Alí Rojas: un intelectual orgánico integral. José Gregorio Linares.


José Gregorio Linares. Profesor de la Universidad Bolivariana de Venezuela, profesor investigador de la Escuela Venezolana de Planificación. Responsable Académico de la Universidad Experimental de la Gran Caracas.

El Dr. Alí Rojas Olaya es uno de los intelectuales orgánicos más importantes de la Revolución Bolivariana. Sus aportes teóricos en el campo doctrinal han sido fundamentales. Gracias a sus investigaciones conocemos mejor el pensamiento y la obra de Simón Rodríguez como raíz del socialismo nuestroamericano. De igual modo, gracias a sus originales trabajos relativos a la Pedagogía del Alba, podemos conocer a los maestros y maestras de nuestra América que han sido invisibilizados o demonizados por la Educación Bancaria.

Pocos saben tanto de cine como él. Su libro La soledad va al cine, recomendado públicamente por Edmundo Aray, es de consulta obligada entre docentes y estudiantes del séptimo arte. En el campo de las matemáticas sus propuestas son innovadoras y originales. Su texto Matemática y realidad sirvió de guía para la elaboración de los libros de texto de la Colección Bicentenario, que dirigió en momentos cuando muy pocos se atrevían a apostar por la concreción de un currículum bolivariano, un Currículo de la indignación, como se llama el libro que escribió para enfrentar en su momento los proyectos educativos de la derecha neoliberal. Sus trabajos como editor son prodigiosos: pocos han hecho tanto como él para impulsar el talento de los otros, los que nadie publica, los nadie como diría Eduardo Galeano. En un país como el nuestro donde tanta falta hace alguien que nos oriente en el tema productivo, libros como Pedagogía del adobe, de su autoría, constituyen una referencia que marca el camino a seguir y que no es otro que el indicado por Simón Bolívar, cuando nos recordaba que el saber y el trabajo son las dos palancas de la sociedad: “Estimulando estos dos poderosos resortes de la sociedad, decía, se alcanza lo más difícil entre los hombres: hacerlos honrados y felices”. 

Pero el Dr. Alí Rojas Olaya no es uno de esos intelectuales que se queda aislado en su torre de marfil; es un hombre del combate. En los barrios de Caracas y en los más apartados rincones de Venezuela lo conocen: es profesor de la Escuela de Defensa Integral Comandante Eliézer Otaiza (Ediceo) del colectivo de Castillete, y en representación de esos viejos camaradas se va por esos montes lejos a llevar el credo socialista y bolivariano. Es tutor del Programa de Formación Caracas Insurgente que coordina la alcaldesa Erika Farías, y que constituye un esfuerzo por fortalecer la conciencia de Patria entre nuestros militantes medios y de base. Es profesor investigador de la Escuela Venezolana de Planificación. También apoya la Escuela Nacional Robinsoniana del Frente Francisco de Miranda, y desde allí ha formado militantes de toda Venezuela y Suramérica.

Alí Ramón Rojas Olaya es un embajador musical de Venezuela, y como tal ha visitado decenas de países junto al Orfeón Universitario de la UCV. Además ha creado, junto a otros insignes músicos, la Red Bolivariana de Coros Hugo Chávez, emblema de la música coral comprometida con la canción necesaria, con nuestras raíces venezolanistas y con nuestro proyecto emancipador.

El trabajo periodístico que realiza cada semana en semanarios como Cuatro F y Todosadentro y en diarios como Últimas Noticias y Correo del Orinoco lo han hecho acreedor del Premio Nacional de Periodismo.

Con Martí dice: “Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedras”. Pero lo triste es que otros camaradas prefieren lanzarle  piedras al camarada Alí, tal vez por aquello de que sólo se le lanzan piedras al árbol que da frutos. Algunos, incluso, se prestan para participar en una campaña en su contra, cuyo fin no es otro que desprestigiarlo como paso previo a su suplantación. Al parecer no saben que Alí Rojas es el Rector del Pueblo, como lo bautizaron durante el programa Con todos los hierros de la Radio Nacional de Venezuela y como lo denomina el combatiente David Nieves.

