Dr. Javier Nouel. Educador, naturópata, promotor cultural. Docente investigador de la FEVP. Responsable de la mesa de comunidad del Congreso Permanente de Medicinas Naturales y Terapias Complementarias. Tutor de la Comunidad Terapéutica de Aprendizaje de la Unidad de Terapias Complementarias del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas.
La coyuntura actual signada por la
declaración de pandemia por parte de la OMS en marzo del 2020 está retrasando
la superación de una episteme reduccionista propia del colonialismo epistémico
eurocéntrico que permitiría el surgimiento de una mirada de la vida desde su
naturaleza de colaboración y simbiosis por sobre la mirada de la vida como una
guerra heredada del colonialismo. El mensaje que se está dando a todas las
sociedades es el de una “nueva normalidad” oscurantista, signada por la
germofobia global, la biolocalización tecnocrática autoritaria, el guerrerismo
más fundamentalista contra la naturaleza y el regreso al siglo XIX, en la que
otras miradas serán perseguidas, satanizadas y violentadas, llevándolas al
margen de las posturas hegemónicas.
Se nos está olvidando que el
humano no es un ser individual en lo biológico, sino que cada individuo existe
por la simbiosis (colaboración) profunda con microorganismos como bacterias y
virus que habitan nuestros cuerpos y territorios, y que sin ellos no sería
posible la existencia; o que cada organismos no tiene existencia en lo
individual sino que es un sistema integrado a otros sistemas sociales y
ambientales (mirada sistémica y de salud colectiva); o peor aún, se nos dice
que los abrazos y el contacto humano son peligrosos, cuando son necesidades vitales de nuestra especie que es fundamentalmente gregaria y afectiva. Hoy se
sabe que la salud depende también de esa interrelación humana, de ese contacto
amoroso, y de la relación de los humanos con la naturaleza; en cambio, el
aislamiento, y la falta de contacto humano, son factores de riesgo vinculado a
enfermedades neurológicas que son hoy un flagelo que afecta a millones de seres
humanos, sobre todo a los adultos mayores.
Entonces, de lo que se trata no
es de luchar contra enemigos invisibles, como fantasmas medievales a los que se
enfrentaba una sociedad que desconocía de microbiología en la época de la peste
negra; de lo que se trata es de desarrollar una vida armónica, equilibrada,
afectiva, sabia, colaborativa con la naturaleza, de la cual el enfoque
cartesiano-newtoneano de las ciencias occidentales nos separó como si estuviéramos
en guerra con ella. No es fortuito que el discurso hegemónico de la pandemia,
sea un discurso que usa metáforas de guerra. Desde el secretario general de la
Organización de las Naciones Unidas, Antonio Guterras[1],
el presidente de Francia Enmanuel Macron[2],
y el propio Director General de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus[3],
han utilizado metáforas guerreristas que dan propiedades ontológicas a un virus
que, en términos microbiológicos no es siquiera considerado un organismo vivo,
sino una cadena de genes. Este discurso guerrerista no es para nosotros un
accidente, sino el síntoma de una civilización tecnocrática que es el verdadero
peligro para la vida del planeta.
El mensaje de la OMS sobre la
pandemia es el mismo desarrollado a finales del siglo XIX y a principios del
XX: que los microorganismos son nuestros enemigos invisibles. Esta mirada no
solo es errada en términos biológicos, sino que es suicida en términos sociales
y ecológicos, y patológicos en términos de salud.
Violencia epistémica y exclusión de las otras miradas
La vida social y sus
instituciones son un continuo que va acumulando herencias, que tiene avances y
retrocesos. Los desarrollos institucionales, culturales e históricos no son
lineales ni ascendentes. En el caso de las ciencias médicas del mundo
occidental, cuyo paradigma científico reduccionista y fragmentario se
desarrolló con fuerza entre los siglos XVI y XIX, se impuso en todo el planeta
eliminando otras miradas propias de la diversidad cultural y biológicas desde
accionares violentos que van desde la guerra hasta la violencia epistémica,
exclusión de las otredades, persecución y genocidio. Como lo explica el Dr.
Bhat:
La ciencia promovida, alrededor
del mundo, por los conquistadores europeos llevaba sus conceptos y metodología
y a la fuerza era impuesta sobre otros modos de ver posibles. Toda otra forma
de conocimiento llegó a ser “emprírica” y por lo tanto, a sus ojos, dejó de ser
científica (2009: 40).
