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En la actualidad es innegable que
la República Bolivariana de Venezuela se encuentra bajo un asedio permanente.
Desde el momento en que el expresidente Obama declaró en el 2015 a Venezuela
como amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad del gigante del norte,
lo cual es a todas luces una jugada leguleya que raya en el absurdo, la escalada
de violencia de todo tipo, en particular la simbólica, ha tomado dimensiones
nunca antes vistas ni vividas.
El fin del discurso del disimulo: más violencia imperial
Con Trump en el poder, el
carácter intervencionista, imperialista y guerrerista del gobierno de los
Estados Unidos, tomó dimensiones particulares, por lo que hemos asegurado que
se trata del fin
del discurso del disimulo del imperialismo; es decir, que el imperialismo
se muestra más racista, más xenófobo, más intervencionista, más dictatorial y
violento, que en los anteriores gobiernos, que buscaban disimular su verdadero
carácter. Obviamente, el argumento central que es el de la “defensa de la
libertad y la democracia” no es más que una estrategia de marketing, y aún se
mantiene intacto. De hecho, si existe un gobierno que no permite el “libre
mercado” en lo interno como en lo externo, es el de los Estados Unidos; por lo
tanto, la “defensa del libre mercado” es un eufemismo para nombrar la postura
neocolonial e imperial de Estados Unidos y los países de la OTAN.
Este recrudecimiento de las
acciones del gobierno de los Estados Unidos con el gobierno de Trump viene
acompañado de un recrudecimiento de las acciones y discursos de los sectores
pro imperialistas internos de cada país de los pueblos del Sur; lo que en
Venezuela hemos vivido en los últimos 20 años, con intentos de golpes de
estado, guarimbas, campañas de descrédito ante el pueblo y la opinión pública internacional, guerra económica,
asedio y bloqueo financiero, llegando a la persecución y asesinato de
militantes de izquierda en los breves períodos y espacios que han ocupado los
aliados del imperialismo.
Consecuencias psicológicas
Quizás una de las consecuencias más difícil de palpar del acoso internacional contra Venezuela sea la simbólica, y con
ello, lo psicológico y sus efectos concretos en la salud; en particular es
difícil cuantificar estas consecuencias ya que son intangibles, más difíciles
de medir.
En el marco del Congreso
Permanente de Medicinas Naturales y Terapias Complementarias hemos venido
discutiendo este tema, porque vemos en el día a día, el desgate psico
emocional de las personas y colectividades que orientamos y atendemos.
El bluffing como táctica política de desgaste
Recientemente, el gobierno de los
Estados Unidos volvió a lanzar una amenaza en la que se asegura que Trump
podría estar pensando en un bloqueo naval a Venezuela, justo un año después del
fallido ingreso de fuerzas extranjeras con Guaidó a través de la frontera colombo
venezolana, que contó incluso con un concierto financiado por un magnate norteamericano
y con artistas pro imperialistas del lado del territorio colombiano, que fue
transmitido en vivo y directo a todo el planeta por medios audiovisuales.
Es importante recordar que Trump
está en campaña electoral y podría ser un juego de “bluffing”. El “bluffing”
para los norteamericanos es un juego de intimidación en el que se amenaza al
contrincante para desestabilizarlo psicológicamente y garantizar sea más fácil
su derrota; así mismo, a través del “bluffing” se muestra más poderoso. Trump
ha evidenciado ser un maestro del “bluffing” tanto en la política interna como en
los asuntos internacionales. Pareciera que tuviese una actitud errante en el que
va y viene con amenazas que luego no cumple. Quizás sea precisamente el “bluffing”
como táctica política. Cada amenaza del presidente de una potencia como la de
los Estados Unidos, genera impactos en las economías, en el precio del
petróleo, en las relaciones internacionales de países subaternos, en la
migración, entre muchas otras dimensiones actuales. Por ello, se debe generar
un nuevo marco legal internacional que ponga freno a estas actitudes que
generan daños difíciles de medir pero que en definitiva están bien pensadas y
planificadas.
¿Cuáles son las consecuencias de
amenazar y hostigar a un pueblo entero? ¿No existen leyes internacionales que
defiendan a pequeños países como Venezuela ante el asedio permanente de
potencias imperiales? Son preguntas que dejamos en el tapete.
El impacto en la salud de un pueblo
producto del asedio permanente es difícil de cuantificar. Para tratar de visualizarlo
describiremos qué ocurre en un individuo que está en escenarios de constante “estrés”.
El organismo humano como un sistema
El organismo humano funciona como
un sistema que está vinculado a su entorno. Este entorno no solo es el medio
ambiente físico que lo rodea, sino que también está conformado por el medio
social. Las múltiples interacciones que establece el individuo con el medio nos
lleva a afirmar que no existe una verdadera diferencia entre el individuo y su
entorno. El individuo “es” en función de su entorno ecológico y social.
Hoy en día se habla de la psico neuro endocrino inmunología para
describir como los factores psicológicos están indivisiblemente separados de
los sistemas neurológicos, endocrinos e inmunológicos de cada individuo; algo
que hace unos 30 años, era poco discutido en las ciencias de la salud.
El estrés de la guerra mediática y sus consecuencias en la salud
Bien, ante un estímulo amenazante
se producen una serie de cambios internos, en particular neurológicos (se
liberan neurotransmisores) y endocrinos (hormonas) que preparan al individuo a
actuar ante una emergencia. El estímulo es captado por los sentidos e
interpretado por la psicología del individuo, que lo relaciona con algo
amenazante según lo que ha aprendido (experiencia y cultura). Estos cambios son
interpretados por el individuo como emociones básicas: miedo, ira, asco; y éstas generan a su vez un accionar.
