó como herencia el racismo, que condena
a los indígenas a ser siervos o esclavos sometidos a las castas blancas. Sucre
se propone acabar con este flagelo y crea las bases de la justicia social.
Establece (16 de febrero de 1826): “los principios del Gobierno están opuestos
a toda especie de desigualdades entre los ciudadanos por su nacimiento”. En su
Mensaje al Congreso Constituyente de Bolivia (25 de mayo de 1826) sentencia: “Los indígenas,
esta parte originaria de nuestro pueblo, la más digna del goce de los
beneficios de la independencia, oprimida todavía por la costumbre de
humillarlos, han sido rescatados en gran parte de los ultrajes con que eran
tratados; pero ellos no están aún en la dignidad de los hombres… tres siglos de
esclavitud los han sumergido en los males de que sólo podrá sacarlos la
protección del cuerpo legislativo, y la ejecución de las medidas y decretos del
Gobierno en su favor y en el de su educación”.
Por ley del 27 de septiembre de 1826 prohíbe las
usurpación de las tierras indígenas por parte de la aristocracia terrófaga y establece
de manera terminante que la posesión de la tierra por parte de los indios les
asegura el derecho a la propiedad de la misma que les había sido negado. Así:
“el indígena que quiera adquirir en perpetuidad los terrenos que hoy ocupa y
otros baldíos, podrá pedirlos por escrito ante el Gobernador de su provincia”.
La entrega de estos bienes raíces por parte del Estado se haría sin ningún otro
trámite burocrático y de forma absolutamente gratuita. Decretó la extinción de la servidumbre y el
reparto equitativo de tierras entre las familias indígenas.
Asimismo ordenó que se respetara la propiedad
comunal indígena y que la misma se distribuyera entre los pueblos originarios:
“que los gobernadores de los cantones formen un cómputo de las tierras de
comunidad repartible entre ellos para saber si
después de dada a cada uno la cantidad de tierras quedan algunas sobrantes y
cuántas son, para que el gobierno determine sobre ellas, bien haciendo alguna
repartición o bien aplicándolas a establecimientos en beneficio de los mismos
pueblos” (26 de noviembre de 1825).
Se propuso también acabar
con el trabajo gratuito a que eran obligados los indígenas. Para ello impuso la
práctica del pago de un salario en dinero por cualquier labor realizada. Para
que no hubiera duda de su determinación dispuso (11-01-1825) que “el soldado
que tome a cualquier indio o lo ocupe, sea en lo que fuese, sin pagarle, será
castigado con 200 palos”.
Contra
los representantes religiosos y el monopolio minero
Sucre se opone a los abusos de los representantes
religiosos que usan a Dios como pretexto y a la biblia como instrumento para engañar
y someter a los indígenas. Los enfrenta con firmeza y dispone una serie de
medidas que les prohíbe obligar a los indígenas a pagar por los sacramentos y las
fiestas religiosas “No puede usted pensar – escribe - las infamias que hacían
los curas para exigir a los indios el pago de estas fiestas; llegaba el caso de
que cuando un pobre no podía pagar los cincuenta o cien pesos de su fiesta, le
quitaban una hija, la más bonita, para venderla al uso del primero que pagara. Estoy
convencido de que a los curas no les satisface sino dejarles sus inmunidades,
las riquezas todas del país, y aun creo que sería preciso entregarles el
Gobierno mismo para que fueran bien contentos”.
Asimismo se opone a la
concentración de más poder económico por parte de la oligarquía terrateniente, que
aspira a apropiarse también del subsuelo mediante la constitución de monopolios
mineros. En carta al secretario general del Libertador, fechada el 10 de
noviembre de 1825, expresa: “Yo creo que tanto para la felicidad de las rentas,
como para el provecho del país y la seguridad del gobierno, sería conveniente
prohibir la venta de todas las minas a una sola compañía”.
En defensa de la educación y los derechos humanos
Durante su mandato Sucre
fomenta la educación a todos los niveles, en beneficio especialmente de los más necesitados. Se
plantea “poner escuelas de primeras letras en todos los pueblos, y la enseñanza
de aquellos rudimentos que destierren los sentimientos serviles y las ideas de
esclavitud”. (Carta al coronel José Videla, 20 de junio de 1825).
El gobierno de Sucre fue
en extremo respetuoso de los derechos humanos, incluso los de sus adversarios. En
1828, en su último mensaje público en Bolivia declara: “No he hecho gemir a
ningún boliviano: ninguna viuda, ningún huérfano solloza por mi causa; he
levantado del suplicio porción de víctimas condenadas por la ley; y he señalado
mi gobierno por la clemencia, la tolerancia y la bondad. En el retiro de mi
vida veré mis cicatrices y nunca me arrepentiré de llevarlas cuando me recuerde
que para formar a Bolivia preferí el imperio de las leyes a ser el tirano o el
verdugo que lleva una espada pendiente sobre las cabezas de los ciudadanos”.
Una oligarquía sombría como la noche y depravada como el crimen
Hoy se repite la
historia. Una oligarquía sombría como la noche y
depravada como el crimen perpetra un golpe de Estado contra el legítimo gobierno
de Evo Morales. Las razones son en esencia las mismas que llevaron al
derrocamiento de Sucre. Evo se pone del lado del pueblo mayoritariamente
indígena y defiende sus intereses. Aplica el principio del poder obediencial,
mandar obedeciendo, e interpreta el sentir y los anhelos de los humildes.
Entonces la oligarquía, que ve amenazados sus
privilegios toma el camino de la violencia. Asesta un golpe de Estado: divide
su tiempo entre la concupiscencia y la matanza.
Evo momentáneamente se repliega para acumular
fuerzas. Su poder le viene de la Madre Tierra, la Pachamama. A quienes piensan
que le han derrotado les responde con su inminente victoria: se prepara, se
organiza, se repone, se renueva, se moviliza, se multiplica… ¡para volver hecho
millones!
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