Por su parte, Molina y
González-Méndez (2008), exponen muy bien ese cambio de paradigmas que está en
curso describiendo la superación de las ciencias occidentales newtoneano-cartesiano
por nuevas comprensiones de la realidad. En las ciencias de la salud se refleja
en, entre otras cosas, una mirada ecológica y holística, donde la salud es
concebido como un proceso de equilibrio de sistemas evidenciado en el concepto
de homeóstasis (Molina y González-Méndez , 2008: 30).
Mucho se está avanzando en nuevas
miradas de las ciencias que superan el viejo y gastado paradigma
newtoneano-cartesano. Pero estos cambios paradigmáticos son complejos y lentos,
encontrándose con factores de poder que resisten perder aquella visión que
sustenta su status quo, lo que tanto se critica de la Big Pharma, término con
el que categoriza de forma peyorativa al conjunto de corporaciones
farmacéuticas que monopolizan la investigación, producción, distribución y
venta de fármacos y que influye enormemente en organismos internacionales,
academias e institutos científicos, gracias al enorme capital que aportan.
La teoría germinal y la violencia colonial
Abraham Flexner fue un educador
sionista que desarrolló desde el Instituto Carnegie y el Instituto Rockefeller
en Estados Unidos para el año 1914 el enfoque educativo de la medicina, que
luego se expandió a todo el planeta. Dentro de este enfoque, el fenómeno salud
enfermedad fue descrito desde la teoría germinal, en la cual, se concibe la
enfermedad como un proceso generado por un agente patógeno, gracias en gran
medida por los avances de la microbiología desde el siglo XIX. Este enfoque es
considerado mecanicista y reduccionista, ya que concibe al cuerpo humano como
una máquina y reduce, en el caso del fenómeno salud enfermedad, una gran
diversidad de factores relacionados a estilo de vida y alimentación, a la
presencia del agente patógeno. Este enfoque ya
había desplazado a todos los otros enfoques de salud que han persistido
en múltiples tradiciones, incluyendo la hipocrática occidental, que se presenta
mucho más integral.
Por otra parte, el desarrollo de
la microbiología del siglo XIX se basó en el estudio de microorganismos
patógenos, lo que podríamos decir, generó una idea de que estos son una especie
de enemigo latente con el que la humanidad está en constante guerra. Esta
visión solo es posible en una cultura guerrerista, colonialista y violenta,
signada a su vez por el Darwinismo Social, es decir, la idea de que la vida es
una lucha y competencia entre las especies, individuos y pueblos. Ya para esa
época, muchas tradiciones de enfoques de salud de todo el mundo, incluyendo el
propio mundo occidental, tenían una mirada más integral basada en el equilibrio
de la humanidad con la naturaleza y la vida, donde no existe guerra alguna. Son
esas miradas que permitieron que miles de culturas hubiesen vivido
armónicamente con la naturaleza desde tiempos inmemoriales hasta que llegó la
colonización y su barbarie.
Economía, salud y neocolonialismo
Desde esa misma raíz
cientificista colonial y violenta con la que se desarrollan la visión de las
ciencias occidentales sobre el fenómeno salud-enfermedad, donde estamos en una
guerra permanente contra los microorganismos, se desarrolló la visión de la
economía clásica que hoy sustenta el neoliberalismo basado en la idea de la
“libre competencia” y su correlato del desarrollismo eurocéntrico. Recordemos
que todas las ciencias occidentales parten de un mismo paradigma científico
desarrollado en un lugar o tiempo determinado: la Europa colonialista e
imperialista, y por un sujeto invisibilizado: un hombre blanco europeo colonial.
Así mismo, se concibió la vida y la historia como un proceso de guerra
permanente donde ganan los más fuertes y aptos. Desde las teorías críticas a
esta visión se le denomina darwinismo social.
Avances en la comprensión de la vida
Cooperación y microorganismos
En las últimas décadas el avance
del conocimiento humano ha generado visiones muy distintas que Molina y
González-Méndez (2008) denominan paradigma holístico. Los avances en el estudio
de los fenómenos eléctricos y electromagnéticos, la física, la misma
microbiología, la teoría de los sistemas, la biología del amar y del conocer,
entre muchos otros avances, han venido ayudándonos a entender que la vida no
está sustentada en la guerra ni en la competencia, que por el contrario se
trata de un proceso de simbiosis y cooperación entre especies.