El ser humano tiene un diseño
biológico que no se ha modificado desde hace millones de años; sin embargo, los
contextos ecológicos y sociales han cambiado vertiginosamente, en particular en
el último siglo.
La reacción emocional ante un
estímulo que es interpretado como amenazante es el mismo de cuando los seres humanos vivían en la selva; se libera hormonas y neurotransmisores
como el cortisol, la adrenalina y la noradrenalina, que generan cambios
importantes en el organismo para que actúe rápidamente a manera de supervivencia:
aumentan los latidos del corazón ya que se requiere más oxígeno y sangre porque
se supone que habrá que correr, saltar, golpear, defenderse, atacar, etc; la
sangre se bombea a las extremidades; la
pupila se dilata y los movimientos oculares se hacen rápidos en búsqueda de
otros estímulos amenazantes y soluciones a la situación; las funciones
digestivas se reducen; los esfínteres se cierran; la actividad sexual se
inhibe, así como las relacionadas al crecimiento y regeneración de tejidos.
Estos procesos activan al
individuo en caso, por ejemplo, que en la selva, se encuentre con una fiera
peligrosa. El individuo, que interpreta que la fiera es peligrosa porque lo
aprendió de su cultura y/o su experiencia, correrá, o saltará o atacará, es
decir, realizará alguna actividad física para la supervivencia, con lo que
logrará que los neurotransmisores y hormonas liberadas ejerzan su función, y
una vez superada la situación de riesgo, todo vuelve a la normalidad. Esto es
conocido como el “euestrés”, que es la reacción normal y necesaria ante
situaciones de riesgo. De hecho, es necesario situaciones que generen cierto
estrés para que el individuo se movilice y crezca, ya que cada experiencia,
genera una memoria inclusive corporal, neurológica y endocrina, con la cual, se
fortalece. Ante la no presencia de estímulos estresantes, también se generan desequilibrios
intraorgánicos que se pueden evidenciar en falta de interés, depresión,
desregulación de la respuesta emocional del individuo, entre otros; como se
evidencia en los animales en cautiverio.
En el mundo contemporáneo, la
mayoría de situaciones “estresantes” que enfrentan los individuos humanos son simbólicas; por ejemplo las noticias como aumentó el precio del dólar, estamos ante amenazas de invasión y
bloqueo naval, la dictadura te quitará a los hijos, una nueva pandemia se acerca y no hay
medicinas, la dictadura nos quiere eliminar, etc.
En este escenario, los cambios
fisiológicos experimentados no desencadenan acciones físicas como las descritas
anteriormente, ya que en su mayoría, son ideas abstractas que son interpretadas
como amenazantes. Entonces, el individuo no corre, ni salta, ni golpea.
¿Qué ocurre cuando el individuo está permanentemente en estado de
estrés y no se moviliza?
El individuo se "cocina" en sus
propios “humores”, ya que ante la constante liberación de neurotransmisores y
hormonas del “estrés” que no son “usados” o “quemados” con la actividad física
concreta de supervivencia, estos se vuelven literalmente tóxicos.
Entre las consecuencias de
estados permanentes de estrés no resuelta tenemos disminución de las defensas
del organismos, lo que genera predisposición del individuo a enfermedades
infecciosas; pérdida o aumento del apetito; pérdida o aumento de peso; problemas
gastrointestinales como úlceras, gastritis, estreñimiento; irritabilidad o
depresión; agresividad y/o desesperanza; aumento a la predisposición de enfermedades
crónicas no transmisibles como diabetes, enfermedades cardiovasculares,
enfermedades autoinmunes, cáncer, entre otras; problemas respiratorios;
disminución de la fertilidad e inapetencia sexual; dificultades cognitivas de todo
tipo; predisposición a enfermedades neurológicas como mal de Alzheimer y otras
formas de demencia senil; enfermedades osteopáticas; entre muchas otras.
Aunado a esto, si las situaciones
de estrés no tienen resolución satisfactoria, se generan una serie de cambios
internos que pueden degenerar en miedo, ansiedad, frustración o ira, rabia,
agresividad o incluso estados catatónicos. Todos estos procesos están bien
estudiados y han sido descritos desde principios del siglo XX por científicos
occidentales.
Las sociedades como sistemas sociales
Así como podemos
ver al ser humano como un sistema que “es” en función de su contexto, los grupos sociales son
sistemas conformados por individuos. Un grupo social sometido a amenazas
durante largos períodos de tiempo genera anomia social, aislamiento,
agresividad, desconfianza, caos, desestructuración, lo cual se evidencia en los
individuos en distintas formas.
Esto, si lo vemos en el marco de
una humanidad estructurada y organizada geopolíticamente en naciones, los
resultados de la agresión permanente a un país son evidentes: pérdida de
confianza e la identidad nacional, migraciones desesperada, huida, ruptura con
el territorio, odio, violencia o inmovilidad social.
Evidentemente, estas consecuencias
están bien estudiadas desde distintas disciplinas modernas como la psicología,
la antropología, la sociología, entre muchas otras; y si comprendemos que
existen empresas multidisciplinarias con enormes financiamientos denominadas “Think
Tank” o tanques de pensamiento estudiando a las distintas sociedades, podemos
comprender lo bien pensado del “bluffing” como táctica imperial.
La pregunta que queda es: ¿qué
hacer al respecto desde el Estado y las organizaciones sociales?
Desde las Medicinas Tradicionales y Terapias Complementarias tenemos respuestas sencillas, económicas, que no requieren de fármacos importados. Se trata de una serie de principios que desde lo educativo pueden ser socializados a toda la población.
En una siguiente entrega estaremos desarrollando las estrategias que en
particular hemos venido trabajando desde el Congreso Permanente de Medicinas
Naturales y Terapias Complementarias partiendo del enfoque de la naturopatía.
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