He leído con atención las cartas públicas donde se le cuestiona. Confieso que me han llenado de tristeza. No tanto por lo que dicen, sino por lo que revelan: una absoluta incomprensión del momento político que vive nuestra Patria, asediada por poderosos enemigos foráneos e internos que desean dividirnos para poder aplastarnos. Nada dicen sus redactores del papel que deben jugar las universidades y sus actores en la lucha por adecuar sus estructuras, sus currículos y su personal a las necesidades del país, más ahora cuando la pandemia nos obliga a replantearnos no sólo nuevas estrategias virtuales para atender a los estudiantes, sino además las carreras que debemos ofrecer en un mundo que nos demanda un rápido ajuste si queremos sobrevivir.

Nada dicen acerca de los programas y estrategias a seguir para garantizar el bienestar, profesionalización y dignificación de nuestros docentes, uno de los sectores menos comprendidos y más golpeados por quienes no entienden el rol del maestro como líder. Ni una palabra se dice allí en relación con el personal obrero y administrativo, sometido a un doble yugo: el del sindicalismo clientelar que convierte cada universidad en su coto de caza, y el de la burocracia anquilosada, insensible ante los padecimientos y necesidades de la gente. No se menciona a los estudiantes, principales protagonistas en las luchas por transformar la universidad en un bastión de la conciencia y la profesionalización. Mucho menos se asoma en estos comunicados la necesidad de producir, de convertir la Universidad en una plataforma de producción auto sostenible y autosustentable a partir de sus propios saberes, como lo exige la ruptura con el modelo rentista.

De nada de esto se habla: todo se limita a cuestionar unos procedimientos (reales o supuestos) en relación a asuntos muy puntuales del ejercicio académico administrativo. Y todo esto lo hacen sin guardar el mínimo respeto que requiere el trato con un hombre que ha dedicado su vida a estudiar, servir y formar a los demás; sin miramientos hacia un pedagogo consagrado a organizar la  Educación Popular; sin el respeto debido hacia un cuadro de la revolución consagrado a trabajar en el seno del movimiento popular con una probidad ejemplar; sin la cortesía que demanda aquél cuyo trato hacia todos se caracteriza por la empatía y el afecto. Creo que una persona de estas dimensiones académicas, políticas y éticas debe ser tratada con la consideración y estima que merecen los revolucionarios auténticos. A menos que la intención sea destruir la imagen de uno de los cuadros académicos más emblemáticos de la revolución Bolivariana para socavar gradualmente el piso doctrinario de la misma.

En cuanto a las críticas puntuales que le formulan, Chávez nos enseñó un método para evaluar nuestra actuación gerencial: las tres R: revisión, rectificación y reimpulso. Por tanto, sería oportuno que, si somos chavistas, digo, empleemos esta metodología, la cual permite no sólo hacer un diagnóstico objetivo sino emprender soluciones factibles. Esto debemos hacerlo en todos los ámbitos de la universidad, pues solo así podremos asumir soluciones sistémicas ante problemas que requieren ser tratados desde una óptica integral.

Por supuesto, el clima institucional para emprender las soluciones debe estar permeado por una visión estratégica y el respeto por las personas involucradas, máximo aun cuando se trata de revolucionarios que debemos dar un ejemplo en todo lo que hacemos, para que sea verdad aquello de “toda la Patria una Escuela”.

No podemos dar signos de división. El lema “Unidad, lucha, batalla y victoria”, debe orientar nuestro trabajo.  

Los actuales momentos exigen que elevemos el nivel teórico, ético y espiritual de los debates. En Venezuela se define una batalla crucial entre dos modelos civilizatorios: el bolivariano, que  se plantea la independencia, la producción autosustentable y el bienestar de la población; frente al monroísta que se plantea el sometimiento a los centros imperiales, la destrucción de nuestra economía y el deterioro del nivel de vida de nuestra población. Este debe ser el centro de nuestros debates públicos: el geopolítico. En ese contexto se debe insertar cualquier discusión de orden técnico, administrativo y procedimental. Solo así avanzaremos todos en una  misma dirección a fin de:  enmendar cualquier error que pudiese haberse cometido, profundizar en los aciertos de una gestión liderada por un revolucionario integral, aprender colectivamente las lecciones, y abrir el cauce para la participación y la organización.

Es el momento de entreayudarnos, como decía Simón Rodríguez. Ello exige de cada uno de nosotros… grandeza espiritual y acertado sentido del momento político. No olvidemos que como canta Silvio Rodríguez: “sólo el amor engendra maravillas”.

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