La cooperación de la vida es tan
profunda, que los seres humanos existen gracias a una gran cantidad de
bacterias y virus que habitan en su cuerpo. De hecho, hoy se sabe que la gran
mayoría de virus y bacterias que podrían ser clasificados en millones, no son
patógenos, sino que, por el contrario, son necesarios para la vida. Por
ejemplo, en los intestinos tenemos bacterias que denominamos flora bacteriana
la cual permite digerir los alimentos para absorber los nutrientes. Sin estas
bacterias no pudiéramos nutrirnos y vivir. Por otra parte, ya hoy se sabe que
en distintas partes del cuerpo humano como en la piel, en el bello, en los
orificios nasales y auditivos, en la boca, entre otros, habitan bacterias.
Dichas bacterias, si se encuentran en estado de equilibrio, son una verdadera
defensa contra otros microorganismos patógenos.
Agricultura, salud y microorganismos
La relación simbiótica ocurre
entre todas las especies, más allá de la cacareada competencia y lucha
descarnada de las miradas colonialistas de la vida. Otro ejemplo interesante,
es que de las plantas, por ejemplo, las leguminosas, que son aquellas que su
fruto son vainas como los granos que utilizan los seres humanos como alimento,
producen nódulos en sus raíces que generen un ambiente idóneo para que ciertas
bacterias habiten y produzcan nitrógeno, el cual enriquece el suelo y permite
la vida de muchas y diversas especies.
Estos nuevos conocimientos
permiten el desarrollo de la agroecología, que se presenta holística y crítica con
respecto al modelo agroquímico desarrollado por las naciones del norte
colonialista, que es reduccionista y tecnocrática. La misma relación que vemos
entre agricultura neocolonial y agroecología podemos verla entre la medicina
convencional y su mirada de los microorganismos y los otros enfoques de salud
emergentes que se presentan holísticos y críticos.
Neocolonialismo y negación de las diversidades
Tanto la agricultura hegemónica
del modelo del agronegocio como la medicina convencional y la economía
convencional están signadas por el mismo paradigma neocolonial eurocéntrico,
que además impone una sola mirada (pensamiento único) procurando eliminar a
través de múltiples mecanismos las diversidades tanto culturales (otras
agriculturas y otras medicinas), como ambientales. Con respecto a la diversidad
ambiental, las agriculturas basadas en la diversidad de cultural alimentarias
locales y formas de policultivos han sido sustituidas por monocultivos y dietas
homogéneas en todo el planeta, reduciendo la biodiversidad alimentaria. Lo
mismo que en la salud, que se han sustituidos múltiples enfoques de medicinas
tradicionales con el conocimiento del aprovechamiento de los recursos locales,
a un enfoque dominado por la Big Pharma.
Este neocolonialismo parte de una
misma mirada homogeneizante del modelo newtoneano-carteseano que, con respecto
a los microorganismos, parten de una ignorancia enorme, y en donde son
concebidos desde una mirada “patologizante” de los mismos, cuando la realidad
es que, como afirmamos más arriba, hoy se tiene certeza que los microorganismos
en su enorme mayoría NO son patógenos, pero han sido los patógenos los que más
se han estudiado. De hecho, se calcula que prácticamente el 99,99% de los
microorganismos NO son patógenos.
Desde un enfoque paradigmático
que nació de la ignorancia del microcosmos habitando simultáneamente los
cuerpos y territorios, los enfoques de agronomía y medicinas convencionales no
interpretan la realidad ni actúan frente a ella en búsqueda de un equilibrio
simbiótico y colaborativo entre las especies y en particular con los
miroorganismos, como lo hacen otros enfoques de agricultura y salud, lo que
constituyen el problema epistémico base por el cual no dan respuesta a los
nuevos problemas ecológicos y de salud colectiva (enfermedades crónicas no
transmisibles) ; por el contrario, parten desde la mirada guerrerista
colonizadora que en definitiva impulsan contaminación ambiental, con el abuso
de agrotóxicos procurando procesos que de forma natural se dan gracias a los
microorganismos. Estos agrotóxicos alteran el equilibrio de microorganismo lo
que genera a su vez que los suelos y ambientes se deterioren, dando cabida a
microorganismos dañinos.
Una relación similar ocurre con
la salud. Esta mirada que ha creído desde el siglo XIX que existe una guerra
permanente contra agentes invisibles casi de forma fantasmagórica, incluso
similar a la mirada medieval europea, que en definitiva ha sido heredada por la
racionalidad propia del enfoque eurocéntrico necolonial, es la que sustenta el
poder de la Big Pharma, que al partir de la teoría germinal, enfoca el
diagnóstico, la epidemiología y la explicación de fenómeno salud enfermedad en
agentes patógenos, invisibilizando la
multicausalidad de la salud (ejercicio físico, alimentación, manejo de las
emociones, contacto con la naturaleza, relaciones sociales armónicas, entre
otras), que son más bien propias de las otras formas de sanar concebidas como
no científicas o primitivas por el modelo hegemónico; por lo tanto, la
tecnocracia no se toma la molestia de escuchar y aprender de la otredad, por el
contrario, la persigue, la sataniza, la excluye y la liquida.
Esta racionalidad neocolonial
trata entonces a los problemas de salud desde armas destructivas como
antibióticos y vacunas en esta guerra imaginaria, que alteran a los cientos y
miles de tipos de virus y bacterias benéficos que habitan en el
cuerpo-territorio, en aras de destruir a los patógenos que son una ínfima parte
de la vida, generando desequilibrios que hoy apenas se están descubriendo,
aunque la Big Pharma procura censurar tales avances. Por ejemplo, el uso y
abuso de antibióticos no solo en la salud humana sino también en la animal del
agronegocio, genera diversos problemas como: afectación de la microbiota
intestinal generando problemas de nutrición; mutación y fortalecimiento de
bacterias que se hacen cada vez más patógenas y resistentes a dichos
antibióticos; se constituyen a su vez en factores de riesgo de enfermedades
crónicas no transmisibles que son hoy las principales causas de mortalidad y
morbilidad en el mundo (se calculan que anualmente mueren entre 30 y 40
millones de personas por estas enfermedades).
Una nueva mirada de los virus
Los avances en la microbiología
han determinado que la vida en el planeta no es viable sin la existencia de
virus, entendiendo además que los patógenos, aunque más conocidos por las
ciencias, son una ínfima proporción de todos lo que existen en el planeta.
Hoy se saben que los virus tienen
múltiples funciones entre los que encontramos:
-muchos de los virus son
bacteriófagos, es decir que descomponen las bacterias que ya han cumplido su
ciclo vital y en ese proceso, permite equilibrios fundamentales como
regeneración de colonias bacterianas benéficas, procesos de nutrición, entre
muchos otros. En tal sentido, en el organismo humano, habitan bacterias
benéficas que como dijimos antes, permiten nutrirnos así como defendernos. Sin
la presencia de los virus que habitan en las bacterias del organismo, no
podríamos cumplir con funciones básicas.
-se han reconocido que lo virus
son responsables de la trasmisión horizontal de genes. Al inicio de la
genética, se pensaba que solo existía transmisión vertical de genes, es decir,
de padres a hijos. Hoy en día, se sabe que los genes de un individuo y una
especie van cambiando y actualizándose constantemente a través de diversos
procesos. Uno de estos procesos es el intercambio producidos por los virus. De
hecho, algunos calculan que el 10% de
los genes del ser humano provienen de los virus.
El problema de la germofobia y la salud
Según todo lo antes visto,
podemos entender que no solo no es posible mantener ambientes completamente
asépticos sino que no son saludables. El sistema inmunológico es muy complejo
y, además de depender de aspectos relacionados a la nutrición, el ejercicio
físico, el contacto con la naturaleza, la higiene, el manejo psicafectivo,
entre muchos otros, encontramos el necesario intercambio con el medio y sus
microorganismos que lo actualizan constantemente.
Con esto no decimos que la
higiene no sea importante, por el contrario es de vital importancia, ya que lo
que se busca es que no hallan microorganismos patógenos, pero para ello, deben
existir los microorganismos que sostienen la vida, que son la inmensa mayoría.
La actual coyuntura está
generando un auténtico miedo a los microorganismos incluso que puede
convertirse en fobias que son un problema de salud social de gran importancia,
ya que pretender vivir desconectado de la naturaleza y sus microorganismos y
abusar de químicos desinfectantes, podría deteriorar el sistema inmunológico y
generar un desequilibrio en la microbiota que puede terminar en la
proliferación de agentes patógenos.
El problema de la fragmentación del conocimiento y la política
Como lo señala Morin (2007) uno
de los problemas de las ciencias occidentales es la fragmentación e hiperespecialización donde las disciplinas y áreas de
conocimientos se constituyen en planos inconexos que dan una ilusión de que la
vida está fragmentada en parcelas. Por su parte, Freire apunta que la
fragmentación es un elemento de dominio al mantenernos en la ignorancia.
En esta fragmentación, el mundo
político, desconoce de la salud. Se entrega a técnicos formados de forma
fragmentada desde una episteme hegemónica heredada de la Europa colonial,
darwinista y guerrerista, y de una ciencia newtoneana-carteseana reduccionista,
fragmentaria y mecanicista. Cada uno, se ve imposibilitado de hilar cabos en un
mundo que ven fragmentadamente; y la tecnocracia ha sido formada de manera
dogmática, viéndose imposibilitada de cuestionar el modelo hegemónico. El
resultado, es el pánico, así como el fortalecimiento del viejo paradigma
neocolonial germófobo y guerrerista, y actúan en consecuencia.
Es así que la coyuntura actual,
como hemos venido argumentando en varios artículos, no puede ser analizada solo
desde la epidemiología, y ni siquiera de una epidemiología basada en el enfoque
hegemónico. La pandemia debe ser interpretada desde una mirada holográmica y
crítica, entendiendo las múltiples aristas geopolíticas, económicas,
culturales, sociales y paradigmáticas. En nuestras academias nacientes, es la
epidemiología crítica y la salud colectiva las áreas y paradigmas
transformadores que podrán darnos mejores luces para interpretar y actuar
ante la emergencia geopolítica. Pero por el pánico no solo no se les da cabida,
sino que son criminalizadas, lo que consideramos es el retroceso a una de las
aristas hegemónicas más dramáticas del neocolonialismo.
Si se sigue interpretando y
actuando en la coyuntura desde una mirada neocolonial, guerrerista, germófoba,
sin capacidad crítica y transformadora, no daremos respuesta adecuada a
nuestros pueblos, y podríamos generar efectos colaterales catastróficos en la
salud desde la mirada del ser humano como un ser bio-psico-socio-espiritual.
Así mismo, se puede retroceder en términos de conocimientos y se puede
enlentecer el avance de las miradas colaboracionistas, solidarias y afectuosas
de la vida, que creemos, en definitiva, surgirán tarde o temprano.
De lo que se trata es de una
pugna entre dos paradigmas: el que ve la vida como competencia y lucha entre
las especies, individuos y sociedades, que es la lógica fundamental de la
civilización occidental colonialista y su modelo capitalista depredador, o el que
ve la vida como colaboración, afectiva y solidaria, que es la naturaleza que
apunta a la salud, a la armonía, a la vida misma.
Esperamos que no se siga
imponiendo la mirada de la competencia salvaje y la vida como una guerra
permanente que solo le conviene al imperialismo. A nosotros nos conviene la
vida como colaboración que es lo que sustenta el buen vivir.
Referencias
Bhat, Keshava (2009).
El maravilloso Mundo Linfático. Cumaná: Ediciones
vivir mejor.
Molina, Tivizay y González-Méndez,
Heriberto (2008). Medicina
Holística. Un enfoque de la Medicina acorde con el paradigma emergente de la
ciencia. Mérida: Universidad de los Andes. Consejo de Publicaciones.
Morin, Edgar (2007). Introducción
al pensamiento complejo. Barcelona: Editorial Gedisa.
[1] En
comunicado dirigido al presidente de los Estados Unidos, Guterras aseguró que
"Mi convicción es que la Organización Mundial de la Salud debe ser apoyada
porque es absolutamente esencial en los esfuerzos del mundo para ganar la
guerra contra el COVID-19" (revisar
artículo).
[2] En
discurso dirigdo a todo su país, Macron aseguró: "Estamos en guerra. En
guerra sanitaria, cierto. No luchamos contra otro ejército ni contra otra
nación pero el enemigo está allí y avanza. Y esto requiere una movilización
general y que todas las acciones del gobierno deben estar encaminadas a la
lucha contra la epidemia, de día y de noche, y nada debe desviarnos de este
objetivo" (revisar
artículo).
[3] En
la alocución de apertura de la 73ra Asamblea Mundial de la OMS, expresó: “A
pesar de todo el poder económico, militar y tecnológico de las naciones, hemos
sido humillados por este pequeño microbio” (revisar
documento).
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